Avionazo, provocación armada

Salvador González Briceño*
Alainet [x]
Una guerra que huele a gas, y sabe a petróleo
 
De confirmarse que fue derribado el Boeing-777 de la ruta Ámsterdam-Kuala Lumpur con 298 personas a bordo, el pasado jueves 17 de julio en la parte suroriental de Ucrania, donde continúa la ofensiva militar contra la población civil prorrusa desde el arribo al poder del presidente Piotr Poroshenko —señalado títere pro occidental y pro estadounidense—, bien cabe el calificativo de “provocación insólita” de Fidel Castro.
 
¿Por qué? Se trataría del primer intento, calificado de peligrosísimo, de “internacionalizar” el conflicto. Y la finalidad es clara: para señalar, como se ha venido haciendo reiteradamente, a Rusia y al presidente Vladimir Putin de ser el responsable de una guerra que huele a gas y sabe a petróleo. Ahora con otros alcances, puesto que se estaría involucrando a otros países para meterlos en el embudo de una guerra claramente proestadounidense y de sus aliados; mejor dicho, de sus intereses. 
 
Una parte importante de la prensa internacional está dándole este enfoque al “accidente” del avión de Malaysia Airlines, con la clara intención de insistir en el señalamiento antedicho. Pero la parte del análisis de la noticia enfoca sus baterías hacia el origen geopolítico de la misma guerra. Es decir, que se trata de un atentado orquestado desde occidente para minar a Rusia y arrebatarle los controles regionales que resultan estratégicos, tanto por las reservas de los energéticos como por los flujos de petróleo y gas hacia la Unión Europea.
 
Puede haber otras, pero estas son las más sobresalientes. Veamos algunas características del mencionado incidente, mejor dicho “atentado”.
 
No sólo porque lo haya dicho el Primer Ministro de la República Popular de Donetsk, Alexander Borodái, pero “las autodefensas” carecen de armas capaces de derribar un avión que vuela a 10 kilómetros de altura. Además, dicha milicia encontró y pone a disposición de representantes de organismos internacionales, una de las dos cajas negras de la aeronave, y se mostraron dispuestos a declarar una tregua de tres días para que se investigue el origen de la catástrofe.
 
¿Esa misma disponibilidad la tiene el ejército ucraniano de Poroshenko? De ser el caso, además tiene que hacer varias aclaraciones, antes que apresurarse a señalar culpables por el derribo del avión malayo. Por ejemplo, según el presidente del Comité Interestatal de Aviación de Rusia, Alexéi Morozov, Ucrania es la responsable de investigar las causas de la caía del avión. Cómo es que se pretende señalar a los prorrusos, si las autodefensas no poseen el dichoso sistema de misiles Buk o S-300. Ningún sistema Buk, ningún otro tipo de armas ha entrado a Ucrania desde Rusia, dijo un representante oficial del Ministerio de Defensa ruso. ¿Por qué los controladores aéreos ucranianos ordenaron a los pilotos del avión descender a la altura que luego fueron derribados?
 
Los cuestionamientos, en diez puntos —cito algunos—, del viceministro de Defensa ruso, Anatoli Antónov, a sus colegas ucranianos, sirven de fondo: ¿En qué basan su acusación de responsabilizar a las autodefensas ucranianas? ¿Cómo usa y para qué tiene en esta zona del conflicto, el sistema de misiles tierra-aire, Buk? ¿Por qué no se forma la comisión internacional ya; además del inventario de los misiles en su poder? “¿Por qué el servicio de Seguridad de Ucrania empezó a trabajar con las grabaciones de las comunicaciones entre los controladores aéreos de Ucrania y la tripulación del Boeing, así como con los sistemas de almacenamiento de datos de radares ucranianos, sin esperar a los investigadores internacionales?”. Las indagatorias son previas a las acusaciones, ¿que no? Pero EEUU, Francia y Alemania ya acusan a Rusia. Ese es el intento de “internacionalizar” un avionazo por aclarar.
 
*Salvador González Briceño es director de El Día en 2009. Director de Reporte México. Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx