Las falsas opciones de Obama

Soledad Loaeza
La Jornada [x]

En la ceremonia de graduación de la academia militar de élite de Estados Unidos, West Point, que tuvo lugar hace unos días, el presidente Barack Obama expuso algunas ideas generales a propósito del papel de Estados Unidos en el mundo hoy; hizo también un balance de su política exterior. América Latina no apareció en el discurso como un tema distinto, pero eso no significa que estas reflexiones carezcan de interés para nosotros. El presidente Obama nos ofreció los presupuestos de su acción internacional, de manera que el discurso nos ayuda a entender el tono y la dirección de la política exterior de Estados Unidos. Es tal el peso de ese país en nuestras economías y en la definición de nuestra posición en el mundo, que lo que haga, o deje de hacer, habrá de afectarnos.

El tema central del discurso es el liderazgo internacional de Estados Unidos; la polémica que ha levantado revela que hay un notable desacuerdo al respecto. Las críticas más severas provienen de los comentaristas más conservadores, que subrayan que el presidente no le hace justicia al poder que verdaderamente posee Estados Unidos en la actualidad, sino que mira a su país como si se tratara de una potencia media que se conforma con mantenerse alejada de conflictos que no deben serle ajenos: Irak, Afganistán, Ucrania. Ponen en tela de juicio el principal mensaje del discurso: el repliegue necesario de Estados Unidos.

Consideran los críticos que en lugar de reconocer que la capacidad militar estadunidense es incomparable con la de ningún otro país, Obama exagera el carácter relativo del poder y transmite, por ende, una imagen inexacta de la fuerza estadounidense. Es la suya, le reprochan, una visión que puede ser analíticamente correcta, pero no deja de ser la de un académico que está sentado ante un escritorio y no tiene nada más que hacer que interpretar la realidad, según su leal saber y entender. Sin embargo, apuntan, no es la actitud propia del presidente de una potencia global, de quien el mundo espera decisiones cuyas consecuencias recaen sobre millones de personas. Ese presidente no puede dejarse vencer por la duda y el titubeo, ni hacer a un lado el hecho de que cuando un país es tan poderoso como Estados Unidos, su comportamiento –por pasivo que sea– tendrá repercusiones de largo alcance sobre otros, y que incluso cuando deja de tomar una decisión afecta a los demás.

Ante el auditorio de West Point, Obama planteó –según sus críticos– falsas opciones, cuando para defender su política exterior las presentó en los siguientes términos: Estados Unidos podría a) atacar a todos los países que albergan células terroristas; b) no intervenir en los problemas de Ucrania o de Siria; y c) lo que ha hecho en materia de política exterior. David Frum, en la revista The Atlantic, recuerda una vieja broma que circula en el Departamento de Estado. Para resolver el problema X de política exterior hay tres opciones: a) no hacer nada; b) iniciar una guerra termonuclear, y c) la propuesta del Departamento de Estado. Las dos primeras opciones son falsas porque son imposibles, así que en realidad sólo hay una opción, la tercera. Esta es la menos satisfactoria para quienes piensan que si el presidente cree que Estados Unidos está perdiendo el liderazgo internacional, está haciendo una mala lectura de la historia. Aun si así fuera, aun cuando las condiciones parezcan desfavorables, Obama tendría la obligación de derrotar la adversidad en lugar de simplemente someterse a ella.

El argumento de fondo de estos comentaristas es que el poder militar es el fundamento del liderazgo internacional de Estados Unidos. En cambio, Obama habló del respeto a las normas internacionales y al estado de derecho, pero sobre todo, de la necesidad de que Estados Unidos se ajuste a un contexto internacional transformado. Fareed Zakaria en el Washington Post utiliza este argumento para responder a los críticos de Obama, y señala que recurrir a la guerra en el contexto internacional actual, que es mucho más pacífico y estable que en tiempos de la guerra fría, nada tiene que ver con el liderazgo internacional. O, como dijo Obama: Tener el mejor martillo no quiere decir que todo problema es un clavo.