La verdad robada

Enrique Masllorens
Tiempo Argentino [x]
Construyen una realidad brutal, apocalíptica y antinacional. De ese modo arman el discurso dominante.
Todos aquellos que en estas tierras apoyamos a gobiernos populares que cabalgan este siglo XXI por caminos y senderos plenos de asechanzas y peligros en una nueva gesta emancipadora, estamos condenados y lapidados por un amplio sector que se erige como dueño y apropiador de la palabra, del sentido y de la subjetividad de lo que llaman "la gente". Aplaudidores a sueldo, mercenarios, corruptos, obsecuentes del poder y todo tipo de epítetos agraviantes y descalificadores son moneda corriente de la agresión y de las amenazas, tanto en los foros de algunos medios como en las redes sociales. 

El colega Mario Wainfeld describió con precisión el mecanismo: la esencia del pensamiento gorila consiste en calificar a todos los que adhieren a los movimientos nacionales y populares como corruptos o ignorantes. Hasta han tenido la desfachatez e insidia de sospechar y despreciar a un grande como Ernesto Laclau. Paradójica o hipócritamente, los que se presentan como republicanos, plurales y democráticos, clausuran cualquier posibilidad de diálogo, de debate y hasta de razonamiento al reducir a los que se oponen a su pensamiento único a la categoría de seres venales, rastreros o brutos y sin instrucción. Salvo ellos, los demás quedamos todos fuera de juego y de interlocución.

La construcción de una realidad con la que han remplazado a la verdad robada es tan brutal, tan apocalíptica y ¿por qué no? tan antinacional, que sólo hace falta escuchar al medio pelo repitiendo zonceras a troche y moche para comprobar el efecto deletéreo de neuronas del discurso dominante. Como muestra valen aquellos que luego de ver "El patrón del mal" y azuzados por la actual feroz campaña opositora, dicen ver paralelismos con la situación actual del narcotráfico en nuestro país. No les bastó ver el inmenso poder, la cantidad de asesinatos, ejércitos de sicarios, atentados, muertes de ministros y candidatos, voladuras de edificios y aviones por parte del cartel de Medellín y la intensiva fabricación y exportación de cocaína al país que más consume, Estados Unidos y "ven" una situación igual en la Argentina. Lamentable. Tragicómico.

Hay ahora una nueva operación coordinada de pinzas. Nuevas emboscadas. Más intentos de apoyar al antiperonista y "más falso que sicario de Lanata" Sergio Massa. Con el remanido argumento gorila de la corrupción de cualquier gobierno popular, Jorge Lanata lanza su libro de infundios y operaciones con el abuso incomprobable de las "fuentes confiables" y de "funcionarios que prefieren el anonimato". El escenario del lanzamiento ante grandes audiencias, previo al de la Feria del Libro, es el de la entrega de los Martín Fierro que organiza APTRA, una asociación cuestionada y sospechada desde hace muchos años, a pesar de los pocos integrantes que merecen el mayor de los respetos. La terna periodística que incluye al operador de Clarín la completan 6,7,8 y Bajada de línea de Víctor Hugo Morales. Se sabe que fue conformada por mayoría de votos para Lanata, por lo que finalmente todo está armado para que el agresivo y provocador showman intente hacer aparecer como un triunfo de la reacción anti K frente a los que –como vimos antes– sólo son "mercenarios", "corruptos" y "ultrakirchneristas".

A título absolutamente personal y sin comprometer ni involucrar a la Televisión Pública donde trabajo, rescato y aplaudo la decisión de Víctor Hugo Morales de solicitar que lo bajen de la terna amañada y destinada a una grosera operación de propaganda, organizada y pagada por un canal del Grupo Clarín que ha hecho y hará lo posible, lo imposible y lo ilegal para que no se cumpla la Ley de SCA, y para desgastar y condicionar al gobierno democrático. No siempre hacer de coro es bueno. Tal vez habría que repensar dónde y con quiénes compartir, o si es necesario participar de esa feria de vanidades y banalidades más cercana a los "ricos y famosos" que eran modélicos e icónicos de los '90, esa segunda década infame, esa década de la entrega, la humillación y de la verdadera corrupción moral. Habría que marcar la diferencia.

Si pretendemos y trabajamos por un cambio cultural profundo, también deberíamos empezar hasta por cosas menores pero simbólicas como esos devaluados premios.

¿Alguien en esa noche recordará que la pauta publicitaria privada es 18 o 20 veces mayor que la estatal? ¿Y que seguir mintiendo y falseando estos datos esconde negocios inconfesables? ¿Dirán que los 25 canales públicos nacionales, provinciales y universitarios reunidos en Mendoza a fines de marzo exigieron la conformación de mediciones de audiencias nacionales, transparentes y confiables? ¿Explicará alguien que la monopólica Ibope mide sin tener homologación y que no está en las villas ni en los barrios más carenciados y obviamente no en todo el país?

Es verdad, en esta década nos han robado –o están intentando– hacer desaparecer a la verdad. Escamotearla. Disfrazarla. Hacer de la mentira un negocio sin límites ni piedad. En un país donde hasta los noticieros de TV se manejan con el "minuto a minuto" que por lo menos en ese rubro debería prohibirse terminantemente. Alargar o elegir noticias por lo que miden es de una inmoralidad y falta de ética insuperables.

Y así vamos, defendiéndonos con coraje y dispuestos a no bajar los brazos a pesar de los ataques y operaciones diarias de esos ladrones de la verdad. Y tendremos que unirnos y acompañar a aquel de los nuestros que esté en condiciones de ganar las próximas elecciones y comenzar una nueva década de consolidación, profundización y esperanza. Una nueva década peronista.