Coyuntura y desarrollo

Aldo Ferrer
Diario BAE [x]

Una de las consecuencias negativas resultante de la actual limitación del debate económico, al tipo de cambio y la inflación, es la postergación del tratamiento del desarrollo, sin el cual, no tienen respuesta eficaz los urgentes problemas de la coyuntura. Conviene, por lo tanto, vincular la coyuntura con el desarrollo.

La transformación de la estructura productiva subindustrializada es indispensable para cerrar la brecha en el comercio internacional de manufacturas de alto valor agregado y contenido tecnológico. De otro modo, en un momento u otro, estará siempre presente el problema de la restricción externa y, sus consecuencias, la inestabilidad del tipo de cambio y la inflación. Es preciso impulsar el desarrollo de las actividades industriales en la frontera del conocimiento y de mayor crecimiento en el comercio mundial. Esto requiere el protagonismo de las empresas nacionales en la integración de cadenas de valor en el mercado interno y participar, en las transnacionales, en los segmentos de mayor contenido tecnológico y capacidad innovativa.

Para tales fines, es preciso abandonar el viejo concepto de la “sustitución de importaciones”, que implica reemplazar importaciones actuales por producción interna, mientras se acrecientan, en mayor medida, las importaciones de los nuevos bienes y servicios resultantes del incesante progreso técnico. Esto desemboca, como lo revela la experiencia argentina, en la brecha creciente del comercio de manufacturas complejas y la restricción externa. Por lo tanto, no alcanza con sustituir el pasado, es preciso sustituir el futuro con talento argentino

Dentro de la estructura productiva subindustrializada, es imposible la existencia de un sistema nacional de ciencia y tecnología, de la amplitud y escala necesarias para copiar, adaptar e innovar, en los confines del conocimiento y los sectores productivos de frontera. Éste es el límite del impacto esperable de encomiables iniciativas como la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Es preciso llenar, para usar la terminología de Fernando Faijnzilber, los “casilleros vacíos” del tejido industrial.

La transformación de la estructura industrial es indispensable, no sólo para cerrar la brecha en el comercio de manufacturas complejas, remover la restricción externa y estabilizar el tipo de cambio y los precios, lo es, también, para alcanzar objetivos fundamentales, como los siguientes:
- El pleno desarrollo de todas las regiones del territorio argentino y erradicar las asimetrías históricas que caracterizan la geografía económica y social del país.
- Resolver definitivamente el falso dilema campo industria, integrando la producción de manufacturas complejas con cadenas de valor agroindustriales, en las cuales, aumenta la participación de actores, tecnología e insumos argentinos. La transformación industrial permitiría eliminar la ventaja relativa que, históricamente, tiene el agro, en virtud de la extraordinaria existencia de recursos naturales del país. Desaparecería, así, la necesidad de operar con tipos de cambio diferenciales para el campo y la industria, destinados a compensar las consecuencias, en las palabras de Marcelo Diamand, de la “estructura productiva desequilibrada”. Es decir, serían innecesarias las “retenciones” y se operaría con un solo tipo de cambio, para toda la producción argentina, sujeta a la competencia internacional.
- Afirmar el protagonismo de las empresas argentinas y establecer una nueva relación con las filiales de empresas extranjeras. Como sucede en China y en los otros países emergentes de Asia, es preciso orientar la inversión privada extranjera a la apertura de nuevos mercados, la innovación y la participación en los segmentos de mayor densidad tecnológica de las cadenas transnacionales de valor.
En las relaciones entre el Estado y el mercado, como en los vínculos amorosos, la mejor estrategia es la seducción, no la guerra. Es decir, inducir a la actividad privada a invertir, innovar, producir, exportar y generar empleo a niveles crecientes de productividad y salarios. Es decir, a través de la apertura de espacios de rentabilidad en los núcleos estratégicos del sistema económico, seducir a los emprendedores privados a cumplir el papel insustituible que les corresponde en una economía de mercado. Las metas no pueden alcanzarse por la imposición de controles y el conflicto permanente del Estado con los intereses privados. Por eso, es más efectiva la seducción que la guerra.

Respecto de los grupos económicos más poderosos, suele suceder que privilegien sus posiciones dominantes dentro de la estructura subindustrial y resistan el protagonismo de las políticas públicas. Sin embargo son, potencialmente, agentes importantes de la transformación. La respuesta al dilema puede encontrarse en la experiencia de China, Corea del Sur, Taiwán y otras economías emergentes de Asia. En las mismas, la apertura de espacios de rentabilidad en los sectores estratégicos vinculados con las tecnologías de frontera, promovió la alianza entre las políticas públicas y los titulares de los mayores intereses privados. En el mismo escenario, se atrajo la inversión de corporaciones transnacionales destinada a la incorporación de tecnología y a la apertura de nuevos mercados, manteniendo la posición dominante de los intereses, públicos y privados, nacionales. Estas experiencias son útiles para responder a la demanda de inversiones y cambio tecnológico de la transformación industrial y la eliminación de la restricción externa.

Uno de los instrumentos principales de la seducción es la solidez de la macroeconomía. La misma requiere solvencia fiscal, superávit en la cuenta corriente del balance de pagos y política monetaria que responda a la demanda de dinero generada por el aumento de la actividad económica y el crédito, para la ampliación de la actividad económica. Esto permite que la economía opere con el pleno empleo de su capacidad instalada y mano de obra disponible, bajos niveles de deuda externa financiables con recursos propios y estabilidad razonable de precios. La existencia de espacios de rentabilidad atractivos para la inversión del ahorro interno y la captación de recursos complementarios del exterior, evita la fuga de capitales, promueve la innovación y aumenta la inversión.