Las divisas y las perspectivas económicas de 2014

Aldo Ferrer
Diario BAE [x]

La resolución de la insuficiencia de divisas define las perspectivas de la economía nacional el año próximo y, más allá, su futuro e inserción en el orden mundial. Las estrategias posibles incluyen la toma de deuda externa para cerrar la brecha, captar inversiones privadas directas y créditos de proveedores para las inversiones de infraestructura. Entre los riesgos de esta estrategia figuran la reaparición del endeudamiento externo, la entrada de inversiones extranjeras que agraven el actual desequilibrio de pagos externos de las filiales de corporaciones transnacionales y el aumento del componente importado de la inversión pública, sustituyendo producción local posible por importaciones. En consecuencia, el alivio de la insuficiencia de divisas a través de su ingreso, por la vía de la cuenta de capital del balance de pagos, debe evitar estos riesgos para que el alivio de hoy no agrave los problemas de mañana.

Al mismo tiempo, es posible, a través del aumento de los excedentes de la producción primaria y el autoabastecimiento energético, extender el límite del crecimiento de la estructura productiva desequilibrada. Es decir, cuanto mayor sea el superávit de la producción primaria mayor es el déficit posible en el comercio internacional de manufacturas de origen industrial y en energía. Pero, en ese caso, queda por resolver el problema histórico del subdesarrollo industrial en las actividades de mayor contenido tecnológico. Conviene recordar, entonces, la evolución, en los últimos años, de la disponibilidad de divisas necesarias para sostener el crecimiento de la economía en condiciones de pleno empleo, equilibrio externo y estabilidad de precios,

A la salida de la crisis desatada en 2001 por la estrategia neoliberal, la economía argentina, que había entrado en default, comenzó a operar con un sustantivo superávit de los pagos internacionales. Contribuyeron en tal sentido la fuerte caída de las importaciones resultante de la depresión de la actividad económica, el aumento de la producción exportable de cereales y oleaginosos y sus manufacturas, la mejora de los precios internacionales de la producción primaria y de sus términos de intercambio, el superávit en el comercio de energía, la reducción de los servicios de la deuda externa por el default y la modificación del tipo de cambio. Esto último, reabrió espacios de rentabilidad de actividades que habían sido deprimidas por la apreciación del peso y tuvo una rápida respuesta en el aumento de la oferta.

En este excepcional cuadro de circunstancias, la abundancia de divisas permitió acumular reservas internacionales, formular una propuesta propia de reestructuración de la deuda, cancelar la pendiente con el FMI, recuperar la solvencia fiscal, aumentar las importaciones y crecer sin restricción externa. Fue el “período dorado” del “modelo” y sus objetivos de promover la equidad, afianzar la soberanía y recuperar un Estado nacional capaz de administrar el conflicto distributivo, impulsar el desarrollo y defender el interés nacional dentro del orden mundial globalizado. Sin acceso al crédito internacional, por la sanción de los mercados a la heterodoxia de la resolución autónoma de la deuda externa impaga, la economía creció fuertemente, afianzada en sus propios recursos.

Rápidamente, el sistema fue alcanzando posiciones de ocupación plena de la capacidad productiva y de la mano de obra. La estructura productiva desequilibrada volvió, entonces, a revelar su “pecado original”, la restricción externa. A partir del 2007 se duplicó el déficit del comercio de manufacturas de origen industrial, concentrado en autopartes, complejo electrónico, bienes de capital y sector químico. Al mismo tiempo, el superávit energético se transformó en déficit. El déficit del turismo con el exterior agregó su aporte al problema. A su vez, la progresiva apreciación del tipo de cambio redujo la rentabilidad de numerosas actividades exportadoras, incluyendo las economías regionales. Las tensiones en el mercado de cambios, la aparición de un dólar blue, el blanqueo de capitales y los controles adoptados para enfrentar la insuficiencia de divisas, reflejan la reaparición de la restricción externa.

La subindustrialización y la débil participación, en el proceso innovativo, de la industria argentina, se refleja, también, en otras debilidades de la estructura productiva. Tales como los desequilibrios entre las economías regionales del territorio nacional, las asimetrías de productividad entre los diversos sectores industriales y dentro de cada uno de ellos y la elevada participación de la informalidad del mercado de trabajo.

Planteado el problema, el crecimiento de la economía depende de la magnitud del superávit del comercio de productos primarios. Si el desequilibrio sistémico entre, por una parte, el déficit industrial y energético y, por la otra, los excedentes de divisas de la producción primaria, persiste, el sistema puede entrar en turbulencias severas que culminen con un ajuste masivo de las principales variables económicas y una severa contracción de la actividad económica. Escenario extraordinariamente propicio para el “golpe de mercado”. Se corre el riesgo de quedar atrapados en la disputa distributiva y el reparto del poder, dentro de una estructura productiva desequilibrada. Riesgos que deberían evitarse enfrentando con firmeza las causas estructurales del problema, fortaleciendo los equilibrios macroeconómicos y afirmando el convencimiento de que el lugar más rentable y seguro, para invertir el ahorro interno, es nuestro propio país.