Los problemas del desarrollo del postneoliberalismo

Aldo Ferrer
Diario BAE


La recuperación de la gobernabilidad de la economía argentina y del ejercicio de la soberanía en la última década permitió la reapertura del debate sobre el desarrollo económico argentino y su inserción en el orden global. Podemos y debemos volver a preguntarnos, ahora, cuáles son los problemas fundamentales del desarrollo y cuál la estrategia para impulsar el desarrollo sustentable con inclusión social y afianzar el derecho a decidir nuestro propio destino.

Bajo la hegemonía neoliberal, este debate era irrelevante. El mercado se ocupa de la asignación de los recursos. A su vez, la estructura productiva, es la correspondiente a una economía que es un segmento del mercado mundial. La mejor política industrial es la que no existe, y las variables críticas (tasa de interés y tipo de cambio) son determinadas por la libre oferta y demanda de dinero y la disponibilidad de divisas. Ni siquiera es necesario preocuparse por el déficit del presupuesto y del balance de pagos porque, bajo la bendición de Standard & Poor’s y las otras agencias evaluadoras de riesgo, el acceso al crédito internacional permite financiarlo. El proceso de ajuste de “una pequeña economía abierta”, como la Argentina, se realiza por la vía del mercado sin interferencia de las políticas públicas.
En este encuadre, las reformas estructurales, como la flexibilización del mercado de trabajo, las privatizaciones y la apertura de la economía, resuelven el conflicto distributivo y permiten la competitividad internacional de la producción argentina. A su vez, la extranjerización de empresas públicas y privadas garantiza la integración de la economía argentina en las cadenas internacionales de valor y permite su desarrollo de largo plazo. Las consecuencias de esta estrategia sobre el empleo y el bienestar social pueden atenderse con programas sociales focalizados en los sectores vulnerables y compensar la expulsión de mano de obra del mercado de trabajo y el aumento de la pobreza y la indigencia.
El fracaso del paradigma neoliberal provocó, en la Argentina, la peor crisis de su historia económica, y en las economías industriales del Atlántico Norte, la prolongación de la crisis desatada por la especulación financiera.
En el nuevo escenario abierto en nuestro país subsisten antiguos problemas estructurales. En primer lugar, el de la subindustrialización y la débil participación, en el proceso innovativo, de la industria argentina. La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y el énfasis en la relación entre las políticas públicas, la producción y el sistema científico y tecnológico (el “triángulo de Sábato”) constituyen el aporte más significativo de los últimos tiempos en la materia. Comprensiblemente, el mismo es, sin embargo, insuficiente para erradicar las debilidades de la estructura productiva.
A pesar de que se ha logrado aumentar el producto industrial y el empleo y evitar el proceso de reprimarización, observable en otros países, notoriamente en Brasil, subsiste una estructura industrial subdesarrollada y asociada en posición marginal en las cadenas internacionales de valor. El principal indicador en la materia es la creciente brecha en el comercio internacional de manufacturas de mayor contenido tecnológico y valor agregado. Ésta es la causa principal de la restricción externa del desarrollo del país. El fuerte déficit externo (mayores importaciones que exportaciones, transferencia de utilidades) de las filiales de empresas extranjeras es el principal factor explicativo de ese desequilibrio. Esto es consecuencia del alto grado de extranjerización de la economía argentina. De las 500 mayores empresas del país, en su mayor parte industriales, más de 300 son filiales y generan más del 80% del valor agregado de la muestra.
La aparición de un fuerte déficit en el sector de hidrocarburos agrava la restricción externa pero es un factor secundario del problema y del subdesarrollo de la economía argentina. En efecto, economías avanzadas, como Alemania y Japón, y emergentes, como Corea, no cuentan con reservas de hidrocarburos suficientes o son inexistentes. En consecuencia, registran fuertes déficits energéticos en su comercio exterior. ¿Cómo pagan el déficit? Con los excedentes generados en el comercio de manufacturas de alto contenido tecnológico y valor agregado. En consecuencia, han alcanzado altos niveles de desarrollo y crecen sin restricción externa, es decir, con equilibrio o superávit en sus pagos internacionales. El déficit energético y las variaciones de los precios del petróleo no han impedido, en esas economías industriales, la acumulación de capital y el proceso de transformación vinculado con el progreso científico y tecnológico.
La situación de la Argentina es muy distinta a la de esos países. El déficit energético se registra, simultáneamente, con el del comercio de manufacturas de alto valor agregado y contenido tecnológico. ¿Cómo se paga el déficit agregado? Con los excedentes del comercio de productos primarios. Esta situación es reveladora del subdesarrollo del país.
Este sistema subindustrializado se refleja, también, en otras debilidades de la estructura productiva. Como los desequilibrios entre las economías regionales del territorio nacional, las asimetrías de productividad entre los diversos sectores industriales y dentro de cada uno de ellos, y la elevada participación de la informalidad del mercado de trabajo. La subindustrialización es, asimismo, un factor explicativo de la supuesta antinomia campo industria.
En conclusión, la industrialización es una cuestión central de la estrategia económica postneoliberal.