México. La masacre de Ayotzinapa

El dolor, la incertidumbre y la ira

Adolfo Gilly
La Jornada [x]

Cuatrocientos cuarenta y cinco miembros de la comunidad de El Colegio de México, conocida por la mesura de sus juicios y la herencia de razón, república y estudio reciProgramarbida desde los padres fundadores de la Casa de España de México, han dado a conocer un sereno y severo documento, dirigido a la opinión pública, sobre el crimen de lesa humanidad cometido contra los normalistas de Ayotzinapa, a quienes llamannuestros 43 hermanos desaparecidos.

Por la seriedad de sus argumentos me tomaré la libertad de reproducir o glosar en este espacio algunos de los pasajes fundamentales. El documento consta de cuatro apartados y está fechado el 11 de noviembre de 2014. Las cursivas están en el texto original.
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Felipe de la Cruz (derecha), padre de uno de los desaparecidos, a bordo de un autobús que integra la caravana que recorrerá varias ciudades del país en demanda de la presentación con vida de los normalistas<>Foto Ap

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Dicen desde el inicio los firmantes (64 profesores-investigadores, 216 estudiantes, 36 administrativos y bibliotecarios, 99 egresados) que la información presentada por el Procurador General de la República en la conferencia de prensa del 7 de noviembre de 2014, no cumple aún con la exigencia de conocer el paradero de los 43 normalistas desaparecidos, los motivos de su sustracción y la suma de personas involucradas con miras hacia su detención y castigo. Y a continuación dan sus razones:

La información dada a conocer proviene de líneas de investigación limitadas o incompletas y se basa exclusivamente en confesiones de personas detenidas por su presunta participación en los hechos. Las confesiones no pueden ser consideradas como única prueba y en México su contundencia está totalmente diluida. Mediante una práctica sistemática, el Estado mexicano ha institucionalizado la tortura como método de investigación en las instancias de impartición de justicia, hecho que ha sido ampliamente documentado por diversos diagnósticos nacionales e internacionales.

Aun cuando no presumimos que tal haya sido el caso ni descartamos los dichos de los detenidos, agregan los firmantes, somos enfáticos en la necesidad de demostrar, a través de pruebas científicas, objetivas y rigurosas, si los restos encontrados corresponden a los 43 normalistas desaparecidos o no.

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La severidad de los términos en que está formulado el segundo apartado demanda su reproducción literal:

“ La forma en que la información ha sido presentada a los familiares y a la sociedad es condenable. El montaje discursivo de la Procuraduría General de la República es contradictorio: la lógica oficial alienta, sin comprobar, la idea de que los normalistas fueron salvajemente asesinados, pero su conclusión es que continuarán en calidad de desaparecidos”.

Ahora bien, la conclusión sucesiva es demoledora y viene subrayada:Estamos convencidos de que la presentación de argumentos y materiales no concluyentes y contradictorios tiene como único fin desmovilizar las acciones de protesta.

A esta convicción se suma la clara percepción de la crueldad del procedimiento expositivo público escogido en este caso por las autoridades federales:

“Asimismo, el gobierno mexicano y sus instituciones se han mostrado indolentes ante la situación emocional de los familiares de los 43 normalistas y, en distintos momentos, han promovido especulaciones de diversa naturaleza, abonando al tratamiento sensacionalista del caso. La forma en que la Procuraduría relata hechos de tortura, vejación y sufrimiento físico y emocional a los que los estudiantes podrían haber sido sometidos, es decir, sin poder comprobar si fue así o no, es un acto de innegable violencia psicológica sobre cuyas intenciones nos cuestionamos”.

No piden estos académicos y estudiantes que se escondan o se maticen las evidencias reunidas. Demandan con razón que sólo sean presentadas a la sociedad cuando el caso haya sido resuelto y su difusión atienda protocolos de crisis humanitaria.


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Tal vez el apartado más fuerte de esta declaración sea el tercero. Se refiere al conjunto de la postura adoptada en esta crisis por el gobierno federal en la persona de su máximo representante, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Con severidad y respeto dice:

“ Nos declaramos indignados ante la postura negligente e insensible del Presidente de la República, el C. Enrique Peña Nieto, frente a las circunstancias críticas del país. Consideramos que su insistencia en realizar una gira internacional de trabajo, mientras el país se debate entre el dolor, la incertidumbre y la ira es del todo inoportuna, imprudente e indolente. Condenamos que el Presidente haya desoído la exigencia de los familiares de los 43 estudiantes, así como de la sociedad, en torno a la cancelación de su salida del país. En este momento la presentación con vida de los 43 normalistas y la resolución integral del caso Iguala es una prioridad nacional. El lugar del Presidente está en su país”.

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De nuestros derechos como ciudadanos de la República hablan las conclusiones del documento: Reivindicamos el derecho a la movilización social pacífica y solidaria, sostenemos el dolor que hoy sentimos colectivamente y exigimos justicia. Y de las provocaciones también:

“ No permitiremos que las provocaciones lanzadas desde distintos niveles de gobierno, ya sea de manera frontal o a través de grupos de choque a su servicio, nos detengan, como han intentado hacerlo en manifestaciones recientes. Exigimos un alto total e inmediato a las hostilidades del gobierno, a las detenciones arbitrarias, a las amenazas, a la represión en cualquiera de sus formas, a la criminalización de la protesta social y a cualquier otro intento por inhibir el derecho a la libre expresión de la ciudadanía”.

Que la búsqueda prosiga bajo presunción de vida; que se presenten pruebas científicas objetivas y rigurosas validadas por instancias internacionales; que se acepte de inmediato la asistencia técnica ofrecida por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y que “se reconozca que México se encuentra en un estado de crisis humanitaria” son las peticiones finales de la comunidad de firmantes de El Colegio de México.

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Ayotzinapa no es un repentino caso excepcional. Es el México de estos tiempos de la ira y del despojo. Además de apoyar y hacer propias las demandas de los padres y las madres de los estudiantes desaparecidos, este singular documento colectivo termina recordando que Ayotzinapa es tan sólo un momento culminante de la historia de horror y desprecio que en este país nuestro hemos venido viviendo en estos años, mientras los políticos y los funcionarios de todos los colores, con la televisión a su servicio, seguían encerrados en sus cámaras de espejos electorales, institucionales y clientelares. Concluye así:

Nuestra consternación e indignación no son menores ante el resto del horror: decenas de cuerpos no identificados a lo largo del país; ciudadanos que mueren todos los días en circunstancias desconocidas y por los que absolutamente nadie responde; cientos de miles de vidas conquistadas por el miedo y el desamparo. Pero nosotros no nos cansamos.
Documento completo:
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El acto de matar

Willivaldo Delgadillo*
La Jornada [x]

En la cinta The act of killing (2012), de Joshua Oppenheimer, un grupo de ex paramilitares cuentan a cuadro cómo participaron en la purga comunista durante la dictadura militar encabezada por Suharto en la Indonesia de mediados de los años 60. Colaboran porque el director les ha ofrecido hacer una película de ficción sobre sus hazañas. Los entrevistados se ven a sí mismos como héroes y están convencidos de haber ofrecido un servicio importante a la patria, aunque saben que lo que hicieron está fuera de la ley. “Somos gánsteres –dicen ante la cámara–, y eso significa que somos hombres libres”. También creen que hacer la película es importante, porque tendrán la oportunidad de mostrar su forma de operar; Anwar Congo, uno de los protagonistas, afirma que ese tipo de trabajos cinematográficos (los compara con las cintas sobre los campos de concentración nazis) tienen público porque el morbo de la gente se regodea en los espectáculos sadistas. Además, opina que su película aportará algo más: mi actuación será mucho más impactante porque yo lo hice en la vida real. En el transcurso de la película estos hombres revelan, paso a paso –entre anécdotas personales–, el modus operandi de los escuadrones de la muerte. Pero no todos los participantes eran matones a sueldo. Uno de los entrevistados es el director de un periódico que cuenta que su trabajo consistía en manipular la información disponible para generar una opinión negativa sobre las víctimas, para que el público los despreciara.
El viernes pasado el procurador Jesús Murillo Karam pretendió dar un informe detallado de las investigaciones encaminadas a encontrar a los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, hace poco más de un mes. Su relato, apoyado en mapas e imágenes de video extraídas de lo que fue identificado como entrevistas sicológicas de los detenidos, buscaba posicionar la idea de que los estudiantes habrían sido asesinados por los mafiosos, que también se encargaron de borrar todo rastro de sus crímenes. Los testimonios fueron recibidos por la opinión pública con desconfianza. Una de las razones fundamentales es que a diferencia de los protagonistas de la cinta de Oppenheimer, los testimoniantes presentados por Murillo Karam no resultan creíbles porque parecen estar siguiendo un guión. La poca credibilidad de la PGR se origina en la manipulación mediática que ha hecho el Estado de investigaciones y detenidos: el caso de Florence Cassez es el más paradigmático y el de Tlatlaya el más reciente.
Es evidente que no conviene al gobierno de Enrique Peña Nieto reconocer de ninguna manera que fueron policías (agentes del Estado) los directamente responsables del paradero de los normalistas, aunque ya haya quedado suficientemente establecido que fueron ellos quienes los privaron de su libertad. El adelanto de las investigaciones de Murillo Karam está encaminado a dar por terminada la búsqueda y a minimizar las consecuencias del caso, acotándolo a un episodio puntual y local: una supuesta confusión y los nexos de un alcalde y su esposa con narcotraficantes regionales.
Sin embargo, independientemente de las suspicacias suscitadas por la presentación del procurador en la víspera del viaje del Presidente a China, es necesario leer sus palabras como un relato posible, quizá no de lo que sucedió realmente en el caso de los normalistas, sino del modus operandi del Estado en la práctica de la desaparición forzada. Oppenheimer utilizó los testimonios de los paramilitares para reconstruir su manera de operar en varios niveles, pero también para exhibir las ligas entre gánsteres, la sociedad civil y el ejército. Y sobre todo, exhibió las supremacía de mando del ejército de Indonesia sobre los paramilitares, quienes torturaron y asesinaron con autorización y orientación de agentes del Estado.
Existen dudas sobre si los personajes presentados por la procuraduría son o no chivos expiatorios o si simplemente son perpetradores de otros crímenes semejantes. Después de todo, el caso Ayotzinapa literalmente ha contribuido a destapar un gran número de fosas clandestinas que se han venido a sumar a las que se han encontrado en otros lugares del país, y los 43 normalistas se han sumado a las más de 25 mil personas desaparecidas en los últimos años; el problema es sistémico.
En cierto momento de The act of killing, Oppenheimer pregunta a los paramilitares si entregaban los cuerpos al ejército, pero ellos responden que los militares les ordenaban que los tiraran a un río. El procurador mexicano nos dice que los restos óseos calcinados de las víctimas fueron arrojados a un río y que a pesar de que algunos huesos han sido recuperados, su alto nivel de degradación hace muy difícil la extracción del ADN que permita su identificación. En la región donde ocurrieron los hechos existe una fuerte presencia militar.
Resulta sintomático el resquebrajamiento de la convicción actoral de Murillo Karam; quizá el gesto más contundente de las fisuras en su discurso sea la fraseno más preguntas, ya me cansé, con la cual cerró su conferencia de prensa. Sin embargo, las piezas que presentó el viernes pasado y su propia actuación en el podio constituyen un relato en el que se deja entrever el modus operandi del Estado en un problema sistémico: la desaparición forzada. La del procurador fue, más que cualquier otra cosa, una comparecencia del inconsciente político del Estado mexicano.
* Escritor. Su novela más reciente es Garabato