Francisco Silva, el historiador maldito

Norberto Galasso
En esta época en que proliferan historiadores y los argentinos estamos dejando atrás las fábulas mitristas de la revista Billiken, resulta interesante demostrar hasta dónde ha llegado el silenciamiento sobre algunos pensadores nacionales que mantuvieron vivo el fuego de la verdad, mientras los grandes matutinos y tanto historiador improvisado y audaz enhebraba leyendas para trepar a la Academia de las mendacidades. Hoy precisamente que el presidente de la Sociedad Rural se enfervoriza denunciando "mienten... mienten... mienten...". Puede ser útil recordarle que ha sido la clase dominante la que desde Mitre en adelante mintió, ocultó, silenció, tergiversó, en todas las áreas del conocimiento, en este caso especial de aquello que hoy se desmorona, cómo sepultó bajo una pesada lápida la obra y el nombre de un historiador importante: Francisco V. Silva.

No aparece en los diccionarios, ni en las enciclopedias, ni en los manuales  escolares, ni en los cuadros de los colegios, ni en la santologías, ni siquiera en las bibliografías universitarias. Le apuesto al lector que lo compruebe. Lleve este tema a los estrados universitarios donde se supone que enseñan los historiadores más sabihondos e incluso en los institutos privados dedicados a la Historia. El silencio será la única respuesta. 

No se sabe exactamente cuándo nació –parece que en 1890– y se tiene la sospecha de que murió en 1965. Pero, ¿qué hizo este tozudo cordobés para quedar al margen de las bibliotecas y del interés de los intelectuales del sistema? 

Le vamos a decir lo poco que sabemos, que fue suficiente para hundirlo en el olvido. En 1916 públicó El libertador Bolívar y el Deán Funes en la política argentina. Revisión de la historia argentina. Allí "revisaba" la historia –que algunos creen que es una moda de estos años– y reseñaba las gestiones de Bolívar, a través del Deán Funes, para llegar a un arreglo con Dorrego como punto de partida de la Unión Americana. Hace un siglo casi y hoy lo estamos cumpliendo con la Unasur y la Celac y lo hacía basándose en el mejor Alberdi de sus altos años, en David Peña el reivindicador de Facundo, en Juan Álvarez que explicaba la historia argentina por el enfrentamiento de las clases a pesar de ser conservador. Pero lo más importante del libro es la reivindicación de Bolívar en una Argentina donde el mitrismo había instalado la versión de que Bolívar le había robado a San Martín la gloria de terminar la campaña libertadora. Silva sostenía, además, que Artigas –denigrado por Mitre y por V. F. López– "era el ilustre caudillo de la Banda Oriental que fue digno de que Córdoba del Tucumán le ofreciera una espada con esta dedicatoria: Al protector de los pueblos Libres". Poco después, en 1916, Silva publica La nacionalización de la historia argentina del siglo XIX, al tiempo que acorde con estas ideas, milita en el irigoyenismo. En otra oportunidad afirma: "Desde 1810 se escribe la historia argentina con un solo criterio: el del puerto de Buenos Aires", acusa a los hombres de la oligarquía porteña de haber 'desargentinizado la nación' y sostiene que es preciso crear "un patriotismo argentino frente a las influencias que pretenden yanquizarnos..." A través de su obra, Silva condena la antipatriótica guerra al Paraguay, llama ilustres a Gaspar Rodríguez de Francia y a Francisco Solano López, "grande" a Facundo, "infeliz" a Mitre y "adulador afeminado" a Sarmiento.

En 1928 con motivo dela reelección de Yrigoyen publica Semblanzas de Yrigoyen, recogiendo en 400 páginas diversas opiniones sobre el caudillo radical de los tiempos en los que "radical" significaba pueblo y alpargatas.

Como se comprenderá, estos tremendos pecados se pagan y Silva cayó bajo la más severa maldición. De los radicales porque dejaron de ser irigoyenistas, de los liberales, de izquierda y de derecha, porque estaban sometidos a la historia mitrista. Sin embargo, hoy rescatamos su lucidez y su valentía para enfrentar a la superestructura cultural con que la clase dominante inserta un pensamiento colonial que hoy tartamudea gente como Macri, Massa, Michetti, Carrió y tantos otros que pasean por las pantallas televisivas. Para estas personas Silva se corresponde solamente con la tercera persona del verbo silbar.