Ayotzinapa. El gobierno sabe dónde están los 43 normalistas

Emir Olivares, Fernando Camacho y Alonso Urrutia
La Jornada [x]
  • México, plagado de fosas clandestinas, afirman padres
  • ¡No están solos!, claman cientos de miles en la Plaza de la Constitución
  • Peña amenaza con usar la fuerza; pero el pueblo tiene otras facultades
  • Estamos decididos a cambiar de una vez por todas este país, advierten
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Las caravanas de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos concluyeron ayer su peregrinar por el país exigiendo justicia y cosechando solidaridad; llegaron a las puertas de Palacio Nacional junto a un caudal de indignados, enardecidos por el crimen de Estado a pesar del paso del tiempo<>Foto Pablo Ramos

El recorrido que realizaron por varios estados del país confirmó lo que sospechaban: “No sólo es Guerrero: en todo México hay fosas clandestinas, ejecutados extrajudicialmente y desapariciones forzadas”.

Ese fue el mensaje que los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos desde hace 52 días expresaron ante cientos de miles de personas que los acompañaron ayer en la cuarta Jornada Global por Ayotzinapa, que concluyó con un mitin en el Zócalo de la ciudad de México.

¡No están solos, no están solos!, fue la respuesta de miles de voces que se sumaron para exigir la presentación con vida de los normalistas, castigo a los responsables de los hechos del 26 y 27 de septiembre en Iguala, Guerrero, y la salida de la Presidencia de la República de Enrique Peña Nieto.

Arropados por la multitudinaria movilización popular (al concluir el mitin, a las 8 de la noche, aún entraban contingentes al Zócalo), los familiares advirtieron: El Estado quiere cerrar el caso con las mentiras del procurador (Jesús Murillo Karam), pero desde aquí les decimos que los padres somos muy dignos y sin importar el cansancio no nos detendremos hasta encontrar a nuestros hijos. Estamos seguros que el gobierno sabe dónde están.

Las caravanas Julio César Mondragón Fuentes Fontes, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava –los tres estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos asesinados durante aquellos sucesos– llegaron la tarde de ayer a la ciudad de México y fueron recibidas por miles de personas en tres puntos distintos de la que muchos consideran ciudad colapso: el Ángel de la Independencia, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y el Monumento a la Revolución.

Desde estas tres escalas, los padres de los normalistas partieron junto a cientos de miles de ciudadanos hacia un mismo destino: el Zócalo capitalino.

Hoy queremos decirles que no sólo es Guerrero, gracias a las caravanas nos dimos cuenta que fosas clandestinas y desaparecidos hay en todo el país. Hoy, 20 de noviembre, no festejamos el 104 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Si estamos aquí parados, es porque los gobernantes han mutilado nuestra Constitución en su beneficio y para justificar sus actos, sostuvo Felipe de la Cruz, padre de uno de los muchachos desaparecidos.

Contundente, el hombre refutó la advertencia de Peña Nieto: Usted asegura estar facultado para usar la fuerza pública (contra los manifestantes), pero se olvida que el pueblo tiene otras facultades, y justo aquí está para exigir cuentas.

Uno más envió un mensaje a Peña Nieto, quien al tomar posesión de la Presidencia prometió cumplir y hacer cumplir la Constitución. Pero hoy quiero informarle que la patria se lo demanda y exige su retirada.

Han sido 52 largos días para 46 familias (43 desaparecidos y tres asesinados), casi dos meses de lucha que fueron resumidos por otro de los familiares: Son 52 noches sin nuestros hijos y el gobierno no ha respondido, no ha realizado ninguna investigación seria para nosotros, sólo ha habido simulación.

La rabia e indignación son más poderosas que el agotamiento. No estamos cansados, estamos enojados porque han jugado con nuestros sentimientos. El gobierno, en lugar de resolver el caso, ha amenazado a los padres y a quienes están en la movilización popular.

Asimismo, dejaron en claro que esas 52 noches también han sido largas para el gobierno federal: Así tengan miles de detenidos, a nosotros no nos interesa, queremos a nuestros hijos y nada más. Y queremos decirle al señor Peña Nieto que si él y su gabinete no pueden, que se vayan, sostuvo una madre.

Otra de las madres tomó el micrófono, y con una voz grave borró la hipótesis del procurador (Murillo Karam) de que los 43 normalistas pudieron haber sido asesinados y calcinados por integrantes de la banda Guerreros Unidos.

“Sólo quiero decirles que si el crimen organizado se los hubiera llevado, sus cuerpos ya hubieran aparecido, como el resto de los que han sido ejecutados (por ese grupo). Pero el hecho de que sigan desaparecidos muestra que se los llevó el gobierno, y ellos saben dónde están”.

Para finalizar la jornada, los padres de los normalistas agradecieron a los cientos de miles que los acompañaron y les enviaron un mensaje: regresen a sus casas a reflexionar y analizar qué habrá después del 20 de noviembre de 2014, justo para hallar la fórmula de la transformación.

Estamos determinados a cambiar de una vez por todas este país; estamos dispuestos a mandar a la fregada a las instituciones, porque ya no sirven. Apostamos por la vía pacífica, pero no se puede hablar de paz cuando nos faltan 43 jóvenes. No puede hablar de gobernabilidad cuando envían a sus provocadores y policías a reprimir al pueblo. Y eso debemos cambiarlo.

¿Dónde?, la pregunta más compleja que recorre el país

¿Dónde? Tan simple y tan compleja la pregunta. Tan desestabilizador en estos agitados tiempos que corren en el país. Es la simple duda garabateada en una de las pancartas que porta el familiar de uno de los 43 normalistas desaparecidos que ayer concluyeron su peregrinar por el país, cosechando solidaridad y exigiendo justicia.

Una interrogante que a 52 días de los trágicos sucesos de Iguala no encuentra respuesta. Sólo más preguntas y más intensas consignas en las que inevitablemente se clama: ¡Fuera Peña!

Los empeños gubernamentales han terminado en laberínticas hipótesis, inverosímiles para los miles que ayer volvieron a las calles y que han conducido invariablemente a las puertas de la impunidad.

Al paso de la marcha del Ángel de la Independencia al Zócalo, donde va la mayoría de los familiares de los desaparecidos y los estudiantes de Ayotzinapa, se palpa la desazón y la incredulidad frente a las verdades oficiales que les han querido contar: Primero, nos los querían entregar muertos, enterrados en fosas clandestinas; después, nos los quisieron entregar calcinados y en cenizas. Eso es pura farsa del mal gobierno que nos quiere desmovilizar.

Es la cuarta jornada de movilización masiva en demanda de la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. Esta vez, con tintes nacionales por las caravanas que ayer concluyeron su peregrinar por el país pugnando justicia, cosechando solidaridad hasta que ayer llegaron, otra vez, a las puertas de Palacio Nacional acompañados de un caudal de indignados que se cuentan por miles, enardecidos a pesar del paso del tiempo.

Demasiado agravio para acallarlo con el correr de los días. Ni la versión oficial que ha desahuciado a los normalistas ha abierto un resquicio a la resignación, que acaso sea el único de los sentimientos que no comparten los contingentes.

La mayoría de la marea ciudadana se tornó negra. Un negro de protesta, no de luto, porque la añeja consigna sigue vigente: “¡Vivos se los llevaron…”

Hay muchos ciudadanos que no se unen a la marcha pero eso no les impide mostrar la compatibilidad con los reclamos que los manifestantes reivindican.

Kilómetros ocupados por una improvisada valla de ciudadanos que, ya sea con gritos o con pancartas, dan cuenta de su desolador estado de ánimo ante la realidad nacional.

Los cartelones con un demacrado rostro del presidente Enrique Peña Nieto ilustran la consigna contigua en el cartel ¡Fuera Peña!

De entre la masa de ciudadanos que muestran carteles al paso de la marcha, una anciana que vivió los tiempos de la guerra sucia opta por cargar la legendaria foto de Genaro Vázquez. En la masa, pareciera pasar revista a esta nueva generación de insurrectos ante el régimen, así sea con los mismos y añejos reclamos.

En esta ocasión la marcha partió de varios sitios. El emblemático Tlatelolco para evocar tragedias pasadas aunque nunca olvidadas; el monumento a la mítica Revolución Mexicana, y el del Ángel de la Independencia.

Tres grandes contingentes que concluyeron en la Plaza de la Constitución, donde la víspera quedó agotada la celebración de la Revolución Mexicana y sólo los rostros encendidos de Villa y Zapata atestiguaron esta nueva jornada de protestas.

Del Ángel a la Independencia salieron los contingentes de Guerrero. Los padres y los familiares con los estragos del cansancio tras un periplo por varios estados del país marchan silenciosos la mayor parte del trayecto.

Su silencio contrasta con la catarsis de cada uno de los oradores que toma la palabra en la tribuna popular y móvil que encabeza el contingente. Todo el silencio que acompaña su trayecto, todo el dolor reflejado en sus rostros, se transformará a su arribo a las puertas de Palacio Nacional,

Casi dos horas después, su arribo al Zócalo es celebrado con una ovación de las organizaciones sindicales y no gubernamentales que llegaron antes provenientes del Monumento a la Revolución.

La algarabia comienza a envolver la Plaza de la Constitución. Es la cuarta vez que converge esta rebelión ciudadana . La omnipresencia de los 43 rostros juveniles de los normalistas es signo de la unanimidad en los reclamos, aunque sus alcances tienen ya, en algunos casos, dimensiones míticas: la semilla de la Revolución.

Al anochecer, el mitin vuelve a convertirse en catarsis social? ¡No están solos!, es el coro que acompaña los discursos encendidos que repudian la corrupción gubernamental, la impunidad con que, dicen los oradores, se conduce, y la imputación a Peña Nieto como único responsable de la coyuntura, que es asumida por la masa casi como acto de fe, tan irrebatible como suelen ser.

A lo largo del trayecto, las vallas metálicas se convierten en espacios para la creatividad ciudadana. De la consigna a la plegaria: Un nuevo estado sin Peña y sin muerte o No nos pueden despojar de la esperanza.

En esta ocasión los manifestantes deben ocuparse de un nuevo factor : la solidaridad de los anarquistas, quienes llegaron al Zócalo pasadas las 10 de la noche, cuando aún arribaban contingentes estudiantiles al Zócalo, aunque el mitin había concluido una hora antes. Las consignas comenzaron a opacarse con los estruendos de los petardos y cócteles molotov que los anarquistas lanzaban contra Palacio Nacional.

Testigos de la violencia de los denominados anarquistas, los contingentes estudiantiles apelan a gritos que van desde la reivindicación de la paz como forma de lucha hasta la censura abierta a los infiltrados.

Los petardos estallan a las puertas de Palacio Nacional, mientras algunos pacifistas invocan al Himno Nacional como fórmula patriótica para evitar el caos.

El zócalo es un collage de expresiones: veladoras, mantas, gritos, consignas y petardos, hasta que la policía se ve obligada a intervenir, como colofón de la cuarta jornada, de lucha y protesta.