Los fundamentos de la política económica (I)

Aldo Ferrer
Diario BAE


La política económica aquí y en el resto del mundo se sustenta en dos paradigmas contrapuestos: el neoliberal y el heterodoxo. El problema se plantea de manera distinta en las economías industriales maduras y en las emergentes como la argentina. Sin embargo, en las condiciones particulares existentes en cada caso, conserva validez el contrapunto neoliberal-heterodoxia.
La divisoria de las aguas, es decir, la diferencia entre ambos enfoques, radica en el papel atribuido al mercado y a las políticas públicas. Para el neoliberalismo, el libre juego de los mercados garantiza la eficiente asignación de los recursos, los equilibrios macroeconómicos y el desarrollo económico. Para la heterodoxia, por el contrario, son necesarias políticas públicas que corrijan los desvíos de los mercados y eviten sus tendencias a los desequilibrios macroeconómicos, la aparición de burbujas especulativas, la acumulación de las desigualdades en la distribución del ingreso y la subutilización del potencial productivo y de la fuerza de trabajo disponibles.

El neoliberalismo es monolítico en sus convicciones. Abrir la economía, desregular y privatizar indiscriminadamente, son componentes siempre presentes en su política económica, cuya aplicación es sencilla. La heterodoxia, en cambio, es sólida en su crítica al neoliberalismo, pero conflictiva en el diseño y aplicación de su política fiscal, monetaria y de pagos internacionales. Por su propia naturaleza, es más “difícil” ejecutar una política heterodoxa que otra neoliberal.
El neoliberalismo alcanzó su predominio durante casi tres décadas, no por la solidez de sus fundamentos teóricos sino por la influencia de los actores que lo sustentan en las economías avanzadas del Atlántico Norte. Esos actores incluyen fundamentalmente la financiarización, es decir, el predominio de la especulación financiera sobre la economía real y, en menor medida, la corporaciones transnacionales, titulares de las principales cadenas de valor en el orden global. Como lo estamos viendo, en su manifestación más explícita en la actual crisis de la Unión Europea pero, también, en los Estados Unidos, el poder económico y financiero transnacional, que respaldó al neoliberalismo antes de la crisis, lo sigue sosteniendo a rajatabla. En la práctica, sigue predominando el estado neoliberal en las antiguas economías industriales y dentro de la Unión Europea, en el régimen comunitario. En los países emergentes de Asia, la fortaleza de su densidad nacional les permitió resistir el contagio neoliberal. En cambio, América latina quedó atrapada en las redes del Consenso de Washington.
La crisis argentina al inicio de este siglo y la debacle financiera internacional, al finalizar su primera década, revelaron la incapacidad del neoliberalismo para entender la realidad y gobernarla. Sin embargo, la derrota doctrinaria del neoliberalismo no trastocó el sistema de poder prevaleciente en buena parte de la economía global, con las consecuencias a las cuales hice referencia en notas anteriores en BAE.
Respecto de los fundamentos, es decir, las ideas, la heterodoxia, entre cuyas corrientes fundamentales se incluyen el keynesianismo y el estructuralismo latinoamericano, ha salido triunfante frente al paradigma neoliberal. La heterodoxia, triunfante en el plano teórico, sigue enfrentando el desafío de promover políticas públicas no sometidas a la financiarización y al fundamentalismo globalizador. Es decir, políticas públicas que sostengan el crecimiento de la economía real, el empleo y la inclusión social y, respecto de la organización del orden mundial, reglas para erradicar los desequilibrios del sistema, las abismales diferencias en los niveles de bienestar y las amenazas al medio ambiente, la seguridad y la paz.
Los dilemas del orden mundial contemporáneo se plantean también en nuestro país. En la Argentina, la derrota teórica del neoliberalismo ha demolido el pensamiento único. Consecuentemente, han surgido nuevas expresiones críticas, arraigadas en la experiencia histórica y en la búsqueda de los rumbos del desarrollo nacional. Desde la salida de la crisis del 2001-2002, las políticas públicas y el comportamiento de la economía argentina reflejan las consecuencias de estos hechos.
Como en el resto del mundo, el paradigma neoliberal sigue vigente en la visión y propuestas de los actores opuestos al protagonismo del Estado nacional. como instrumento fundamental de la transformación de la estructura productiva, la inclusión social y el ejercicio de la soberanía, para que el país trace su propio camino en el orden mundial. Por lo tanto, el debate ideológico entre el neoliberalismo y la heterodoxia sigue, por lo tanto, vigente. Sin embargo, no es éste actualmente el mayor desafío de la construcción heterodoxa de la estrategia de desarrollo nacional. El principal problema, es dirimir, dentro del propio campo del pensamiento crítico, cuestiones centrales sobre las cuales existen considerables diferencias de enfoque. Dos de esas cuestiones son la inflación y el tipo de cambio.
Respecto de la primera, el origen del problema radica en la compleja e inédita naturaleza del comportamiento de los precios en la Argentina. La misma no es asimilable a la experiencia histórica, ni se plantea en los mismos términos que en otros países. En el pasado, la inflación argentina, que, por su duración e intensidad (que incluye varias hiper), tuvo el récord mundial en el siglo pasado, respondía a desequilibrios fundamentales de la economia y/o cuadros severos de inestabilidad institucional.
Una de las causales históricas fue la deuda externa. En mi libro Vivir con lo nuestro (1983), destaqué que el brote inflacionario de la década de 1980 se generalizó en América latina en el contexto de la crisis de deuda y era consecuencia del “ajuste inflacionario” frente a esa crisis de deuda. Como el Estado no tenia capacidad de realizar un “ajuste real”, a través del superávit primario en el presupuesto y el superávit en el comercio exterior, para servir la deuda y la transferencia, el ajuste lo hacía vía el déficit y el impuesto inflacionario. Ese factor fue ignorado pero tuvo mucha importancia en el pasado. Actualmente no opera en la Argentina, por el desendeudamiento. Existen, recursos fiscales y externos suficientes para servir la deuda. Es una causa principal de la libertad de maniobra que ha ganado la política económica argentina y de que se haya desembarazado del FMI y los criterios de los mercados.
Ninguno de los determinantes de la inflación en el pasado, están presentes en la actualidad. Las instituciones funcionan, los equilibrios macroeconómicos subsisten en buena medida y la deuda está encuadrada dentro de los recursos propios del país. Además, también a diferencia de nuestra experiencia histórica y, también, la internacional, una inflación mayor que la conveniente no desemboca en el desorden. La elevada tasa de aumento de precios es relativamente estable.
Tampoco podría adjudicarse el origen del problema al conflicto del INDEC. El termómetro no es la fiebre, aunque la falta de uno creíble complica la cuestión y, sobre todo, su análisis. Esta inflación nuestra actual, es un invento argentino. No responde a ninguna de las causales clásicas: excesos de demanda, aumento de costos y factores estructurales por rigidez de los precios relativos. En alguna medida, todas estas variables están siempre presentes en la inflación en todas partes, pero con aumentos de precios muy poder debajo de los nuestros.
Frente a este escenario, el riesgo de la heterodoxia es caer en interpretaciones reduccionistas de la realidad. Por ejemplo, que el origen radica esencialmente en la puja distributiva y en las maniobras de los actores que tienen posiciones dominantes en los mercados y, la ejercen, para modificar los precios relativos y los márgenes de ganancia en su favor. La puja forma parte de la situación en todo tiempo y lugar, en donde operan economías de mercado y regímenes políticos democráticos y pluralistas. Entonces, ¿a que obedece el excesivo aumento de precios en las circunstancias actualmente vigentes en la Argentina y en sus relaciones económicas con el exterior? La heterodoxia tiene el desafío de aclarar el problema, que es una condición necesaria de una buena política de desarrollo, inclusión social y razonable estabilidad de precios.