Retos en el Caribe

Carlos Gutiérrez M.
Le Monde diplomatique (Colombia)


Retos en el Caribe
Que sí pero que no. Con palabras contradictorias y destempladas, respondió el gobierno de Colombia al fallo emitido por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a propósito de la demanda instaurada por Nicaragua sobre la soberanía del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (1).


Las declaraciones oficiales admiten como aspecto positivo del fallo las determinaciones que favorecen al Estado colombiano, pero a la vez desconocen –como error de la CIJ– los puntos contrarios a su interés político y económico. En este caso, los aspectos que favorecen el reclamo de Nicaragua, que parte de rechazar la imposición que supuso para su país la presencia militar estadounidense entre 1927-1932, tiempo durante el cual se firmó el Tratado Esguerra-Bárcenas.

Sobre el fallo de la CIJ, y según el presidente Juan Manuel Santos, "todo esto realmente son omisiones, errores, excesos, inconsistencias, que no podemos aceptar" (s.m.). Para afirmar a continuación: "La Corte Constitucional ha dicho que estos tratados –de fronteras y límites de Colombia– deben ser aprobados por reforma constitucional [...].. De lo anterior se derivan claros obstáculos que hacen compleja y difícil la aplicación de algunos aspectos de la delimitación marítima, trazada hoy por el fallo de la Corte de La Haya" (2).

Pero las palabras fueron mucho más allá. La canciller María Ángela Holguín amenazó con el retiro de Colombia de los tratados que la ligan a la CIJ: "Es bastante difícil mantenerse en una Corte que no falla en derecho [...] que desconoce el acervo probatorio [...] Si la Corte fuera más apegada al Derecho, Colombia se mantendría" (3). Pese a estas aseveraciones, en la misma entrevista, la funcionaria dijo: "Queremos estudiar el fallo a profundidad, tiene 180 páginas, en donde tiene una minucia que debemos entender" (!) (4).

Asombrosa respuesta aquella, que desnuda la mediocridad de una dirigencia bicentenaria, apegada al poder bajo el ejercicio constante de la fuerza, que, como expresó Simón Bolívar, arropada en la comodidad de sus casas e insimismada en sus intereses inmediatos, "no han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos del Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África y América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia". En su inmediatismo y su mediocridad no miran ni valoran al otro; de ahí que, incluso, hagan de las embajadas y los consulados unas cunas de clientelismo, lugares para pagar favores. No de otra manera se entiende que personajes de la farándula criolla o representantes del paramilitarismo respondan por la gestión del país allende sus fronteras.

Así, en su propio encerramiento, sometidos a los intereses de la potencia dominante, renunciaron a construir una diplomacia activa y progresista en la región, por lo cual terminaron apoyando a Inglaterra en su coloniaje de Las Malvinas, o actuando de manera tibia frente a los procesos de integración en marcha en el continente.

No son casuales, por tanto, las declaraciones del Presidente y su Canciller, elocuentes en su improvisación y manifestación de desconcierto, permitiendo con ellas asistir a todo el público nacional e internacional, como no sucedía desde hacía muchos años, a una clase –en vivo– de la verdadera política institucional, tal como en los comienzos de nuestra era lo permitió el cónsul romano Poncio Pilatos. Lavado de manos; juego de equilibrios y conveniencias, oportunismos y manipulaciones, en el cual el 'malo' siempre es el otro; las culpas y errores son ajenos, y la población afectada por una u otra decisión siempre es el gran ausente.

El objeto de la disputa


El archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina está ubicado a 190 kilómetros de Nicaragua y a 775 de la Colombia continental. Organización territorial, legado de la época de la Colonia, el archipiélago, que pertenecía al Virreinato de Guatemala, fue entregado en 1803 al Virreinato de la Nueva Granada. Desde entonces, y por más de un siglo, su población y su territorio no fueron valorados por la dirigencia criolla, que los veía, por su cultura y sus tradiciones, como sujetos de la herencia anglófona (5). Pero, además, los desconocía de manera práctica por no aportar de manera notable a la economía nacional. Tras los sucesos que sometieron Panamá a la intervención y coloniaje de los Estados Unidos, los gobiernos de entonces dispusieron alguna atención, pero hasta 1953 no se adoptan medidas concretas para acercar a sus habitantes a la cultura hegemónica en tierra firme.

En aquel año, el dictador Gustavo Rojas Pinilla expidió un decreto que declaró a San Andrés Puerto Libre, y concitó a los habitantes del resto del país para que migraran hacia la isla e invirtieran en ella. La 'colombianización' de este territorio no dio espera: de 5.675 habitantes censados en 1952 subió a 16.731 en 1954, y para 1972 sumaban 22.989, un crecimiento exponencial con graves consecuencias para la población raizal, parte de la cual vendió su tierra y sufrió el deterioro de su calidad de vida.

A la par, con los efectos del sometimiento de su cultura, la isla se vio envuelta en las prácticas económicas, laborales y sociales de los continentales, así como al cambio de sus formas y su tradición arquitectónica, ahogada por las nuevas construcciones erigidas sin orden ni planeación. El auge hotelero, que llegaría unos años después –en parte de la mano del narcotráfico, de puertas abiertas luego de 1992, cuando se eliminó el Puerto Libre–, sería su manifestación extrema. El poblamiento conservó su ritmo, para registrar en 2012, según su gobernadora, Aury Guerreo Bowie, "más de 80.000 personas [...]. Incluso algunos se arriesgan a decir que pueden llegar a los 100 mil habitantes" (6), una cantidad de personas que hace de sus 26 kilómetros cuadrados una de las islas más sobrepobladas del planeta.

Esta 'colombianización', que no es más que la imposición de una visión mercantil, utilitarista y cortoplacista sobre la vida y su entorno, no repararía en la cultura y la tradición de los raizales del archipiélago, seres netamente caribeños, herederos de una formación histórica producto del cruce y legado negro –esclavo– y europeo, ligados al sembrado de la tierra y la pesca, en un entorno en que el mar era incorporado como el 'patio' de la casa, y donde el idioma –creole-, la religión y la música integran otros factores sustanciales de su identidad no valorada ni potenciada. Su relación histórica y permanente con los indígenas miskitos, con asiento en la costa occidental nicaragüense, también aportará a su visión del mundo.

Solamente el despertar raizal, en la lucha por sus derechos, recordará que en el Archipiélago habita una minoría nacional que debe ser asumida y reconocida como tal. Así lo incorpora la Constitución Nacional de 1991, aunque la práctica oficial está lejos de concretar su reivindicación. La presencia de agentes de los Estados Unidos, afanados por el control caribeño, también afectarán la vida cotidiana de los raizales, sometida tanto a las presiones de la violencia como a la crisis ambiental de su territorio, que es producto de la sobreexplotación de los acuíferos y la creciente acumulación de desechos y lixiviados.

Este territorio, desdeñado por la visión centralista y andina, de espaldas al mar, dominante en la esfera estatal, logra su reconocimiento en la última década del siglo XX, tanto por el inventario biótico llevado a cabo como por su potencial en hidrocarburos. La inclusión en el año 2000, por parte de la Unesco, del archipiélago como Reserva de la Biosfera, reafirma el primer aspecto, medida con la cual el organismo internacional reconoció y valora los inmensos arrecifes que allí tienen asiento, con una longitud aproximada de 32 kilómetros y un área de 255 kilómetros cuadrados (7). Es de esos mares de los cuales obtienen en buena medida su supervivencia los 1.123 pescadores artesanales con asiento en el Archipiélago, además de varias empresas pesqueras que faenan en esas aguas (8).

El otro potencial, los hidrocarburos, proyectados en 6.000 millones de barriles de petróleo, casi le genera un desastre a esta Reserva de la Biosfera, al licitar la Agencia Nacional de Hidrocarburos, en el año 2010, su exploración y posible explotación en diversos bloques. Es una decisión por fortuna corregida en 2011, a la luz de una acción popular interpuesta por la Corporación Autónoma Regional de San Andrés y Providencia (Coralina). La licitación de Nicaragua, con igual propósito en esta parte del mar Caribe, evidencia que la concepción y la relación dominante sobre la naturaleza es igual en los grupos de poder que dominan en los dos países, enfrentados en litigios de soberanía.

Acuerdo fundamental en tiempos de crisis sistémica es el cuidado del ambiente. La construcción espacial, y por tanto el ordenamiento territorial, que eviten la amenaza ambiental sobre el archipiélago, exige aceptar que los ecosistemas no dejan de funcionar en las fronteras políticas. La vida, como valor superior a la ganancia, es necesaria para un mundo mejor. Desarrollar un verdadero 'chauvinismo' por esa vida, que apague las pasiones banderizas de la muerte, es una tarea larga y difícil, y exige una dedicación intensa de la llamada sociedad civil si de verdad se pretende una existencia amable en el planeta.

Los retos


Una ventaja y una cualidad destacada siempre del territorio colombiano radican en sus dos mares. Sin embargo, el país se construyó hacia dentro, de espaldas a semejante potencial. De hecho, sus fronteras marítimas nunca se enseñaban en la escuela, y una diplomacia de gran liderazgo hacia esos vecinos nunca descolló. En lo interno, los habitantes de las costas también fueron desconocidos. No es casual que en las costas pacífica y atlántica se registren inmensos índices de pobreza, lo mismo que en el Archipiélago. El desconocimiento de sus habitantes por parte de los sucesivos gobiernos del país permanece en el tiempo.

Se trata de un desconocimiento con evidencia en la reciente visita del presidente Santos, cuando en misión de patrioterismo decimonónico reconoció la necesidad de articular esfuerzos en pro de los habitantes del Archipiélago, que hace necesario –ahora sí– "identificar una serie de proyectos, muchos de ellos que han estado en la mente de muchos de los habitantes hace mucho tiempo" (9).

Es precisamente dentro de este desconocimiento y como parte del dominio de viejas estructuras sociales que la respuesta dada hasta ahora por el gobierno nacional al fallo de la CIJ quedó apegada a un nacionalismo insulso, trasnochado, que pretende despertar profundas fibras humanas que los tiempos, y la revolución tecnocientífica en marcha, con todas sus consecuencias para las formas del pensamiento y la organización social, manda a recoger. Es un nacionalismo que, tal como lo registra la historia, sirve para manipular grandes grupos humanos, que al final terminan perjudicados por las decisiones tomadas en el alto gobierno y los grupos de presión que allí anidan.

Un nacionalismo que responde a una forma de organización política y social aún dominante (el Estado), que hace agua por todos sus costados, y que requiere ser superada por la humanidad para pode cimentar libertad, paz, armonía y equilibrio con la naturaleza. En estas circunstancias, los retos de una dirigencia nacional no pasan por defender a ultranza un territorio sino que deben llevarla a diseñar, con sus vecinos, nuevas estructuras políticas, sociales y económicas de complementación e integración que recojan lo mejor de sus historias y sus sociedades, para potenciarlas hacia la justicia plena, la solidaridad a toda prueba y el buen vivir.

Este debe ser un reto sustancial para la sociedad colombiana, dotada de beneficios naturales que puede y debe compartir con sus vecinos, a partir de un inventario de aquello que éstos también poseen. Es dentro de esta nueva visión que tiene sentido, por ejemplo, impulsar una confederación de países del Caribe y las Antillas (así como integrarnos a las que tomen forma hacia el sur). Tales acercamientos, en primera instancia, deben favorecer –más allá del necesario intercambio comercial– a sus pobladores. Pudiera ser ésta una confederación con el propósito de eliminar las artificiales fronteras que aíslan a unos pueblos de otros, concediéndose múltiples nacionalidades a los habitantes de las fronteras aún hoy existentes, y firmando al mismo tiempo un acuerdo de protección de sus mares que establezca la negativa a la explotación de hidrocarburos, así como la adecuada protección de todas sus especies bióticas, de manera que la industria pesquera no ponga en riesgo la existencia de todas las especies que habitan los fondos marinos.

De seguro, estas proyecciones no tienen asidero en el alto Gobierno, donde la mirada no trasciende los intereses del poder tradicional, y donde las medidas por implementar se restringirán, de seguro, a cerrarle el paso a Nicaragua en su persistente y reiterada pretensión de incorporar el Archipiélago a su territorio.

Pero desde una visión ciudadana alternativa, y como desafío sustancial de cara al presente y el futuro de la humanidad, los retos abiertos por los nuevos tiempos son claros: hay que romper los encerramientos dominantes en Colombia por dos siglos, al tiempo que se deben mirar y analizar y proyectar políticas de nuevo tipo hacia los vecinos, ¡y más allá! El nacionalismo debe llegar a su fin.

1 "EN RESUMEN, la Corte ratificó la soberanía de Colombia sobre el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y la validez y vigencia del tratado de 1928 entre Colombia y Nicaragua, que Nicaragua pretendía desconocer. En segundo lugar, reconoció que todos los cayos del Archipiélago –TODOS– son de Colombia, tal como alegaba nuestro país, y en contra de lo que solicitaba Nicaragua. En tercer lugar, le reconoció mar territorial a cayos como Serrana y Quitasueño. En cuarto lugar, le reconoció al Archipiélago derechos de plataforma continental y de zona económica exclusiva. En quinto lugar, el vínculo entre el Archipiélago y el continente colombiano se mantiene, y Nicaragua no logró que el Archipiélago quedara aislado del territorio continental de Colombia" En Alocución del presidente Juan Manuel Santos sobre el fallo de la Corte Internacional de Justicia, noviembre 19 de 2012. www.presidencia.gov.co.
2 íd.
3 "No hemos acatado el fallo, queremos estudiarlo a profundidad", eltiempo.com, 7:06 p.m., 23 de noviembre de 2012. Al cierre de esta edición se conoció la decisión oficial de renunciar al "Pacto de Bogotá", lo que neutraliza el poder de la CIJ ante otra posible demanda de Nicaragua en reclamo de soberanía sobre el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
4 íd.
5 De la sociedad sanandresana se puede hablar desde el siglo XVIII, "cuando empiezan a llegar pobladores de Irlanda o Escocia, de otras islas caribeñas, como Jamaica y Trinidad y Tobago, y esclavos africanos. La sociedad isleña se empieza a configurar como una sociedad esclavista, productora de algodón, e igualmente contrabandista. A finales del siglo XVIII, debido al creciente contrabando y la posición estratégica que tenían los ingleses desde Providencia para instigar las flotas españolas, la Corona española decide reconquistar este territorio insular. Sin embargo, España aprueba que sigan migrando ingleses y jamaiquinos, lo cual permitió que se fuera construyendo una sociedad con las mismas características culturales que las del resto del Caribe anglófono", Cano Schütz, Adelaidam, "Los raizales sanandresanos: realidades étnicas y discurso político", pasasportecolombiano.wordpress.com
6 "¿Cuántos somos realmente?" El isleño, http://www.xn--elisleo-9za.com/
7 "Los isleños son los 'derechohabientes' y guardianes naturales del territorio marino-costero, cuyo protagonista principal es el sistema arrecifal más extenso y productivo del hemisferio occidental, comparable al bosque húmedo tropical en cuanto a biodiversidad y a servicios ambientales prestados a los isleños, al país y a la región. Constituye parte integral del patrimonio natural y cultural de la nación. Son las pluriselvas tropicales del mar". Mouu, June, Marie, "Petróleo en San Andrés: dos modelos enfrentados", www.razónpública.com, domingo 24 de abril de 2011, 20:01.
8 Según cálculos, "la proyección pesquera de San Andrés para 2013 está definida por cuotas: 150 toneladas de langosta, 16 toneladas de caracol limpio y 895 toneladas de diferentes especies, que son las que capturan los pescadores artesanales", "Estas son las pérdidas económicas que tendrá San Andrés por el fallo de la CIJ", El País, miércoles 21 de noviembre de 2012, www.elpais.com.co).
9 Declaración del presidente Juan Manuel Santos al término de su visita a San Andrés con motivo del fallo de la Corte Internacional de Justicia, 20 nov, www.presidenci.gov.co.
Modificado por última vez en Miércoles, 12 Diciembre 2012 16:18

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