Dejar a los neoconservadores dirigir los EEUU (y el resto del mundo)

Robert Parry
Consortiumnews [x]

Durante la cumbre del G20, la denigración de Putin estaba en su cenit. El presidente Obama y otros dirigentes occidentales despreciaron al presidente ruso por su supuesta agresión en Ucrania. Los medios de comunicación dominantes añadieron una capa más. Pero, como lo ha escrito Robert Parry, la realidad es mucho más compleja.
Efectivamente, en un sistema político racional, los neoconservadores estadounidenses serían el grupo más desacreditado de la historia moderna de los Estados Unidos de América. Incluso sin estar sentados en el banquillo de los acusados por complicidad por crímenes de guerra (Desde América Central año 1980 a la década iraquí reciente), no serían considerados como universitarios respetados en los principales think tank, ni acogidos como editorialistas destacados en las publicaciones más importantes.
Pero, actualmente, los Estados Unidos no tienen un sistema político racional. En vez de ser ostraizados, los neoconservadores continúan dominando la reflexión del Washington oficial en materia de política exterior. Ellos y sus cómplices intervencionistas liberales continúan diabolizando a los dirigentes enemigos, aquellos que no tienen sus favores (como lo hicieron en América Central y en Iraq), y provocan a los que tienen dudas, acusándoles dedebilidad, si no se embarcan con ellos.
El presidente Barack Obama habla con el presidente Vladimir Putin de la Federación de Rusia mientras caminan para juntarse con otros dirigentes para la foto de familia, en el centro de Convenciones en Pekín, China, el 11 de noviembre de 2014.
Además, los medios de comunicación estadounidenses dominantes, liderados por periódicos como el New York Times y el Washington Post, siguen su línea, cuando no son dirigidos de hecho por los propios neoconservadores [When Henry Kissinger Makes Sense (consortiumnews.com, inglés, 12-11-2014)]. Luego los políticos, incluso los que deberían saber más sobre el tema, como el presidente Barack Obama, no se atreven a enajenarse a los que fabrican la opinión, reforzando así los temas de los neoconservadores, haciendo creer que son duros
Llegados a este punto, es tal vez extremadamente ingenuo creer que el presidente Obama pueda un día demostrar una verdadera aptitud a dirigir, repudiando el grupo de pensamiento neoconservador sobre diferentes temas, tales como las turbulencias actuales que viven países como Irán, Siria, Iraq, Rusia y Ucrania.
Parémonos un instante e imaginemos lo que habría pasado si el presidente Obama hubiera seguido los consejos de los neoconservadores el año pasado, y hubiera lanzado ataques aéreos de gran amplitud para derrocar el ejército sirio, basándose en dudosas alegaciones [The Collapsing Syria-Sarin Case (consortiumnews.com, inglés, 07-04-2014)] que lo hicieran responsable de un ataque de gas sarín.
El pensamiento de grupo del Washington oficial era que, de un modo o de otro, como por arte de magia, la oposición siria moderada y virtualmente no existente, habría tomado la ventaja y que todo habría funcionado a las mil maravillas. Pero el resultado más probable habría sido que radicales islamistas, ya sea el Estado islámico o el Frente Al-Nosra, habrían tomado el poder. La bandera negra yihadista habría podido ondear en Damasco.
¿Y luego ? ¿Habría Occidente podido tolerar a Siria, en el centro del Oriente Medio, controlada por Al-Qaïda, o incluso por el estado islámico, aun más extremista ? Además, una vez desaparecido el régimen relativamente secular de Bachar el-Assad, podemos apostar que habría habido un número espantoso de matanzas perpetradas contra los cristianos, los chiitas, los alauitas y otras minorías que apoyaban su régimen.
¿Se habrían quedado los Estados Unidos y Europa mirando sin hacer nada ? Habría habido muchas peticiones para que Obama hiciese algo. Llegados a este punto, el único algo posible habría sido una intervención militar estadounidense masiva, es decir con cientos de miles de soldados y cientos de billones de dólares, sin ninguna seguridad de un éxito final real.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Debemos recordar también como hemos llegado hasta aquí. No había presencia de Al-Qaïda en Iraq ni en Siria antes que el presidente Bush adoptara el proyecto demente de los neoconservadores, de invadir y ocupar Iraq en 2003. El brutal Estado islámico apareció en Iraq en resistencia a la ocupación militar estadounidense, bajo el nombre de Al-Qaïda en Iraq.
Bajo la dirección del extremista jordano Abu Musab al-Zarqaui, Al-Qaida en Iraq desarrolló una estrategia híper violenta, apoyándose en una extrema brutalidad, incluyendo la matanza de chiitas y de Occidentales, con el fin de echar estas fuerzas supuestamente heréticas fuera de la tierra musulmana.
Aunque al-Zarqaoui muriera durante un ataque aéreo estadounidense en 2006, su estrategia le sobrevivió, inspirando la crueldad sin remordimiento del Estado islámico, con el cual el mismo Al-Qaïda renunció a aliarse, prefiriéndole a su afiliado sirio, el Frente al-Nusra.
Es así como, si hace una década los neoconservadores no hubieran conseguido imponer sus presiones para invadir Iraq (con el apoyo entusiasta de los arribistas liberales de los medios de comunicación dominantes estadounidenses [No Lessons Learned at the NYT (consortiumnews.com, inglés, 11-07-2014)], no habría habido tal vez una crisis actual en Iraq ni en Siria. Sin embargo, el Washington oficial continúa sometiéndose a un consenso llevado por los neoconservadores respecto a lo que debe hacerse en Oriente Medio y en otros lugares.
Admitamos que la situación es ahora tan confusa, que es difícil decidir lo que vale más hacer. En cualquier caso, una estrategia racional apartaría seguramente a los que crearon en primer lugar esta confusión.
Sin embargo, en vez de ponerlos de cara a la pared, los neoconservadores han podido extender el alcance de sus operaciones, extender su influencia al conflicto en Ucrania y decidir transformar Rusia y Putin en el nuevo malo de la película, con el fin de justificar una nueva guerra fría.
Los neoconservadores han vuelto a trazar esta estrategia geopolítica atizando los problemas en Ucrania, sabiendo lo delicado que es el tema para la seguridad rusa. En septiembre 2013, mientras Putin ayudaba a Obama a evitar la campaña de bombardeos contra el gobierno sirio deseado por los neoconservadores, éstos decidieron ocuparse de Ucrania y de Putin.
El plan fue incluso anunciado por neoconservadores estadounidenses como el presidente del National Endowment for Democracy (NED), Carl Gershman, quien utilizó la página editorial del buque insignia neoconservador, elWashington Post, para considerar Ucrania como el primer premio y la etapa intermediaria, antes de la caída final de Putin en Rusia.
Gershman, en nombre del NED, financiado por el congreso estadounidense, escribió [Former Soviet states stand up to Russia. Will the U.S.? (washingtonpost.com, inglés, 26-09-2013)]:
«La elección hecha por Ucrania de integrar Europa va a acelerar la muerte de la ideología del imperialismo ruso representada por Putin. Los rusos también deben hacer frente a una elección, y Putin podría encontrarse del lado perdedor, no sólo en el extranjero, sino también dentro de Rusia».
Dicho con otras palabras, desde el comienzo, Putin era el blanco de la crisis ucraniana. No era el instigador. Aunque se decida ignorar la intención evidente de Gershman, habrá que elaborar minuciosamente una extraña teoría de conspiración para apoyar la opinión comúnmente admitida que el proyecto de agresión de Putin contra Ucrania sea la primera etapa hacia la reconstrucción del Imperio ruso. (Ver el artículo de Consortiumnews.com, Por qué los neoconservadores quieren desestabilizar a Rusia [Why Neocons Seek to Destabilize Russia (consortiumnews.com, inglés, 27-04-2014)]).
Distraído por Sotchi
La verdad es que cuando la crisis ucraniana estalló en febrero de 2014, Putin estaba distraído con los Juegos Olímpicos de invierno y apoyaba el statu quo en Ucrania, es decir el gobierno electo del presidente Yanukovich, sin afán de extender el territorio ruso en Ucrania.
Eran los Estados Unidos y la Unión Europea (tras neoconservadores como Gershman, la asistente secretaria de Estado de Asuntos europeos Victoria Nuland y el senador John McCain) quienes apoyaban la caída del gobierno constitucionalmente electo de Ucrania.
Estos hechos son evidentes e indiscutibles. Incluso han sido reconocidos por el antiguo secretario de Estado Henry Kissinger, quien declaró en una entrevista en el periódico alemán Der Spiegel [Interview with Henry Kissinger: ‘Do We Achieve World Order Through Chaos or Insight ?’:
«Putin gastó decenas de miles de millones de dólares para los Juegos Olímpicos de invierno en Sotchi. El lema de las olimpiadas era que Rusia es un estado progresista, ligado a Occidente a través de su cultura, y del cual, por consiguiente, quería probablemente formar parte. Parecía pues perfectamente insensato que una semana después del final de los Juegos Olímpicos, Putin tomara Crimea y comenzara una guerra con Ucrania».
En otras palabras, en realidad, como lo había demostrado, Putin quería colaborar con los Estados Unidos y con Occidente, tanto al conseguir que Siria se deshiciera de su arsenal de armas químicas, como animando a Irán para que aceptara un acuerdo interino para limitar su programa militar.
Pero estos dos tipos de elección políticos representaban una afrenta a la agenda de los neoconservadores, que continúan buscando cambios de régimen en los países hostiles a Israel. La colaboración de Putin con Obama, entre bastidores, para encontrar soluciones políticas a los conflictos con Siria e Iran, se había convertido en una amenaza para el objetivo a alcanzar por los neoconservadores, es decir a más guerras [The Neocon Plan for War and More War (consortiumnews.com, inglés, 11-11-2014)]. De este modo, Putin se convirtió en su nuevo blanco.
Sin embargo los medios de información, así como virtualmente todos los dirigentes políticos occidentales, aceptaron el cuento neoconservador de una crisis ucraniana de la cual Putin y Rusia eran totalmente responsables, tanto en su contexto global como en cada incidente, incluyendo la masacre de miles de ucranios de lengua rusa por el régimen de Kiev. El raciocinio contradictorio de Occidente es que si Putin no hubiera engendrado inicialmente la crisis, esta gente no habría sido asesinada.
Así, el régimen nacido del golpe de Estado en Kiev, apoyado por los Estados Unidos, casi obtuvo el derecho de aplicar su política brutal de operaciones antiterroristas contra los rebeldes de lengua materna rusa del este y del sur, que resistieron a la caída de su dirigente Yanukovich y a la imposición de un nuevo orden que impulsaba cumplir con las reformas severas del Fondo monetario internacional.
Cuando los rusoparlantes de Crimea votaron por la secesión de Ucrania y juntarse a Rusia (acción aprobada por Moscú), la prensa occidental se burló del referéndum, considerándolo como un simulacro, acusando a Rusia deinvasión. Esto, mientras las tropas rusas ya se encontraban en Crimea, en virtud de un acuerdo por mantener la base naval de Sebastopol.
Mientras que la operación antiterrorista de Kiev ya mató a miles de rusoparlantes al este (incluso con milicias neonazis [Ukraine’s ‘Romantic’ Nazi Storm Troopers (consortiumnews.com, inglés, 15-09-2014)], enroladas para hacer el trabajo sucio), los medios de comunicación dominantes estadounidenses, ignoraron la brutalidad, o incluso distorsionaron la realidad para incriminar de nuevo a Rusia.
¿Quién derribó el avión de Malaysia Airlines?
El 17 de julio 2014, cuando el vuelo MH17 de Malaysia Airlines fue derribado al este de Ucrania, el régimen de Kiev, la administración de Washington y los medios de comunicación dominantes se apresuraron en acusar a los rebeldes del homicidio de los 298 pasajeros que estaban a bordo, así como a Rusia por haber proporcionado, supuestamente, los poderosos misiles antiaéreos capaces de derribar un avión de línea a 10 000 metros de altitud.
Justo después que el avión fuese derribado, comencé a oír indirectamente, por parte de analistas de la información estadounidense, que su investigación se dirigía de hecho en otra dirección : no había ninguna prueba que los rusos proporcionaran armas tan sofisticadas y las sospechas se dirigían más bien hacia los elementos extremistas del gobierno ucraniano. Además me informaron que el presidente Obama estaba al tanto de este análisis de la información.
Pero Obama no estaba dispuesto a rectificar ni tan siquiera sacar a la luz este tema. ¿Por qué evacuar un tema de propaganda tan útil ? habría temido ser cualificado de blando con relación a Putin, desviándose de la opinión comúnmente admitida que es un duro, acusando a Putin de toda clase de cosas. Obama continuó insinuando que Rusia era responsable de esta atrocidad.
Expresándose el 15 de noviembre en Australia [durante el G20, en Brisbane, NdT], Obama volvió a la carga sobre la culpabilidad rusa. Mientras recuperaba el tema de autosatisfacción de América número 1, fundamental para los neoconservadores, [Remarks by President Obama at the University of Queensland (whitehouse.gov, inglés, 15-11-2014)] declaró que:
« ... siendo la sola superpotencia mundial, los Estados Unidos tienen responsabilidades únicas que aceptamos de buena gana.
Dirigimos la comunidad internacional en el combate para destruir el grupo terrorista EIIL (la sigla preferida de Obama para designar el Estado islámico). Lo dirigimos haciendo frente al Ébola en África de oeste, y oponiéndonos a la agresión de Rusia contra Ucrania, que es una amenaza para el mundo, como pudimos verlo en el momento del acontecimiento espantoso cuando el vuelo MH-17 fue derribado, una tragedia que se cobró tantas vidas inocentes, entre las cuales algunos de vuestros compatriotas.
Como amigos y aliados, los Estados Unidos comparten el dolor de estas familias australianas, y compartimos la determinación de su nación por la justicia y la necesidad que se rindan cuentas».
Si se analiza atentamente la frase de Obama, se podrá observar tal vez que él no culpa explícitamente a los rusos de haber derribado el MH17, sino que lo sobreentiende. Está claro que la esperanza (si alguna vez la hubo) se reduce de ver a Obama hacerse con la oportunidad, después de las elecciones, de reencontrar una aproximación más realista y honrada de la política exterior de los Estados Unidos.
Obama parece satisfacerse con la orientación dada por los neoconservadores, aunque sea a veces de mala gana, y a veces desviándose al último minuto de la elección política más extrema de estos, como lo hizo al no bombardear al ejército sirio durante el verano 2013.
Hay peligros graves en el hecho que Obama no informa honestamente a la población estadounidense en cuanto a lo que sabe sobre estas crisis. Por supuesto, debería entonces enfrentarse a las condenas de los miembros de la comunidad del Washington oficial, así como las acusaciones más amplias de debilidad y de capitulación.
Pero daría una posibilidad, por lo menos a los que entre la población estadounidense son capaces de reflexión, de resistir al próximo desastre escrito por los neoconservadores.

Traducido del francés para El Correo por: Carlos Debiasi. 
- Corregido por: Montserrat Pacheco