La privacidad vasalla de la sospecha

Juan Gelman
El espionaje mundial que la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA, por sus siglas en inglés) practica desde hace años ha provocado duras reacciones de países como Brasil: Dilma Rousseff canceló su viaje a EE.UU. y el encuentro previsto con el mandatario de la primera potencia mundial, insatisfecha con las explicaciones confusas o, mejor, la falta de explicaciones de Obama sobre esa invasión de la soberanía de un país y aun de la intimidad personal de la presidenta brasileña. Las investigaciones que el jefe de la Casa Blanca ha prometido sobre esta cuestión se esperan para las calendas griegas. El pequeño detalle es que el término calenda, que antiguamente se aplicaba al primer día del mes en Roma, nunca existió en Grecia.

Es curioso el incremento de la indignación oficial que se viene produciendo en países amigos de EE.UU. como Francia. Tenues y aun remilgonas fueron las primeras reacciones del gobierno del presidente socialista Hollande cuando se publicaron en Der Spiegel y The Guardian documentos filtrados por Snowden que revelaban el espionaje estadounidense a los países de la Unión Europea. Pero Le Monde dio a conocer el lunes pasado una constancia abrumadora: “Entre los miles de documentos sustraídos a la NSA por su ex empleado (Snowden), figura un gráfico que describe la amplitud de la vigilancia telefónica realizada en Francia. Se comprueba que en un período de 30 días, del 10 de diciembre de 2012 al 8 de enero de 2013, la NSA registró 70,3 millones de datos telefónicos de los franceses” (www.lemonde.com, 21-10-13). Más de 2,4 millones al día. Parece que el pueblo francés habla mucho por teléfono.
El periódico galo agrega otros detalles: “Las explicaciones de los documentos llevan a pensar que los objetivos de la NSA conciernen tanto a personas sospechosas de estar relacionadas con actividades terroristas como a individuos observados por su mera pertenencia al mundo de los negocios, la política o la administración francesa”. Al hacerse público este hecho, el tono parisiense oficial se alzó un poquito: fue citado el embajador de EE.UU. a dar explicaciones. El ministro de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, dijo que no era cosa de hacerle eso a un socio; el ministro del Interior, Manuel Valls, expresó que “si un país amigo –un aliado– espía a Francia o a otros países europeos, es algo completamente inaceptable”. Aceptable sería espiar a Brasil, a México, naciones apenas latinoamericanas.
Diana Feinstein encabeza el comité del Senado estadounidense que supervisa los servicios de inteligencia y cabe reconocer que su sentido del humor es imbatible: en una columna de opinión que publicó USA Today afirmó que la masiva recolección de datos telefónicos –propios y ajenos– “no es vigilancia”, sino un instrumento efectivo “para prevenir ataques terroristas contra EE.UU. y nuestros aliados” (www.usatoday.com, 20-10-13), argumento que ha envejecido bastante. Parece que la senadora no escucha a sus supervisados.
Los servicios de inteligencia de EE.UU. se precian de haber desbaratado 54 planes terroristas en territorio norteamericano, pero el presidente del comité judicial del Senado, el demócrata Patrick Leahy, le espetó en una audiencia al general Keith Alexander, director de la NSA, que tal afirmación era “totalmente errónea”, que “no todos eran complots (terroristas)” y se quejó de que el pueblo estadounidense tuviera “un vislumbre inexacto” de los programas de la NSA. Alexander admitió que no todos los 54 eran complots y que sólo en 13 casos había algún nexo con EE.UU. (www.theguardian.co.uk, 2-10-13). No muchos en relación con el enorme aparato de espionaje que dirige el general.
Cabe preguntarse sobre la verdadera densidad de la indignación declarada ahora por París. Le Monde denunció hace meses que el gobierno francés estaba al corriente del programa de espionaje Prism ejecutado por la NSA. Y más: informó que la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE), es decir los servicios especiales del gobierno, “recoge sistemáticamente las señales electromagnéticas emitidas por las computadoras o los teléfonos en Francia, así como el flujo entre los franceses y el extranjero: la totalidad de nuestras comunicaciones son espiadas” (www.lemonde.fr. 4-7-13). Correos electrónicos, datos telefónicos, accesos a Facebook y Twitter “son almacenados luego durante años”. Nada que envidiar a la NSA.
De hecho, según Le Monde, Francia figura entre los cinco países top en materia de capacidad informática después de EE.UU., Gran Bretaña, Israel y China. Aplicada al espionaje de personas, “permite bosquejar una suerte de diario íntimo de la actividad de cada quien”. La privacidad es vasalla de la sospecha. El mundo se ha vuelto más incómodo.