China- Africa La liebre estadounidense y la tortuga china, una fabula de alcance universal (Parte IV)


René Naba
Renenaba.com

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El paso del Rubicón por Ifriqiya

China y el Magreb central.

Argelia, el buque insignia, y la flota china en la zona Sahel-Sahara.

De los tres países del Magreb central (Argelia, Marruecos y Túnez), Argelia ocupa de lejos la posición de socio privilegiado de China, tanto por razones históricas como por afinidades políticas. Una asociación sellada en la época de las guerras de liberación postcoloniales cuando China se dedicó a romper el bloqueo occidental del cual era objeto y Argelia libraba su guerra de independencia contra el poder colonial francés. Marruecos de una manera firme y Túnez de una forma más dúctil se alinearon con el campo pro atlantista.



Un cuarto país, Libia, pasarela entre el Machreq (levante) y el Magreb (el poniente del mundo árabe), aparecía como uno de los principales tanques de petróleo de China, lo mismo que Sudán, dos países sustraídos a la preponderancia china durante la contrarrevolución árabe que siguió a la «Primavera árabe», con la secesión de Sudán del Sur en 2011, acto desencadenante de la revuelta popular de la Plaza Tahrir en El Cairo, y Libia por la intervención falsamente humanitaria de la OTAN en marzo de 2011.


El país más rico, el más desarrollado económicamente, dotado del ejército más poderoso en igualdad con Sudáfrica, su socio y hermano de armas en la lucha por la liberación de África, el más grande y por añadidura fronterizo de siete países (Marruecos, Túnez, Libia, Malí, Mauritania, Níger y RASD), Argelia ocupa una posición central en el Sahara y ambiciona estar en el centro del juego tanto más imperiosamente en cuanto que en el Sahara está en su casa y dispone de una frontera común de 1.800 kilómetros con Malí, es decir, infinitamente más metros que el total de las fronteras de Francia con sus países limítrofes (Alemania, Bélgica, España, Italia y Suiza).


Además Argelia está con Rusia, uno de los dos principales suministradores de gas a Europa occidental, la cual quiere reducir su dependencia de esos dos países situados fuera de la esfera atlantista. Última superviviente del antiguo «frente de rechazo árabe» flanqueada ahora por dos regímenes neoislamistas, Libia y Túnez, así Argelia está clavada al suelo por la cuestión separatista del norte de Malí.


Sin embargo Argelia tiene una experiencia reconocida en el terreno de la guerrilla, adquirida durante su guerra de liberación nacional, a la que se añade la experiencia en la lucha contra el terrorismo adquirida durante el decenio negro (1990-2000), pero también y sobre todo, los expertos están de acuerdo, bajo la batuta soviética durante la guerra de Afganistán (1980-1990). Por eso Argelia no debe a ningún Estado occidental el menor apoyo logístico o financiero en su guerra contra el terrorismo y por eso aparece como el país árabe menos dependiente.


Con 250.000 millones de dólares de reserva, Argelia es el segundo país árabe por la importancia de sus divisas tras Arabia Saudí. De hecho constituye el punto de articulación principal de China en la zona. Su asociación es un reflejo de la calidad de sus relaciones políticas.

Repaso detallado de las obras de China en Argelia:

Gran Mezquita de Argel, la mayor de África.

Aeropuerto internacional de Argel (Houari Boumediene).

Tramo centro y oeste de la autovía este-oeste en 2006 (11.400 millones de dólares).

Ópera de Argel, en Ouled Fayet, a 15 kilómetros al suroeste de la capital, una zona de 17.900 m2.

Hotel Sheraton de Argel, centro hospitalario de Orán y decenas de proyectos de viviendas sociales en Argel, Sétif, Annaba, Constantine, Orán y Rouiba.

El montante del comercio con los chinos supera los 20.000 millones de dólares, entre ellos la gran mezquita de Argel con 1.000 millones de euros. 30.000 chinos viven en Argelia, entre ellos 3.600 comerciantes y hay 567 empresas chinas.


En cuanto al petróleo, se asignó un contrato de 420 millones de euros para el desarrollo del yacimiento de Zarzaitine, en el Sahara. También se construirá una refinería en la región de Adrar, próxima a la cuenca del Sbaa. Según las previsiones de los estrategas occidentales, el África subsahariana podría sustituir a Oriente Medio como principal proveedor energético de Estados Unidos. África occidental dispone de casi 60.000 millones de barriles de reservas petroleras comprobadas. Su petróleo bajo en azufre es un crudo suave, muy apreciado por las petroleras estadounidenses.


Paralelamente a esos descubrimientos Estados Unidos ha multiplicado las iniciativas diplomáticas y militares con el fin de adherir a los países africanos a la estrategia global de EE.UU. En la zona del Sahel senegalés-maliense, así como en Namibia en la frontera con Angola, se han establecido centros de intervención que facilitan el despliegue rápido de las tropas estadounidenses.


En 2003-2004 Estados Unidos lanzó operaciones conjuntas con los países del Sahel contra el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GPS), en el marco del «Programa de Contraterrorismo en África». Los ataques a los turistas franceses en Mauritania en diciembre de 2007, que dieron lugar a la anulación del rallye automovilístico París-Dakar y su traslado a América Latina, así como el atentado a la embajada israelí en Nouakchott dan testimonio de las reticencias locales y regionales ante el despliegue estadounidense en África.


Puerta de África a través del Sahara, dos países del Magreb, Argelia y Marruecos, fueron solicitados para acoger el cuartel general del AFRICOM. Deseoso de acogerlo, Marruecos quería un medio para el reino marroquí de perpetuar su soberanía sobre el Sahara occidental frente a las reivindicaciones independentistas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) apoyada por Argel. Una obsesión del trono marroquí. A pesar de todo, Estados Unidos profesa siempre una preferencia por Argelia, país de nacionalismo quisquilloso cuya adhesión al proyecto habría reforzado su credibilidad.


Marruecos y Túnez: dos boyas escoltas del navío estrella Argelia


Dos países resueltamente pro occidentales, Marruecos y Túnez, aparecen en el dispositivo chino como dos boyas escoltas del navío estrella, Argelia, su principal plaza fuerte en el Mediterráneo occidental.


China-Túnez: Durante 23 años bajo el yugo del dictador Zine el Abidine Ben Alí, antiguo funcionario en el extranjero de los servicios de inteligencia estadounidenses, Túnez redujo a la mínima expresión sus relaciones con China.


El único hecho notable fue la cooperación en el ámbito ferroviario, con el suministro por parte de China de 20 trenes por valor de 133 millones de dinares (alrededor de 85 millones de dólares) para unir la capital, Túnez, a diez ciudades del interior: Béja, Jendouba, Ghardiamou, Gaafur, Dahmani, el Kef (hacia el noroeste), Mateur y Bizerte hacia el extremo norte y Sousse y Sfax.


China podría conseguir el gran proyecto de construcción del segundo aeropuerto internacional de Túnez. La ratificación de un acuerdo económico y técnico entre China y Túnez ha dado lugar a una donación de 80 millones de yuanes, es decir 19 millones de dinares tunecinos. Esta operación, que se ha hecho bajo el nuevo régimen neoislamista, ha provocado especulaciones respecto a una posible «evaporación» de ingresos, un eufemismo para designar un desvío del orden de un millón de dólares.


Sobre fondo de una tensión soterrada entre Francia y Túnez, resultado de un apoyo incondicional de París a la dictadura de Ben Alí y de las interferencias del ministro socialista del Interior Manuel Valls en los asuntos tunecinos, cualquier eventual torpeza francesa podría conducir a Túnez a adherirse más a China en detrimento de los intereses franceses.


China y Marruecos: Dos países de antiguas civilizaciones


Dos países de antiguas civilizaciones, China y Marruecos, contrariamente a las apariencias, mantienen relaciones cincuentenarias establecidas en 1958 a raíz de la independencia de Marruecos. Limitado durante mucho tiempo, el comercio entre ellos se amplió debido al ascenso de China a quinto proveedor de Marruecos por delante de Estados Unidos y Alemania. Quinta potencia económica de África, primer productor y exportador de fosfatos del mundo, en la unión del océano Atlántico y el mar Mediterráneo, Marruecos ofrece perspectivas atractivas a China que importa, desde 2011, 750.000 toneladas de fertilizantes fosfatados marroquíes al año.


Aparte de cualquier controversia, las relaciones entre China y Marruecos parece que siempre deben limitarse en razón del papel de Marruecos en el continente africano. Socio oculto de la diplomacia soterrada árabe-israelí, acróbata de vanguardia de la estrategia atlantista en África, el posicionamiento marroquí se sitúa en la prolongación de la cooperación estratégica de Estados Unidos con las petromonarquías del Golfo. En línea con esta cooperación, el reino marroquí se sitúa siempre en la vanguardia de la lucha por la defensa de los intereses occidentales en el continente africano, un combate que confunde por otra parte con la supervivencia del régimen monárquico.


Miembro del «Safary club» en el apogeo de la Guerra Fría soviética-estadounidense (1948-1989), Marruecos garantizó la protección y la supervivencia de los regímenes africanos pro occidentales, especialmente el Zaire de Mobutu y el Togo de Eyadema, con la firma de una alianza secreta, alentada por Estados Unidos, entre Arabia Saudí, que fue financiada por Francia, su estratega, y Marruecos su ejecutor.


Base de repliegue del comando estratégico francés en la época de la Guerra Fría, ese papel soterrado se manifestó por otra parte de manera brillante en la complicidad francesa en la desaparición de Mehdi Ben Barka, jefe de la oposición marroquí, así como en el papel asumido por Marruecos de basurero de los tiranos pro occidentales derrocados a quienes sus antiguos protectores decretaron indeseables ipso facto a pesar de los magníficos servicios prestados. Fue el caso del asilo concedido al presidente Mobutu de El Zaire, repudiado por Francia a la que sin embargo había servido celosamente durante casi 30 años.


Por otra parte Estados Unidos acaricia el proyecto de establecer en Marruecos el cuartel general del AFRICOM, el nuevo cuerpo del ejército asignado a África. Una elección por defecto tras el rechazo de Argelia y de Nigeria, dos actores principales del continente, de alojar el cuartel general del séptimo cuerpo del ejército estadounidense. Preocupado por diversificar sus alianzas, Estados Unidos se dirigió en primer lugar a esas dos potencias africanas emergentes, aunque la primera es blanco de acciones de tipo terrorista (Boko Haram) y la segunda de operaciones de desestabilización cíclicas.


La región de Tan Tan en el extremo sur de Marruecos, en el límite de las fronteras del Sahara Occidental, próxima a la aldea de Ras Dari, está destinada a albergar ese proyecto u otros parecidos en el futuro. Debido a su proximidad a las costas atlánticas marroquíes, el sitio ofrece facilidades para la marina estadounidense. Además de la base de Tan Tan, Estados Unidos dispone en Marruecos de la base aérea de Ben Jarir, a unos 60 kilómetros de Marrakech y la estación radiofónica de VOA (Voice of America) en Tánger.


Superviviente de una tradición colonial, el AFRICOM anteriormente estaba vinculado al comando europeo de Stuttgart en el USEUCOM (United States European Command). La región del Sahel, en particular Malí y Mauritania, constituyen una base de repliegue de los grupos yihadistas. Antes Estados Unidos vigilaba África por medio de tres comandos: Central Command (CENTCOM) cuya zona de responsabilidad se extendía por 27 países de los cuales siete son africanos; Commandament européen (EUCOM), su zona cubre 91 Estados de los que 42 son africanos; y finalmente el Commandement Pacifique (PACOM), que tiene autoridad sobre una zona que cubre Madagascar y las islas periféricas del este del continente africano.


¿Casualidad o desafortunada coincidencia? Los tres países de la zona del Sahel-Sahara, Sudán, Libia y el norte de Malí, situados en la esfera de influencia china, han sido objetivos de operaciones de desestabilización a favor de la contrarrevolución árabe llevada a cabo por el campo atlantista. Malí, curiosamente a través del movimiento islamista pro catarí «Ansar Ed Dine», partidario de la religión y uno de los afluentes de al-Qaida.


Símbolo de la cooperación saudí-estadounidense en la esfera árabe musulmana en el apogeo de la Guerra Fría soviética-estadounidense, el movimiento de Osama Bin Laden tenía vocación de una dimensión planetaria, a la escala del Islam, a la medida de las capacidades financieras del reino de Arabia.


La Yihad ha tomado una dimensión planetaria conforme a la dimensión de una economía globalizada con la sustitución de los capos de la droga por las petromonarquías en la financiación de la contrarrevolución mundial. En la década de 1990 como en la de 2010 para enfrentar la primavera árabe. Si la guerra de Vietnam (1955-1975), la contrarrevolución en América Latina, especialmente en Cuba, así como la guerra antisoviética de Afganistán (1980-1989) fueron ampliamente financiadas por el tráfico de drogas, la irrupción de los islamistas en el escenario político argelino señaló la primera concretización de la financiación «petromonárquica» de las protestas populares de gran amplitud en los países árabes.


Daño colateral de las relaciones del poder, Argelia pagará el precio en cuanto que este país revolucionario, aliado de Irán y Siria, núcleo del frente de rechazo árabe, ha evolucionado a electrón libre debido a la neutralización de Egipto por su tratado de paz con Israel y la fijación de Siria en la guerra de Líbano.


Sin embargo los islamistas argelinos tuvieron mala suerte de que el despliegue de tropas occidentales –entre ellas 60.000 soldados judíos estadounidenses- en la proximidad de los Lugares Santos del Islam, en la región occidental del reino, con ocasión de la primera guerra contra Irak en el Golfo, en 1990, que los colocó en una posición inestable con sus proveedores de fondos, obligando a su líder Abassi Madani a tomar distancias de los saudíes. A título de daño colateral, el desembarco de las «fuerzas impías» en la tierra de la profecía constituirá el motivo de ruptura entre Osama Bin Laden y la dinastía wahabí.


La instrumentalización del Islam como arma de combate político, en tanto que antídoto del nacionalismo árabe antiestadounidense, a raíz del incendio de la mezquita de Al Aqsa (1969) dio lugar a un cambio del centro de gravedad del mundo árabe de la orilla mediterránea al Golfo, es decir, de los países del campo de batalla a la zona petrolera bajo protectorado angloestadounidense. Con la consecuencia de la sustitución del lema de la solidaridad islámica por el movilizador de la unidad árabe, así como la desviación de la causa árabe, en particular la cuestión palestina, hacia combates periféricos (guerra de Afganistán, guerra de los «contras» nicaragüenses contra los sandinistas) a miles de kilómetros de Palestina, y en la actualidad a guerras contra los propios países árabes (Libia, Siria) o países africanos (Norte de Malí).


Bajo el paraguas de la guerra «preventiva» contra el «terrorismo», en realidad Estados Unidos está librando de forma subliminal una guerra «preventiva» contra una amenaza china mucho más terrible. «Persiguiendo con constancia un islamismo radical humillado para fabricar un malvado presentable, los estadounidenses establecen el aparato militar y estratégico necesario para un enfrentamiento inevitable con China», sostiene Jean-François Susbielle en su libro Chine-Etats Unis, la guerre programmée, First Edition 2006. «La instalación de bases militares permanentes alrededor de China y las iniciativas geopolíticas estadounidenses con respecto a Oriente Medio se inscriben en los preparativos de una logística de guerra contra Pekín. Estados Unidos y China tienen pronto una cita con la historia», predice Jean-François Susbielle.


La desestabilización de Argelia aparece de nuevo en el orden del día de la «primavera árabe de los países occidentales», prevista a raíz de la apropiación occidental de Libia a juzgar por las predicciones de Nicolás Sarkozy, que antes de su salida de la política exclamó alegremente de forma repetida «en un año Argelia y en tres años Irán». Argelia, igual que Irán y Siria, figura en el nuevo eje del mal diseñado por los estrategas occidentales para mantener bajo presión a los países emergentes situados fuera de la órbita occidental. Pero el posicionamiento argelino frente a la operación Serval, la expedición francesa a Malí, podría haber cambiado la situación.


«Quien tenga África tendrá Europa», dijo Karl Marx


El eje China-Europa constituye las dos extremidades de la vasta extensión continental euroasiática, el centro de gravedad permanente de la geoestrategia de la historia del planeta materializado en las rutas de la seda, del perfume, del incienso y últimamente la ruta de la droga. El norte de África constituye el segmento sur.


Tierra elegida para la subcontratación de la industria europea, Túnez alberga casi 2.000 empresas deslocalizadas de la industria mecánica y electrónica y textiles y de ropa. Emplea a 200.000 personas y exporta el 97% de su producción a la Unión Europea. En Marruecos existe la misma situación.


El Magreb central constituye un conjunto regional de más de tres millones de kilómetros y 80 millones de habitantes con la perspectiva de un incremento de un tercio de la población para llegar a 125 millones en el año 2020. Ese socio de primer orden de Europa, que bordea el flanco meridional en la unión del mundo árabe bereber y africano, ha visto siniestrada su economía por la cleptocracia, el nepotismo y el saqueo, los defectos propios de los dictadores; y en un contexto de globalización acelerada y competencia exacerbada, por el predominio del comercio con la antigua metrópolis sobre la cooperación Sur-Sur y los intercambios interárabes y árabes-africanos.


Lo mismo que los demás países árabes, el Magreb padece la falta de un proyecto viable de sociedad, un desperdicio de energía y un autoritarismo burocrático. Un cuarto de siglo después de los aires revolucionarios que soplaron en el Magreb (1984) insuflados por un descontento popular difuso y por el marasmo económico mundial en un mundo árabe musulmán con una crisis de identidad, un nuevo impulso acaba de derribar el edificio inteligente erigido en la orilla sur de Mediterráneo destinado a eternizar la hegemonía occidental en la zona. En contrapartida, ese edificio mantuvo el Magreb en situación de mercado cautivo y lo convirtió en un aliviadero de la sociedad occidental para el turismo masivo, un taller barato para el mantenimiento de la competitividad internacional de Europa, refugio de sus jubilados al final de la vida, rampa estratégica del pacto atlántico frente a la penetración de China en África y patio trasero económico y político.


Precisamente el Magreb constituye el último dique antes del rodeo completo de Europa a África según el antiguo precepto maoísta de rodear las ciudades por el campo. Si China sale victoriosa de su partida, Francia, el eslabón débil del aparato del bloque atlantista en la zona, quedará condenada inevitablemente al papel de eslabón perdido de la dirigencia mundial del planeta ya que el Magreb, su zona de influencia durante mucho tiempo, representa el principal yacimiento de la francofonía y de la subcontratación de la economía francesa, garantía del mantenimiento de la competitividad gala.

«Para ganar una guerra se trata de no hacerla y en realidad, si es posible, librar otra batalla disimulada y ferozmente negada. El arte de la guerra consiste en conducir al adversario a través de la niebla hasta el punto en el que, en el límite del estallido del conflicto, el rival se dé cuenta de que la guerra es inútil porque ya la ha perdido. El auténtico estratega construye su política (ya que se trata de política) por todos los medios en función del tratado que impondrá a su rival permitiéndole «salvar la cara» e incluso llegando a hacerle creer que sale beneficiado», recomendaba Sun Tzu, el gran estratega chino del siglo IV a. C. en su famoso libro El arte de la guerra.
Una espiral paranoide: China, acreedora principal de Estados Unidos, poseedora de un sólido colchón de bonos del tesoro del orden de 1,8 billones de dólares, percibe anualmente casi 50.000 millones de dólares en concepto de intereses de la deuda, que China se apresura a invertir en África en una espiral paranoide que desemboca en que Estados Unidos financia la expansión china en África que pretende combatir. El mismo impulso paranoide por parte de Francia, que paga anualmente 50.000 millones de euros de intereses de su deuda colosal y se niega a eliminar la carga de la deuda africana.


Al final de una navegación centenaria, réplica lejana de la «guerra del opio» de 1840 que obligó a China a abrirse al comercio europeo, la flota del Gran Timonel, desafiando tempestades y escollos, llegó por fin a buen puerto. Y abordó victoriosamente los «Mercados del imperio» a paso de tortuga.


Seis siglos después de que Vasco de Gama llegase a China con la ayuda de su guía el navegante árabe Ahmad Ibn Majid, seis siglos después del desembarco de Marco Polo, quien obligó a China a adoptar las normas occidentales, el imperio del Medio ahora se ve y se considera el centro del mundo. En menos de dos decenios sus descendientes han lavado la humillación nacional desalojando a las antiguas potencias coloniales de su mercado cautivo de África y convirtiendo a China en la segunda potencia económica del continente. La forma china de devolver la moneda a sus rivales occidentales.


En los extremos del Mare Nostrum, una línea mediana va de Argel al puerto griego de El Pireo, la plaza fuerte china en el comercio europeo. Una línea percibida por el conjunto del planeta como la línea de demarcación de las nuevas relaciones de fuerza mundiales. Una línea trazada con tinta china. A poca distancia del Coloso de Rodas.


Hic Rhodus, hic salta: El paso del Rubicón también se hará por el Mediterráneo Occidental, el Norte de África, el Magreb, el poniente del mundo árabe, la antigua Ifriqiya de la época romana.


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