Increíble

David Brooks
La Jornada [x]

No hay nada más importante y frágil que la credibilidad en el periodismo. Algunos dicen que es el capital de todo medio y, cuando lo pierde, pierde todo. Todos los periodistas cometen errores. Es parte inevitable del oficio, sencillamente porque es difícil captar toda la verdad al elaborar lo que algunos llaman el primer borrador de la historia. Pero eso es diferente a mentir y engañar.


Cuando un periodista miente deliberadamente, cuando inventa, plagia, fabrica, oculta o comete algún acto de corrupción, eso no sólo es violar las normas del periodismo y traicionar a su público, sino también un ataque contra los compañeros de su medio y los colegas del gremio. Peor aún es cuando se hace en zonas de gran peligro, ya que es un falta de respeto a compañeros que sí se han arriesgado para hacer su tarea de reportar e informar en nombre de la verdad.

Brian Williams, conductor del noticiero nacional de la cadena NBC, y por lo tanto una las figuras públicas más conocidas en este país, ha sacudido a su empresa, a sus colegas y la credibilidad del periodismo en general por haber inventado una de sus hazañas como periodista.

Williams emitió una declaración este fin de semana en la que anunció que suspenderá sus actividades profesionales unos días, ya que en medio de una carrera dedicada a cubrir y consumir noticias, se ha vuelto dolorosamente claro para mí que dadas mis acciones ahora soy parte de las noticias. Aún está por verse si regresará a su trono frente a las cámaras.

Todo porque Williams inventó un cuento. El conductor, con una imagen pública intachable, había contado públicamente a lo largo de estos años una experiencia en la que había estado en juego su vida, cada vez con más detalle, que supuestamente ocurrió cuando fue a cubrir la invasión estadunidense a Irak en 2003: él volaba en un helicóptero militar que fue atacado por el enemigo. Hace unos días, cuando NBC News transmitió esa versión falsa una vez más en un segmento, veteranos que atestiguaron el incidente declararon que Williams no viajaba en el helicóptero bajo fuego, sino en otro que venía detrás. Cuando ya no había de otra, Williams se vio obligado admitir en su noticiero del miércoles pasado que había cometido un error; explicó que había recordado mal y mezcló en su memoria lo ocurrido con los dos helicópteros, y ofreció disculpas.

Pero una vez en duda su versión de lo que le ocurrió en Irak, se empezaron a cuestionar –en las redes sociales– otras cosas que había reportado, incluida su cobertura en Nueva Orleáns durante el huracán Katrina en 2005. En particular, residentes de esa ciudad que sufrieron ese desastre expresaron dudas acerca de lo que reportó Williams, entre otras cosas, que había visto pasar un cadáver flotando frente a su hotel (algunos dicen que el agua en esa zona sólo llegaba a los tobillos o menos). Pero ahora está bajo sospecha casi todo lo que ha contado o reportado.

NBC anunció una investigación interna del trabajo de su estrella durante los últimos años, mientras analiza cómo enfrentar una crisis que no sólo dañó la credibilidad de Williams, sino la de la división de noticias de su medio. El noticiero nacional de NBC News es el más exitoso de las tres principales cadenas (las cifras más recientes son de un público promedio de 9.3 millones), los medios de noticias más poderosos del país. Aun ante el surgimiento de canales de noticias de 24 horas e Internet que han reducido su alcance sobre los consumidores de noticias, los tres noticieros nacionales continúan teniendo fuerte impacto en el debate nacional.

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En imagen de archivo, Brian Williams, conductor estrella del noticiero nacional de la cadena NBC y una de las figuras públicas más conocidas de Estados Unidos, vio dañada su credibilidad al admitir este fin de semana que inventó una situación de peligro cuando cubrió la invasión a Irak en 2003. El periodista fue desmentido por veteranos que fueron testigos de los hechos y afirmaron que su vida nunca estuvo en peligro<>Foto Ap

NBC renovó el contrato de Williams en diciembre por otros cinco años después de sus primeros 10 al frente del noticiero, y según algunas versiones acordó pagarle hasta 10 millones de dólares anuales. Para marcar su primera década en el puesto a finales del año pasado, NBC había producido un promocional con la voz del actor Michael Douglas narrando e imágenes de Williams reportando: “es una cosa que uno construye lentamente, a lo largo del tiempo… y lo que uno construye, si uno trabaja suficientemente duro, si lo respetas, es algo poderoso llamado confianza”.

Pero, como reportó el New York Times, puede que uno se la gane en diez años, pero la confianza en los conductores de noticias puede ser sacudida en menos de 10 minutos.

Obviamente, este no es el único caso en que un periodista o un medio engañe a su público. Algunos de los principales medios de este y otros países han sufrido de escándalos por periodistas corruptos, o por los que inventaron notas o usaron la profesión para promover intereses ocultos. Las consecuencias a veces son mínimas y sólo dañan al periodista o su medio, pero también pueden ser severas e incluir asuntos de vida o muerte, como en el caso de algunos de los principales medios estadunidenses (con heroicas y magníficas excepciones) que en varios momentos han desempeñado un papel para justificar guerras y represión, y hasta políticas económicas con efectos devastadores para millones aquí y en otras partes del mundo.

Con ello han perdido credibilidad. Tal vez lo que más demuestra este deterioro en credibilidad es el hecho de que según sondeos, entre los jóvenes, uno de los periodistas considerado como el más confiable es el conductor de un noticiero ficticio, Jon Stewart, de The Daily Show.

No es noticia que los integrantes de cúpulas mientan. El legendario periodista político I.F. Stone repetía que todo periodista serio necesitaba entender sólo una sencilla cosa al hacer su trabajo: todo gobierno miente. El gran periodista Bill Moyers comentó algo así como que la noticia es eso que los poderosos desean mantener oculto; todo lo demás es publicidad.

Pero los periodistas, en principio, tienen como primera responsabilidad buscar la verdad y desenmascarar la mentira, el engaño y la corrupción. Si se vuelven parte de la mentira, sólo nutren el cinismo. Y como decía Ryszard Kapuscinski, el cinismo es una actitud incompatible con la profesión de periodista.