Cincuenta años de embargo estadounidense: logros sanitarios y lecciones

Paul K. Drain, Michele Barri
Science
Abril de 2010

A pesar de las consecuencias que tuvieron las sanciones en el abastecimiento de medicamentos y suministros médicos, los logros de Cuba en materia de salud son similares a los de los países desarrollados.

El embargo comercial de EE UU sobre Cuba, decretado después de que la revolución castrista derribara el régimen de Batista, cumple su cincuentenario en 2010. Su objetivo declarado fue llevar la democracia al pueblo cubano, pero un informe del Senado de EE UU de 2009 concluyó que “el embargo unilateral sobre Cuba no ha conseguido su propósito declarado”. El apoyo nacional e internacional al embargo es endeble(1) y muchos dirigentes políticos y empresariales proponen cambiar la política de EE UU hacia Cuba; el presidente Obama ha levantado parcialmente las restricciones a los viajes y las remesas de los cubanoamericanos. A la luz de estos cambios de opinión y de política, y en vista del replanteamiento inminente del sistema sanitario de EE UU, examinamos las consecuencias y lecciones de “uno de los embargos más complejos y duraderos de la historia moderna”.


En las décadas previas a la de 1960, el apoyo económico estadounidense contribuyó a que la esperanza de vida media en Cuba, aunque iba a la zaga de la de dos de sus vecinos norteamericanos, EE UU y Canadá, por ejemplo, superaba la de otras regiones latinoamericanas. En respuesta a la expropiación de bienes pertenecientes a ciudadanos de EE UU, el Gobierno de este país impuso restricciones a la importación de azúcar cubano en 1960, seguidas en 1963 de la prohibición de todo comercio de alimentos, medicamentos y suministros médicos. El embargo se mantuvo con muy pocos cambios y apenas afectó a la economía cubana durante la guerra fría, en gran medida gracias al amplio apoyo financiero de la Unión Soviética. En 1983, Cuba producía más del 80% de sus fármacos con materias primas químicas adquiridas de la URSS y de Europa y no abundaban las noticias sobre la escasez de medicamentos. Durante los primeros 30 años del embargo, la esperanza de vida media de las cubanas y cubanos aumentó 12,2 años, al mismo ritmo que la zona del Caribe y Sudamérica.

Tras el colapso de la Unión Soviética

Cuando se desmoronó la Unión Soviética en 1989, la ayuda exterior empezó a fallar, lo que afectó negativamente a la economía cubana y la salud de su población. La ingesta de calorías por parte de los adultos cayó un 40%, la proporción de neonatos con un peso inferior al normal (menos de 2.500 gramos) aumentó un 23%, la anemia era una afección común entre las mujeres embarazadas y el número de intervenciones quirúrgicas realizadas disminuyó un 30%. Tras una década de declive constante, la mortalidad total de Cuba había ascendido un 13%.

La Ley Torricelli promulgada en 1992 en EE UU agravó el embargo; el número de filiales de empresas estadounidenses con sede en el extranjero que tenían permiso para vender medicamentos a Cuba se redujo drásticamente. La Ley Helms-Burton de 1996 estaba destinada a penalizar a los países que comerciaran con Cuba. Al término del siglo XX, pocas compañías farmacéuticas internacionales suministraban fármacos o materias químicas esenciales a Cuba.

Antes de Torricelli, Cuba importaba de filiales de empresas de EE UU bienes por un valor de 719 millones de dólares al año, sobre todo alimentos y medicamentos, que representaban el 90% de dichas importaciones. Entre 1992 y 1995 solo se aprobaron ventas de dichas filiales por valor de 0,3 millones de dólares. En 1996, el formulario nacional cubano, que había contenido 1.300 productos médicos, no contaba con más de 900. La escasez de fármacos se asoció a un aumento del 48% de las muertes por tuberculosis entre 1992 y 1993; el número de casos de tuberculosis en 1995 triplicó el de 1990. A raíz de la escasez de productos químicos de cloración se registró un aumento de las enfermedades diarreicas en 1993 y 1994 y un brote de síndrome de Guillain-Barré en 1994, atribuidos a aguas contaminadas con Campylobacter. Una epidemia nacional de neuropatía óptica y periférica, que comenzó en 1991, se asoció con malnutrición y escasez de alimentos. A pesar de que EE UU levantaran en 2000 las restricciones a la venta de productos alimenticios a Cuba (2), el embargo de medicamentos y suministros médicos no cesó. Las importaciones cubanas de productos médicos de EE UU no han aumentado sustancialmente desde 2001. Aunque establecer una relación causal es difícil, las sanciones comerciales estadounidenses mermaron la disponibilidad de medicamentos y tuvieron probablemente efectos focales graves en la salud de los habitantes de la isla.

Buena salud a pesar de la debilidad económica

No obstante, el efecto de las sanciones en el sistema financiero cubano, en los suministros médicos y en las campañas de salud pareció atenuarse gracias a su éxito en otros aspectos de la asistencia sanitaria. A pesar del embargo, Cuba ha logrado mejores resultados en materia de salud que la mayoría de países latinoamericanos, que además son similares a los de los países más desarrollados. Cuba tiene la mayor esperanza de vida media (78,6 años) y la mayor densidad de médicos por habitante (59 médicos por cada 10.000 habitantes), así como la menor tasa de mortandad neonatal (5,0 por cada 1.000 neonatos vivos) e infantil (7,0 por cada 1.000 neonatos vivos) entre 33 países latinoamericanos y caribeños.

En 2006, el Gobierno cubano invirtió unos 355 dólares por habitante en salud, el 7,1% del Producto Interior Bruto (PIB). El coste anual de la sanidad de cada estadounidense fue de 6.714 dólares, un 15,3% del PIB de EE UU. Asimismo, Cuba gastó menos en salud que la mayoría de países europeos. Sin embargo, el bajo coste de la sanidad no explica plenamente por sí solo los éxitos cubanos (3), que tal vez tenga que ver más con su insistencia en la prevención de enfermedades y la atención primaria, que se desarrollaron durante el embargo comercial de EE UU.

Cuba cuenta con uno de los sistemas de atención primaria más proactivos del mundo. Puesto que educan a la población en materia de prevención de enfermedades y de fomento de la salud, los cubanos no necesitan tantos suministros médicos para mantener una población sana. El ejemplo contrario es EE UU, que se basa en gran medida en suministros y tecnologías médicas para mantener una población sana, claro que a un coste muy elevado.

El sistema de enseñanza y formación médicas se centró en la atención primaria desde 1960, cuando Cuba creó el Servicio Médico Social Rural para animar a los jóvenes doctores a trabajar en zonas rurales. En 1974, todos los licenciados en medicina debían dedicar hasta tres años a practicar la medicina comunitaria en una zona rural. Actualmente, una vez finalizados los estudios de medicina, el 97% de los licenciados emprenden una formación residencial de medicina familiar que dura tres años, denominada “medicina general integrada”. Concluida la práctica residencial, alrededor del 65% de los médicos se dedicarán a la atención primaria, mientras que los demás cursarán una especialidad.

Cuba ha creado asimismo una infraestructura sanitaria de apoyo a la asistencia primaria. En 1965 se creó un sistema de policlínicas de base comunitaria donde se presta atención primaria y especializada y pruebas de laboratorio y diagnóstico a una población de 25.000 a 30.000 habitantes. Cada una de las 498 policlínicas del país adapta sus servicios médicos y su enseñanza al perfil epidemiológico de su población local. Cuba añadió en 1984 otro nivel de atención primaria creando clínicas de medicina familiar por barrios, llamadas “consultorios”. Una policlínica sirve de plataforma organizativa para un total de 20 a 40 consultorios. Cada habitante cubano ha de ser examinado por un médico del consultorio por lo menos una vez al año.

Cuba tiene una de las tasas de vacunación y porcentajes de partos asistidos por personal sanitario cualificado más elevados del mundo. La asistencia prestada en los consultorios, las policlínicas y los grandes hospitales regionales y nacionales es gratuita para los pacientes, con excepción de algunos tratamientos subvencionados. Esta prioridad dada a la atención primaria, a la formación en salud comunitaria, a la cobertura universal y a la accesibilidad de los servicios sanitarios explica tal vez por qué Cuba alcanza resultados equiparables a los del mundo desarrollado en materia sanitaria con un presupuesto propio de un país en vías de desarrollo.

Lecciones políticas: viajes, comercio, sanidad

La mayoría de los estadounidenses, tanto demócratas como republicados, están a favor de mejorar las relaciones con Cuba o aliviar las sanciones sobre la isla. El Congreso de EE UU está debatiendo un proyecto de ley que suprima las restricciones a viajar (H.R. 874/S. 428) y otros que permitirían levantar el embargo y facilitar las importaciones de productos médicos y los viajes a Cuba (H.R. 188, H.R. 1530, H.R. 1531 y H.R. 2272). El Gobierno de Obama parece dispuesto a firmar estos proyectos para convertirlos en ley. Nosotros estamos a favor de que se promulguen leyes que por lo menos permitan viajar sin restricciones a Cuba y levantar el embargo sobre medicamentos y suministros médicos. Una política mejor eliminaría el embargo comercial.

En marzo de 2010, el Congreso aprobó un proyecto de ley encaminado a reforzar los sistemas de salud y ampliar el envío de profesionales sanitarios cualificados a los países en vías de desarrollo (H.R. 4933). Cuba lo hace activamente desde 1999, cuando abrió la Escuela Latinoamericana de Medicina para formar a más de 10.000 estudiantes de Medicina de todo el mundo cada año. Asimismo, médicos cubanos siguen yendo a trabajar a algunos de los países más pobres del mundo, una práctica que se inició en 1961.

En el frente interno de EE UU, dado el reciente impulso en apoyo a la reforma sanitaria, puede que haya la oportunidad de aprender de Cuba una serie de valiosas lecciones sobre el desarrollo de un sistema sanitario realmente universal que priorice la atención primaria. Tal vez la adopción de algunas de las políticas sanitarias más exitosas de Cuba constituya el mejor primer paso hacia una normalización de las relaciones. El Congreso podría solicitar un estudio del Institute of Medicine sobre los logros del sistema sanitario cubano y sobre la mejor manera de emprender una nueva era de cooperación entre científicos estadounidenses y cubanos.

Paul K. Drain y Michele Barry son profesores de la Facultad de Medicina, Universidad de Stanford, Palo Alto, California (EE UU)

Notas: 

(1) La Asamblea General de las Naciones Unidas se ha manifestado por amplia mayoría en contra del embargo durante los últimos 17 años, y la Organización de Estados Americanos ha declarado que el embargo de alimentos y medicamentos constituye una violación del Derecho internacional. Una encuesta de abril de 2009 reveló que la mayoría de estadounidenses apoyan la supresión de la prohibición de viajar (64%) y el restablecimiento de relaciones diplomáticas (71%) con Cuba.
(2) Cuba comenzó entonces a comprar alimentos directamente de EE UU y en 2007 este país ya era el principal proveedor de alimentos a Cuba.
(3) Previo ajuste estadístico de los salarios de los médicos cubanos (alrededor de 216 a 324 dólares al año) al promedio aproximado de los salarios en la asistencia primaria en EE UU (150.000 dólares al año), el coste de la asistencia sanitaria en Cuba asciende a más del triple (1.248 dólares por habitante), cifra equiparable a la de muchos países europeos.