La tragedia de ser una chica en India


mujer, india,

Graham Peebles
Counterpunch [x]

Se dice que India es “el país más peligroso del mundo para ser una chica”, una controvertida conclusión de las Naciones Unidas basada en varias estadísticas sociales desazonantes arraigadas en los prejuicios de género y de casta, cuyos orígenes se pueden rastrear en la mayoría de los casos en el colonialismo del siglo XVIII y en la destructiva metodología del “divide y vencerás” empleada por los británicos.

En todo el país y a lo largo de toda la escala de clase y de casta la alegría de la paternidad o maternidad está condicionada por el sexo del bebé. Si nace un niño, toda la familia se alegra; si nace una niña, la familia siente ansiedad y desilusión. La única razón de ello es económica: cuando las chicas se casan (aproximadamente un 70% de los matrimonios siguen siendo acordados en India), la familia de la novia debe pagar una cantidad de dinero a la familia del novio, tanto si puede pagarla como si no. Se trata del tristemente célebre sistema de dote, un corrupto método ilegal de explotación financiera y de violencia que, como muchas otras cosas en este extraordinario país, está santificado por las aguas de la tradición y de la cultura (un término manipulado que a menudo se emplea para mantener un condicionamiento social perjudicial y resistir al cambio), y que fue prohibido por el gobierno indio en 1961. Y, sin embargo, como tantas declaraciones legislativas liberales de intención, el sistema de dote continúa incólume. Sigue sin aplicarse la “Ley de prohibición de la dote” que estipula claramente que cualquier persona que dé o reciba una dote se enfrenta a cinco años de cárcel y a una fuerte multa. En 1986 se añadió una enmienda que estipulaba que todo caso de muerte o de violencia contra una esposa en los siete primeros años de matrimonio se trataría como violencia de dote. La indiferencia, la apatía y la corrupción abundan en todas las áreas de los muchos y variados departamentos y oficinas del gobierno. La gente no confía en la policía ni en el sistema judicial y a consecuencia de ello, no se denuncia la inmensa mayoría de los crímenes de dote, lo mismo que todos los crímenes contra las mujeres. 
Orígenes coloniales corruptos
Cuando los británicos fueron entronizados en India promulgaron diferentes normas para controlar y dividir a la población. Dos de estas herramientas legislativas de represión se asientan en las venenosas raíces del sistema de dote y más ampliamente de la violencia de género. En 1793 el Gobernador General Británico Lord Cornwallis introdujo “el Acuerdo Permanente de Bengala”, una ley conocida como el Código Cornwallis.En los Estados afectados proporcionó un medio para recaudar impuestos y en muchos casos permitió por primera vez la propiedad privada y la mercantilización de la tierra (“Teóricamente, la tierra pertenecía al rey y no se podía desalojar a nadie de ella”, afirma Veena Talwar Oldenburg en Dowry Murder: The Imperial Origins of a Cultural Crime). Los británicos esperaban que el Acuerdo fomentaría una buena administración entre los terratenientes y fortalecería la precaria economía agraria. Sin embargo, se incrementó la división social, se maltrató y explotó a los campesinos que estaban a merced de los terratenientes, la propiedad de la tierra se volvió hereditaria (y, por lo tanto, exclusiva), el pago de tasas se hizo obligatorio sin tener en cuenta la abundancia o el hambre. Antes de esta ley injusta se permitía que el consejo comunal (Panchayat) se quedara con un 10% de los ingresos de los impuestos para utilizarlo a beneficio de sus habitantes. El pueblo “funcionaba basándose en un sistema de reciprocidad que actuaba como un elemento de cohesión social. Después de este cambio [impuesto por los británicos], un hermano ya no quería compartir nada con otro hermano”[, señala Veena Talwar]. ¡Divide y vencerás!

Al mismo tiempo, la falta de visión de futuro, la codicia y el desconocimiento de la sociedad india por parte de los británicos permitieron que se aprobara una ley que prohibía a las mujeres poseer tierra y propiedades. Al otorgar a los hombres tanto derechos exclusivos sobre la tierra y las propiedades como la responsabilidad del cobro de impuestos e ingresos se creó un fuerte desequilibrio entre ambos géneros, se marginó a las mujeres y se instauró al varón indio como sujeto jurídico y social dominante, lo que creó el país patriarcal que conocemos hoy.

Esto supuso un mazazo para las mujeres. En los tiempos anteriores a la colonización habían participado en los acuerdos sobre la posesión de la tierra y es de suponer que elegían a sus maridos, recibían y conservaban la dote, la cual se describía “en la década de 1870 como una colección de regalos voluntarios, entre los que había joyas, artículos para la casa y dinero ofrecidos a la novia por la familia y amigos en la boda de la chica”[, afirma Veena Talwar]. Esto proporcionaba independencia económica a las mujeres, al tiempo que creaba un fuerte grado de equilibrio social. Con los cambios en los derechos de propiedad, los hombres y sus familias consideraron a las chicas y las mujeres (futuras esposas) como ingresos potenciales, se creó la codicia y la división social, y los chicos se convirtieron en una baza financiera y las chicas en una carga económica. “El recién revalorizado valor de los hijos hizo que las familias exigieran dinero, joyas o caros bienes de consumo duraderos, y esta situación ha ido empeorando continuamente”, afirma claramente Veena Talwar.

Como se les negó todo acceso a los recursos económicos, muchas mujeres se quedaron sin hogar, todas ellas se volvieron completamente dependientes de sus maridos y en el caso de padecer malos tratos de sus maridos o de tener algún conflicto con ellos no tenían posibilidad de recurrir a la ley. A consecuencia de ello se desencadenó una corriente de abusos sociales basados en el género y la casta que hasta el día de hoy causa estragos por todo el país y provoca un sufrimiento extremo a millones de chicas y mujeres.

Aunque en 1956 se reformaron las leyes que regulaban la herencia, hasta 2005 no se estableció por ley la paridad entre hombres y mujeres. Con todo, debido a la escasa educación solo un 22% de las mujeres conocen su derecho legal a heredar tierras y propiedades, según cifras de ONU Mujer* . 
Efectos devastadores
Una compleja serie de consecuencias interrelacionadas tiene su origen en las injusticias sociales perpetradas contra las mujeres jóvenes en el siglo XVIII: aborto de los fetos femeninos, infanticidio, tráfico de mujeres, matrimonios forzados y todo tipo de abusos sexuales, incluida la violación, dentro tanto en el hogar como en la comunidad, así como el abandono por parte de los padres y la servidumbre doméstica.

Debido al hecho de que se considera que las chicas son una carga económica y los chicos una fuente de ingresos, en India se ha abortado a millones de fetos femeninos y asesinado a millones de niñas, lo que supone infanticidio de niñas o generocidio. The Lancet calcula que cada año se abortan en India 500.000 fetos femeninos. A consecuencia de ello, “se calcula que en India ‘han desaparecido’ entre 25 y 50 millones de mujeres, si se compara con la proporción de mujeres de la población de otros países”, según BBC. Unicef da la escalofriante cifra de 10 millones de chicas asesinadas por sus padres en los últimos treinta años.

El infanticidio (el asesinato intencionado de un niño o niña en el primer año de su vida) es ilegal en todo el mundo. Los británicos lo prohibieron en India en 1870, pero es una práctica extendida (la ONU calcula que se produce en un 80% de los Estados indios) y con la introducción de las ecografías en la década de 1980 este crimen bárbaro no ha hecho más que aumentar. Es ilegal que las clínicas o los médicos digan a los padres el sexo del feto, pero muchos lo hacen. Si es una niña, su suerte es incierta y si es un niño los padres sienten alegría y alivio. Cuando el gobierno colonial prohibió el infanticidio señaló que las dos causas principales de este acto inhumano “eran el orgullo y el bolsillo. ‘El bolsillo’ se refería a la dote, ‘el orgullo’ al orgullo de las castas y tribus superiores que preferían asesinar a las niñas a entregarlas al grupo [casta o tribu] siquiera en matrimonio” [, afirma Veena Talwar].
Las niñas que sobreviven al embarazo y cuyos padres las conservan suelen padecer malos tratos y falta de cuidados. Muchas de ellas están desnutridas (según datos de Unicef, India tiene las cifras más altas de desnutrición infantil del mundo) y se les niega la atención médica. A las niñas se les da de mamar menos tiempo y menos cantidad “porque temen que si se las alimenta bien llegarán antes a la pubertad y a un matrimonio costoso. Mientras que a los niños se les lleva rápidamente al hospital, en el caso de las niñas enfermas se espera porque sus familias no tienen el mismo interés en que sobrevivan”, afirma Ranjana Kumari del Consejo para Investigación Social. Si hay escasez de comida, son las chicas quienes se quedan con hambre y padece desnutrición que a menudo suele acabar en anemia y raquitismo los cuales, a su vez, son causa tanto de la muerte de madre e hijo como de la falta de peso en los recién nacidos. Los padres de las chicas son reticentes a enviarlas a la escuela ya que temen que si la escuela está lejos de casa y los maestros son hombres padezcan ataques sexuales con lo que se suelen quedar en casa y se las obliga a ocuparse de las tareas domésticas. Esto ha llevado a que India tenga unos de los niveles más bajos de alfabetismo femenino del mundo, un 67%, frente a un 82% en el caso de los hombres. La falta de educación afecta directamente a la capacidad para criar bien a los hijos y provoca que estos reciban escasa atención. Una consecuencia del analfabetismo es la desnutrición y un alto índice de mortalidad infantil ya que las madres no entienden ni practican aquellas conductas que promueven una buena salud, como la inmunización y una buena higiene personal. 
Asesinadas o sometidas al tráfico humano
UNICEF afirma que el asesinato de las bebés ha llegado a unas proporciones genocidas. Es una práctica común “desde hace mucho tiempo en India central, donde las madres solían alimentar a las niñas con sal para matarlas”[, señala Veena Talwar]. Se utilizan otros muchos métodos horribles de asesinato, muchos de los cuales se remontan al siglo XVIII: llenar la boca de la bebé con granos bastos de arroz lo que provoca que se ahogue y muera, envenenamiento, utilizar productos químicos orgánicos o inorgánicos, ahogamiento, asfixia, matar de hambre y romper la columna vertebral, lo mismo que enterrar vivas a las bebés. Es de creer que el acto criminal de infanticidio es traumático para los padres, que se enfrentan a un distorsionado sistema de dote basado en la explotación y la codicia, y no ven más salida que asesinar a sus hijas y por millones, lo que provoca en todo el país un grave desequilibrio de géneros con consecuencias atroces. Según The Huffington Post, en 1991 “había 947 chicas por 1000 chicos”, en 2012 “la cifra descendió a 914 y según ciertas fuentes la cifra desciende hasta 700 chicas por cada 1000 chicos en todo el país. Los estado de Punjab y Haryana en el norte están particularmente afectados”. Según la BBC, “tienen el índice más alto de niñas desaparecidas al nacer. Las ciudades ricas y modernas como Delhi, Chandigarh y Ahmadabad tienen los peores índices” y en unos 3.600 pueblos de Gujarat, “hay menos de 800 niñas por cada 1000 niños menores de seis años”, según The Telegraph. En un pueblo hay cuatro chicos por cada chica.

Este desequilibrio regional provoca cada año el secuestro y tráfico de decenas de miles de chicas y mujeres jóvenes desde un Estado en el que relativamente hay más chicas (Bengala Oeste, por ejemplo, donde en 2011 desaparecieron más de 11.000 chicas) a otra parte del país donde haya déficit debido al infanticidio femenino endémico. Y las cifras aumentan. Se secuestra a mujeres jóvenes, a menudo adolescentes, se las aleja cientos de kilómetros de casa y se las obliga a casarse (y a menudo a ser ‘compartidas’ por hermanos) o se trafica con ellas para entregarlas a la prostitución, como Rukshana, que contó a la BBC cómo había sido secuestrada por tres hombres cuando iba a la escuela. “Me enseñaron un cuchillo y me dijeron que me cortarían en pedazos si me resistía”, afirmó. Después de un espantoso viaje de tres días llegaron a una casa en el Estado indio de Haryana al norte donde Rukhsana fue vendida a una familia de cuatro miembros, la madre y tres hijos. No se le permitió salir durante un año. Afirma que el mayor de los tres hijos, que se llamaba a sí mismo su “marido”, la humillaba, la pegaba y violaba rutinariamente.

Millones de chicas como Rukshana son las víctimas inocentes de unas prácticas sociales corruptas que se remontan al siglo XVIII, prácticas que una sociedad fuertemente patriarcal ha manipulado para controlar y suprimir a las chicas y a las mujeres, especialmente a las que pertenecen a las castas inferiores. Todos los sistemas y convenciones sociales en la India fluyen entorno a un núcleo divisivo fundamental que es la casta y las mujeres dalit y advivasi (indígenas) lo padecen especialmente.

El sistema de dote se arraiga en el centro podrido de muchos de los problemas interrelacionados a los que se suelen enfrentar las chicas, las mujeres y las familias. Aunque es difícil acabar con las llamadas prácticas culturales antiguas (independientemente de lo destructivas que sean), es evidente que el trato criminal que padecen las chicas y las mujeres en India es una crisis nacional y exige que se emprendan urgentemente acciones. Se debe acabar con la exigencia de la dote (también es la principal causa de la escalada de suicidios entre los pequeños agricultores). La dote no es sino una extorsión financiera, es un acto criminal que debería ser considerado como tal y habría que llevar ante los tribunales a las familias que insisten en que se pague la dote. El gobierno indio aprueba alegremente todo tipo de leyes, pero hasta que no haya voluntad política de hacerlas cumplir siguen siendo simples gestos carentes de significado.

 
ONU Mujer es la entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer creada en julio de 2010 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. (N de la t.).
Graham Peebles e s periodista freelance y director Create Trust.