EEUU. Los tiempos de Ferguson

Vicente Rubio Pueyo*
Diagonal Global [x]
Ferguson concentra en sus calles todos los síntomas del conflicto racial en EE UU, con su continuidad histórica, pero también con nuevos elementos.
Cuatro horas y media. Ése es el tiempo en que el cuerpo de Mike Brown, un adolescente afroamericano, quedó abandonado en las ­calles de Ferguson, Missouri, tras recibir seis disparos de un oficial de policía la tarde del 9 de agosto de 2014. Al otro lado de las cintas policiales, sin poder traspasarlas, comenzaron a agruparse vecinos del barrio. También la madre del joven, a quien no se le permitió acercarse a aquel joven cuerpo rodeado por las luces y sirenas de ambulancias y coches de policía. Cuatro horas y media. Rabia y preguntas en un tiempo detenido, que poco después estallaría en una serie de protestas, concentraciones y vigilias, y en una brutal respuesta de las autoridades.
En ese tiempo detenido caben muchos tiempos. Ferguson concentra todos los síntomas del actual conflicto racial en los EE UU, tanto en la eterna repetición del dolor como en el anuncio de algunos elementos nuevos.
Aquel cuerpo abandonado en la calle ha tenido muchos nombres: Trayvon Martin, Eric Gar­ner, Ki­mani Gray, apenas algunos casos recientes de una lista infinita. Esos nombres dan rostro a los efectos de la sistemática represión policial ejercida sobre la población afroamericana, y especialmente la criminalización constantemente proyectada sobre sus jóvenes. Una pervivencia de la cultura del linchamiento y la segregación, disfrazada ahora de error policial, cuyo supuesto carácter fortuito queda desmentido por su conexión con factores estructurales como el continuo régimen de vigilancia ejercido por la policía sobre la población afroamericana.
 

En Estados Unidos pervive la cultura del linchamiento y la segregación, disfrazada ahora de error policial

Este régimen combina el discurso de las “ventanas rotas”, una teoría criminológica basada en la idea de que el continuo castigo de pequeños delitos es la única forma de evitar problemas mayores, con una concreta determinación material. El presupuesto municipal de Ferguson depende en una parte importante del dinero proveniente de multas y sanciones.

Todos estos factores han conducido a una profunda fractura existente entre la población afroamericana de Ferguson y las autoridades. Pero la respuesta de éstas también resulta tremendamente reveladora. Primero, el silencio y la opacidad, cargados de un desprecio implícito, en su tratamiento del proceso de investigación y en la ausencia de contacto con la familia de Brown. Después, el recurso a cuerpos SWAT, cargados de gases lacrimógenos, o el uso de vehículos militares no sólo conforman una respuesta desproporcionada a las concentraciones pacíficas de los ciudadanos. Sobre todo, delatan el miedo y los fantasmas de un aparato institucional incapaz de concebir una protesta de la población afroamericana en términos que no sean los del riot [disturbios]. Así, las autoridades convocaban involuntariamente sobre Ferguson otro tiempo: el recuerdo de la revuelta de Los Ángeles en 1992.
Pero además Ferguson ejemplifica profundas transformaciones en el mapa social y político de la discriminación. Uno de ellos es la geo­grafía de las protestas. Fer­guson responde a un nuevo perfil producido por la gentrificación en los grandes centros urbanos, los sucesivos recortes en los sistemas de vivienda social, simbolizados en la demolición de viejos projects como el Pruitt-Igoe –precisamente en St. Louis, muy cerca de Ferguson–. Todos estos factores han provocado la creación de nuevos guetos, ­situados ahora en suburbios previamente deshabitados por la desindustrialización, y donde ahora se concentra buena parte de la población afroamericana pobre.

Racismo en la era de Obama

Ese cuerpo tirado en la calle ha tenido muchos nombres: Trayvon Martin, Eric Garner, Kimani Gray...
La otra transformación afecta a los parámetros políticos y discursivos en que se ha movido el problema racial en los EE UU. La era de los derechos civiles, al margen de sus indudables logros, se ha convertido en un monumento integrado en una narrativa oficializada, debidamente canalizada en los medios a través de figuras como Al Shar­p­ton, ahora profundamente cuestionadas. La necesidad del discurso oficial de recurrir al imaginario de los años 60 encontró en la elección de Obama en 2008 un aire de tranquilizador cumplimiento, como resumiera la ambigua fotografía del presidente sentado en el autobús de Rosa Parks en el 58 aniversario del gesto de desobediencia que abrió simbólicamente la era de los derechos civiles.
Paradójicamente, los años del mandato del primer presidente afroamericano están viendo una realidad que no encaja con aquella imagen. Desde el asesinato de Trayvon Martin en 2012, se ha abierto una secuencia de movilizaciones en la que nuevas organizaciones, como Black Youth Project y Dream Defenders, reivindican críticamente el legado de los derechos civiles mientras incorporan nuevos métodos y formas de liderazgo, a la vez que conectan la cuestión policial a un conjunto de factores sociales y económicos, como el fracaso escolar y el desempleo. En Ferguson late también el tiempo de la formación de un nuevo movimiento afroamericano.
*Profesor en la Fordham University de Nueva York