EEUU: Guerra al desocupado

Paul Krugman
The New York Times

“Los modernos conservadores creen que el ser nacional estadounidense se está desdibujando por culpa de los programas sociales”.
La vida es demasiado fácil para los desempleados? Usted quizás piense que no, y yo definitivamente no lo creo. Sin embargo, es lo que creen muchos, tal vez la mayoría de los republicanos. Y están actuando de conformidad con esa creencia: hay un movimiento nacional que busca castigar a los desocupados basado en la propuesta de que EE.UU. puede curar el desempleo haciendo que los desocupados sean aún más desgraciados.

Consideremos, por ejemplo, el caso de Carolina del Norte. El estado fue muy castigado por la Gran Recesión, y su tasa de desocupación, del 8,8%, es una de las más altas de Estados Unidos, más aún que en California o Michigan, que padecen el flagelo desde hace mucho tiempo. Como ocurre en todas partes, muchos de los desempleados han estado sin trabajo por seis meses o más, debido a un contexto nacional en el que la cantidad de personas que buscan un empleo triplica a la cantidad de puestos de trabajo disponibles.
Pese a esto, el gobierno de ese estado acaba de recortar fuertemente la ayuda a los desempleados. De hecho, los republicanos, a cargo del gobierno, estaban tan entusiasmados con recortar la ayuda que no redujeron simplemente la duración de los beneficios, sino también el beneficio semanal promedio, haciendo que Carolina del Norte sea inelegible para los 700 millones de dólares de ayuda federal a los desempleados de larga data.
Es patético. Pero lo peor es que Carolina del Norte no está sola: algunos otros estados han recortado los beneficios para los desempleados, aunque ninguno a costa de dejar caer la ayuda federal. Y en el plano nacional, el Congreso está permitiendo que expiren los beneficios extendidos que se incorporaron durante la crisis económica, aun cuando la desocupación de largo plazo se mantiene en su máximo histórico.
¿Qué está pasando? ¿Es sólo crueldad? Bueno, el partido republicano, que piensa que el 47 por ciento de los estadounidenses se aprovecha de los creadores de empleo, que en muchos estados niega el acceso a la salud a los pobres sólo para perjudicar al presidente Obama, no rezuma exactamente compasión. Pero la guerra a los desempleados no está motivada únicamente por la crueldad; es más, en cambio, una convergencia de maldad y análisis económico deplorable.
En general, los conservadores modernos creen que nuestro ser nacional se está desdibujando por culpa de programas sociales que, en las memorables palabras de Paul Ryan, presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara Baja, “transforman la red de seguridad en una hamaca que adormece a personas sin discapacidad y las lleva a vidas de dependencia y complacencia”. Más específicamente, creen que el seguro de desempleo alienta a las personas sin trabajo a permanecer desocupadas, en lugar de aceptar empleos disponibles.
¿Hay algo de cierto en esta creencia? El beneficio de desempleo promedio en Carolina del Norte es de US$299 por semana, antes de impuestos. ¡Qué hamaca! Quien imagine que los desempleados deliberadamente eligen vivir una vida de ocio no tiene idea de lo que es la experiencia de la desocupación, especialmente la desocupación por tiempo prolongado. Sin embargo, hay cierta evidencia de que los beneficios de desempleo hacen que los trabajadores se vuelvan un poco más selectivos en sus búsquedas laborales. Cuando la economía es floreciente, esta selectividad adicional puede hacer subir la tasa de desempleo “que no acelera la inflación”, es decir, aquella a partir de la cual la inflación comienza a aumentar, induciendo a la Reserva Federal a incrementar las tasas de interés y ahogar la expansión económica.
Pero todo esto es irrelevante en nuestra situación actual, en la que la inflación no es una preocupación y el problema de la Fed reside en que no puede bajar lo suficiente las tasas de interés. Recortar los beneficios de desempleo va a desesperar aún más a los desempleados, y no va a contribuir en nada a crear más puestos de trabajo. Esto significa que aun si algunos de los actuales desocupados lograsen encontrar trabajo, será únicamente quitándoles el trabajo a los que hoy lo tienen.
Pero… ¿y qué hay de la oferta y la demanda? ¿La desesperación de los desocupados acaso no reduce la presión sobre los salarios? ¿Y los costos laborales más bajos no estimulan el crecimiento del empleo? No. Esa es una falacia de generalización. Bajar el salario de un trabajador puede ayudarlo a salvar su empleo porque lo vuelve un trabajador más barato que sus competidores, pero recortar los salarios de todos reduce los ingresos de todos, y empeora la carga de la deuda, una de las principales fuerzas que refrena la economía.
¡Ah! Y no olvidemos que reducir los beneficios para los desempleados, muchos de los cuales viven al día, provoca una redución del nivel general del gasto, lo cual también empeora la situación económica y destruye, a su vez, más puestos de trabajo.
La iniciativa de recortar los beneficios de desempleo, entonces, es contraproducente y cruel; engrosará las filas de desocupados y hará que sus vidas sean aún más desgraciadas.
¿Puede hacerse algo para revertir este giro negativo de la política? Los que se proponen castigar a los desempleados no se verán disuadidos por los argumentos racionales; ninguna acumulación de pruebas los hará cambiar de opinión. Mi impresión es que la guerra contra los desempleados ha avanzado mucho, en parte, porque está ocurriendo debajo del radar y muchas personas no saben lo que está sucediendo.
Bueno, ahora lo saben. Y deberían indignarse.