Gran Bretaña: Subvenciones agrícolas; la más flagrante transferencia de fondos a los ricos


George Monbiot*
 Sin Permiso


 

El silencio es lo que me desconcierta. La semana pasada, el ministro de Economía se dirigió al Parlamento para anunciar nuevos recortes a las prestaciones de los muy pobres. Ese mismo día, en Luxemburgo, el gobierno británico batallaba para mantener las prestaciones de los muy ricos. Y lo consiguió. En consecuencia, algunas de las personas más ricas del país seguirán recibiendo millones de libras en forma de subsidios a sus ingresos de parte de los contribuyentes.


No ha habido ni un amago de protesta. El Guardian no lo ha mencionado. UK Uncut [organización que hace campaña contra la política de recortes] guarda silencio. Lo mismo, en el otro extremo del espectro, pasa con el UKIP  (UK Independence Party).

Me estoy refiriendo a la más flagrante transferencia de dinero de los pobres a los ricos que ha tenido lugar en la era del sufragio universal: los subsidios agrícolas. La principal subvención, la asignación por explotación (“single farm payment”), se distribuye por hectárea. Cuanta más tierra se posee o se arrienda, más dinero recibes.   

Desde 1999, los países europeos más progresistas han estado tratando de limitar la porción de fondos públicos con las que puede hacerse un agricultor de acuerdo con la Política Agrícola Común (PAC). Parecía que este año podrían por fin tener éxito. Pero a lo largo de las negociaciones concluidas la semana pasada, se resistieron dos gobiernos sobre todo: esos resueltos adalides del libre Mercado, Alemania y el Reino Unido. Gracias a su cabildeo, se ha logrado demorar aún más cualquier decisión.

Había dos propuestas para limitar las ayudas financieras a los super-ricos, conocidas como topes y degresividad. Poner topes significa que nadie debería recibir más de una cierta cantidad: el límite propuesto estaba en 300.000 euros (250.000 libras) anuales.  La degresividad significa que más allá de un cierto punto comienza a descender la tasa recibida por hectárea. Se suponía que esto tendría efecto desde los 150.000 euros. El responsable de Medio Ambiente del Reino Unido, Owen Paterson, tumbó ambas propuestas.

Cuando nuestro gobierno afirma que "tenemos que ayudar a nuestros agricultores, lo que quiere decir es que "debemos ayudar al 0,1%". La mayor parte de la tierra es propiedad de personas sobradamente opulentas. Algunos de ellos son millonarios que vienen de otros lugares: jeques, oligarca y magnates de la minería que poseen enormes fincas en este país. Aunque pudieran no llegar a pagar impuestos en el Reino Unido, reciben millones en subvenciones agrícolas. Se trata de los turistas de prestaciones de mayor éxito del mundo. Sin embargo, entre el terror manufacturado acerca de los inmigrantes que viven a costa de las prestaciones del Bienestar británico, apenas sí escuchamos una palabra en su contra.

El ministro responsable de los recortes del subsidio familiar a los pobres, Iain Duncan Smith, vive en una finca propiedad de la familia de su mujer. A lo largo de los últimos 10 años, ha recibido 1,5 millones de euros en subsidios familiares de los contribuyentes. ¿Qué mayor evidencia de este doble rasero nos hace falta antes de que empecemos a tomar nota?

Gracias en buena medida a los subsidios, el valor del suelo agrícola se ha triplicado en diez años: se ha elevado más rápidamente que casi cualquier otro activo especulativo. A los agricultores se les exime del impuesto de sucesiones y del impuesto sobre los beneficios del capital. Pueden construir sin permiso de edificación estructuras que a mortales menores se les prohibiría erigir, impulsando tanto su capital como sus ingresos. Y tienen ingresos garantizados de parte del Estado. Pero todo lo que escuchamos de sus dirigentes es un continuo lloriqueo.

Todavía tengo yo que advertir una palabra de gratitud de la Unión Nacional de Agricultores (National Farmers Union) para con los contribuyentes en apuros que les permiten mantener su distinción a sus miembros. La UNA, dominada por los mayores terratenientes, posee un genio peculiar para sacar los violines. Pone delante a los pequeños agricultores en aprietos. Los verdaderos beneficiarios de sus medidas políticas son los barones cultivadores que se ocultan detrás de ellos.

Un sistema de subvenciones sin topes perjudica los intereses de los pequeños agricultores. Refuerza la economía de escala de  la que disfrutan los mayores terratenientes, ayudándoles a echar fuera del sector a los pequeños agricultores. Un tope justo (digamos de 30.000 euros) ayudaría a los pequeños agricultores a competir con los grandes.

De modo que esta es la cuestión: ¿Por qué seguimos teniendo esta deferencia con el Gran Granjero? ¿Por qué no se ponen en cuestión sus lacrimógenas historias? ¿Por qué se tolera este espectacular despilfarro en el siglo XXI?  

Hay aquí tres explicaciones posibles. Una elevada proporción de los libros dirigidos a los niños más pequeños tratan de animales de granja. Hay por lo general una familia de cada especie animal y viven en armonía unos con otros y con el granjero de sonrosadas mejillas. Comprensiblemente, nunca aparecen el sacrificio, la matanza, la castración, los contenedores y jaulas, pesticidas y estiércol. Las granjas-escuela que han brotado por toda Gran Bretaña cosifican y refuerzan esta fantasía. Quizás estos libros inculcan sin querer – en el arranque mismo de la consciencia – una fe profunda e incuestionada en las virtudes de la economía agrícola.

Quizás, después de ser brutalmente desahuciados de la tierra durante siglos de cercamientos, hemos aprendido a no pasar por allí, siquiera mentalmente. Enfrentarse a esta cuestión parece como una transgresión, aunque les hayamos dado tanto de nuestra dinero que podrían haber comprado varias veces toda la tierra de la Gran Bretaña.  

Quizás sufrimos también una vergüenza cultural hacia aquella gente que se gana la vida con la tierra y el mar, y vemos sus vidas, por ricas y mimadas que sean, como auténticas de algún modo, mientras que las nuestras dan la sensación de ser artificiales.

Cualquiera que sea la razón, es hora de que superemos estas inhibiciones y nos enfrentemos a este desvergonzado robo a los a manos de los ricos. La actual estructura de subvenciones agrícolas resume el proyecto definitorio del gobierno británico: capitalismo para los pobres y socialismo para los ricos.   

*George Monbiot es uno de los periodistas medioambientales británicos más consistentes, rigurosos y respetados, autor de libros muy difundidos como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive State: The Corporate Takeover of Britain, así como de volúmenes de investigación y viajes como Poisoned Arrows, Amazon Watershed y No Man's Land.