Conciliar y disciplinar

Maciek Wisniewski*
La Jornada [x]

Después de tantos cuentos mediáticos y otro capítulo de la telenovela vaticana Francisco subtitulada De cómo Jorge Bergoglio escogió su nuevo nombre (con la actuación especial del cardenal brasileño Claudio Hummes: ¡no te olvides de los pobres! y llena de suspensos: ¿fue sólo por Francisco de Asís o también por aquel misionario jesuita?), los guionistas de la Santa Sede hicieron remake de la misma historia.

Ahora resulta (starring: el cardenal italiano Loris Capovilla, ex secretario de Juan XXIII), que no iba a ser Francisco, sino Juan XXIV –¡sic!– (Vatican Insider,13/3/14).

Claramente esta filtración formaba parte de los preparativos para la doble canonización de Juan XXIII/Juan Pablo II (27/4/14).

Por las semejanzas con Wojtyla quizás mejor le hubiera quedado Juan Pablo III(véase: Canonizar y disciplinar, 10/5/14), aunque algunos analistas insistían (siguiendo a los spin doctors vaticanos) en la –supuesta– continuidad con Juan XXIII (Angelo Roncalli).

Stanislaw Obirek, ex jesuita polaco: (...) incluir a Juan XXIII no era sólo una medida para equilibrar la balanza (entre renovadores y conservadores) o para contrarrestar las críticas por la canonización de Wojtyla. Con su figura, Francisco quería subrayar la línea principal de su papado: la renovación. Todo lo que hace confirma su cercanía con Juan XXIII y con las esperanzas antes del Concilio. Juan XXIII es la antítesis de la política de cerrar filas de Juan Pablo II, y Francisco señala así que lo que importa en la Iglesia no es sólo la disciplina, sino también el diálogo y la apertura, (Krytyka Polityczna, 27/4/14).

Aunque algunos gestos –acercamiento personal con los teólogos de liberación, disposición al diálogo sobre algunos temas puntuales– lo diferencian del dúo Wojtyla/Ratzinger, la disciplina es justamente uno de sus principales objetivos.

Claramente Francisco no usa las mismas herramientas disciplinarias que Juan Pablo II; mientras éste se movía en los registros grandes, la especialidad de aquél es laracionalización utilitaria del detalle (Foucault): pequeñas medidas, gestos sencillos, constante flujo de mensajes y filtraciones controladas.

La misma doble canonización fue una medida para disciplinar (y conciliar) diferentes fracciones de la Iglesia; para suavizar las contradicciones y homogenizar su imagen. Además, el argumento de la cercanía con Juan XXIII parece confundir elestilo con el contenido (de Francisco, hasta ahora, sólo hemos visto lo primero), olvidar la historia e ignorar la naturaleza de ambos personajes.

Si bien en los tiempos del Concilio Vaticano II (1962-1965) Bergoglio era apenas un joven clérigo, simpatizaba más con los círculos integristas que temían la apertura y los cambios.

Luego se situó junto a la mayoría de la Iglesia argentina, afín a la dictadura y reacia al aggiornamiento, en las antípodas de los curas tercermundistas que mediante la acción social implementaban al espíritu del Concilio (aunque más tarde se inscribió a la llamada teología popular, una lectura conservadora de éste).

Mientras la grandeza de Roncalli residía en que se dejaba llevar y permitía actuar a otros, Bergoglio siempre ha sido más personalista. Mientras Roncalli con su buena fe caía víctima de intrigas y complots (por ejemplo cuando era nuncio apostólico), en Argentina fue Bergoglio quien armaba complots y jugadas políticas.


Si bien convocando al Concilio, Roncalli era igual de conservador que Bergoglio (tanto que se habla hoy de una necesidad/posibilidad de uno nuevo), los contextos de ayer y hoy son bien diferentes.

Hace 50 años la Iglesia estaba en crisis por un conflicto y lucha entre tradicionalistas y aperturistas.

Hoy la crisis no es fruto de un conflicto interno (Wojtyla y Ratzinger ya limpiaron la Iglesia de los círculos progresistas), sino de una atrofia e implosión por escándalos y rivalidades en la cúpula.

A diferencia de aquella renovación desde adentro (¿desde abajo?), la de Francisco, fiel a su estilo bonapartista –lo que lo asemeja a Juan Pablo II, el Napoleón de la Iglesia–, será más bien (si se da...) una renovación desde arriba.

Pero mientras el conflicto desde abajo puede traer cambios refrescantes, la conciliación desde arriba solo traerá disciplina.

Apenas al día siguiente de la doble canonización, Francisco tuiteó: La desigualdad es la raíz de los males sociales (@Ponitifex, 28/4/14).

Para algunos fue una prueba de crítica radical del capitalismo y diferencia sustancial con Juan Pablo II (The Guardian, 29/4/14).

Sólo que… Wojtyla también censuraba las desigualdades y su crítica del capital era mucho más profunda que la de Francisco (¡sic!).

Destacaba de hecho en los 90, mientras hoy ya casi todos se dicen críticos, sobre todo de las desigualdades (hasta que se volvió un sinónimo del anticapitalismo, y no lo es).

Incluso Benedicto XVI fustigaba la creciente brecha entre ricos y pobres, (News.va, 1/1/13).

La crítica de Francisco no es nada radical, más bien moral (muy diferente de lacrítica estructural de la teología de la liberación).

Su objetivo es disciplinar no sólo a los pobres (conteniéndolos, en vez deempoderarlos), sino también al capital, para que regrese bajo el techo de la Iglesia.

Su carta a la élite de Davos, donde la disciplinaba de manera clásica aplaudiendo su capacidad de innovación –¡sic!– y regañando por perder de vista a la gente (The Guardian, 9/3/14), su llamado a una movilización ética mundial contra la injusticia y la pobreza, más allá de las diferencias de credo u opiniones políticas –¡sic!– (El País, 9/5/14), o Evangelli gaudium (2013), su primer documento que toca las cuestiones económicas, evidencian que su programa no son cambios fundamentales al sistema, sino el viejo sueño corporativista de la Iglesia (León XIII, Rerum novarum, 1891) y de una parte de la burguesía, una falacia de conciliar el trabajo con el capital (que significa supeditar el primero al segundo).

Sin embargo no es la conciliación, ni el consenso (elevarse por arriba de las diferencias) lo que nos puede sacar de donde estamos, sino el conflicto y la lucha según las divisiones ya existentes, que son una palanca de la acción política.

Lo mismo se aplica al futuro de la Iglesia y la suerte de su renovación.

* Periodista polaco