El racismo y la xenofobia española

José M. Murià
La Jornada [x]

Yampoco en México estamos libres de culpa, más por el racismo que por la xenofobia, aunque también es cierto que si el extranjero no es de ciertas condiciones étnicas también puede llevarse lo suyo.

Supongo que en nuestro país el racismo está mayormente ligado con el criollismo y éste procede de la península ibérica.

Sin embargo, otros países de la Europa verdadera, como la denominan algunos para menospreciar, a su vez, a los españoles, tampoco cantan mal las rancheras.

Pero ahora el tema es España, el platanito que le aventaron a Daniel Alves –excelente jugador de futbol– en un estadio valenciano, lo cual es considerado en ese país como una ofensa racista.

Alves, con los millones que ha ganado durante los 11 años que ha padecido las agresiones racistas, puede tomárselo con humor, mas para quienes fueron en busca de algo para aganarse el pan significa una verdadera tragedia.

Un espléndido artículo de Juan M. Vázquez Ramírez, de La Jornada Jalisco(4/05/14, “Xenofobia y racismo en España…”), recuerda con atingencia varios incidentes suscitados en ese país durante los recientes años. Incluso alude a una ecuatoriana que fue agredida por hablar por teléfono en guaraní... El suscrito podría agregar más, incluyendo los improperios de que ha sido víctima, como sudaca de mierda.

Vázquez hace un buen análisis que parte del eurocentrismo. Por su parte, Esteban Garaiz, de Milenio Jalisco (6/05/14, Yo también me como un plátano), igualmente aborda con elegancia el tema, agregando consideraciones sobre otros menosprecios por motivos raciales en Estados Unidos y demás lugares, y se remonta hasta recordar que el homo sapiens procede de África.

Es el caso de que el asunto afortunadamente ha encontrado eco en buenas plumas mexicanas, por lo que supongo que ha habido muchas más manifestaciones de las que no he llegado a tener noticia desde mi rincón provinciano, pero me parece que debería haber muchas más. Tal es la razón por la que yo también me echo el trompo a la uña, a riesgo de que me tachen de copiche.

Más lamentable es que tales agresiones provengan sobre todo de gente joven, generalmente más osada cuando llevan obvia ventaja y poco habituados a que los agredidos saquen las uñas, porque lo cierto es que, cuando esto sucede o las fuerzas se nivelan, dan muestras de una enorme cobardía.

El tal –por cual– David Campayo que se lució en Castelló de la Plana lo hizo porque se sintió seguro entre la multitud, pero lo grave es que, cuando fue aprisionado, fue soltado casi de inmediato y, lo que es peor, es el dato que nos proporciona Vázquez Ramírez: “Cerca de 800 personas protestaron en las calles por lo que consideraron una criminalización mediática del joven y un ensuciamiento ( sic) del nombre de su pueblo”.

Dicho de otra manera, en vez de reprobar el acto de su réprobo paisano, sale a las calles a defenderlo. Ello no quiere decir otra cosa que ellos también son unos racistas de mierda.

Termina Vázquez diciendo, con muy justa razón: El plátano se convierte en el ejercicio de un poder simbólico que legitima al español y deslegitima al extranjero