Ortodoxia vs. ordenamiento

Aldo Ferrer
Diario BAE [x]

En las últimas semanas, el Gobierno ha tomado medidas importantes que incluyen la devaluación, una leve flexibilización de los controles cambiarios, la reducción de subsidios y nuevos cálculos del costo de vida y el PBI. Al mismo tiempo, resolvió el conflicto con Repsol, reanudó las negociaciones con el Club de París y se propone solucionar conflictos pendientes en el CIADI. Estas decisiones plantean un interrogante: ¿se trata de un giro de la política económica hacia la ortodoxia?. O, en cambio ¿constituyen un ordenamiento de la macroeconomía para viabilizar los objetivos de fondo de la política del Gobierno? En resumen, ¿es ortodoxia u ordenamiento?. Para responder conviene precisar qué es una cosa y la otra.

La ortodoxia. Se asocia al paradigma neoliberal. Vale decir, la plena integración en los mercados reales y financieros, sobre la base de ventajas competitivas estáticas y la desregulación de los movimientos de capitales. El Estado se dedica a las reformas pro mercado, para “atraer” inversiones. Los instrumentos que utiliza son un tipo de cambio determinado por el mercado, la eliminación de paridades diferenciales vía retenciones, el enfoque monetario del balance de pagos, la reducción gasto público y de la presión tributaria a las rentas, para poner en práctica la teoría del derrame. La estabilización de los precios se persigue por la fuerte contracción de la demanda y el empleo. El consecuente aumento del superávit comercial por la caída de las exportaciones y el endeudamiento, resuelven la insuficiencia de divisas. Por insuficiencia de ahorro interno y capacidad de gestión, la inversión se financia con crédito externo e inversión privada directa. Los arreglos con el CIADI, REPSOL, buitres y Club de París, abren la vuelta al mercado de deuda.

La cuestión del tipo de cambio merece un párrafo aparte. La existencia de un tipo de cambio competitivo no es la política aplicada en el pasado por la estrategia neoliberal, sino todo lo contrario. En el período 1976-83, bajo la dictadura y, más tarde el de 1990-2001, bajo la convertibilidad, la paridad estuvo fuertemente sobrevaluada e impulsó el endeudamiento. La apreciación del tipo de cambio, observable en los últimos años de la actual política económica, fue un resabio de neoliberalismo, contradictorio con los objetivos del “modelo”. Por lo tanto, el ajuste reciente de la paridad, para compensar su previa apreciación, no figura en la receta ortodoxa.

El ordenamiento. Está en las antípodas de la ortodoxia neoliberal. Se propone la generación de ventajas competitivas dinámicas (fundadas en la ciencia y la tecnología) y del control de los movimientos de capitales especulativos. El Estado asume el rol desarrollista y orienta el mercado y los recursos a la industrialización, la transformación de la estructura productiva y la inclusión social. Los instrumentos que emplea son el tipo de cambio administrado y competitivo, las paridades diferenciales vía retenciones para atender a la estructura productiva desequilibrada, la política fiscal pro pleno empleo en condiciones de equilibrio externo, el sistema tributario progresivo con gasto público redistributivo. La estabilidad se procura en condiciones de pleno empleo. La política monetaria atiende a la demanda de dinero y la estabilidad de precios, orientando el crédito a los objetivos estratégicos. Dado un elevado nivel de ahorro interno y probada capacidad de gestión, el financiamiento de la inversión descansa fundamentalmente en el ahorro interno y el protagonismo de las empresas nacionales, con aporte complementario del crédito externo y la inversión privada directa extranjera. En este contexto, los arreglos con el CIADI, REPSOL, buitres y Club de París, pueden remover obstáculos a la movilización de los recursos propios y, complementarios, del exterior.

La respuesta. ¿Cuál es, entonces, el sentido de las medidas recientes del Gobierno? La vuelta a la ortodoxia o el fortalecimiento de una política distinta, a través del ordenamiento macroeconómico. Vale decir, la resolución de la restricción externa, la estabilización de los precios y la solvencia fiscal.

Los antecedentes del Gobierno y pronunciamientos recientes de la conducción económica, sugieren que se pretende el ordenamiento. El interrogante tendrá respuesta en los próximos meses, con la posibilidad de medidas ambiguas, que prolonguen la incertidumbre. Un elemento crucial para la resolución del dilema radica en la participación que se le atribuya el crédito externo, “la vuelta a los mercados”, en la resolución de la insuficiencia de divisas.

En definitiva, el debate sobre la estrategia de administración de la macroeconomía en la coyuntura, replantea el conflicto, aún no resuelto, sobre el proyecto de país. Vale decir: Argentina apéndice del mercado mundial o país soberano en el comando de su propio desino.