Una semana mala Los nuevos aliados asiáticos de Israel

Jonathan Cook
Counter Punch [x]

Fue otra semana difícil para Israel.

En Gran Bretaña 700 artistas, entre ellos muchos nombres muy conocidos, se comprometieron a un boicot cultural de Israel y un dirigente del Consejo de Delegados, organismo representativo de los judíos del Reino Unido, renunció a su puesto diciendo que ya no podía aceptar la prohibición de criticar a Israel.


Al otro lado del Atlántico la organización estudiantil de Stanford, una de las universidades más prestigiosas de EE.UU., votó la retirada de inversiones en compañías implicadas en la ocupación israelí, estimulando significativamente el creciente movimiento internacional de boicot (BDS).

Mientras tanto un sondeo de CNN estableció que dos tercios de los estadounidenses y tres cuartos de los menores de 50 años creen que la política exterior de EE.UU. debe ser neutral entre Israel y Palestina.

Este goteo de malas noticias, al orientarse contra Israel la opinión popular estadounidense y europea, cambia gradualmente la cultura política de Occidente y obliga Israel a reconsiderar sus alianzas históricas.

Ahora es imposible olvidar el deterioro de las relaciones entre Israel y la Casa Blanca ante las desavenencias entre el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el presidente Barack Obama, esta vez respecto a las negociaciones con Irán.

La semana pasada se informó de que EE.UU. se niega a compartir con Israel información confidencial sobre las negociaciones por temor a que la utilice de forma inadecuada. Un alto funcionario israelí lo describió como si fuera expulsado de la “suite de lujo para invitados” en Washington.” “Decir que es sorprendente ni siquiera comienza a describir la situación”, dijo.

La riña se extiende al Congreso de EE.UU., donde por primera vez Israel se convierte en un problema entre los partidos. Un número creciente de demócratas ha declarado que boicotearán el discurso de Netanyahu ante el Congreso el próximo mes, en el que se cuenta con que tratará de subvertir las negociaciones con Irán.

Las cosas son aún más precarias en Europa. Varios Parlamentos importantes han llamado a sus gobiernos a reconocer la calidad de Estado de Palestina y Francia estremeció recientemente a Israel al respaldar una resolución semejante ante el Consejo de Seguridad de la ONU.

Europa también ha comenzado a castigar a Israel por su intransigencia con los palestinos. Está etiquetando los productos de las colonias y se espera que comience a exigir compensación por sus proyectos en los territorios ocupados destruidos por el ejército israelí.

63 miembros del Parlamento Europeo fueron más lejos este mes, instando a la Unión Europea a suspender el “acuerdo de asociación” que da a Israel acceso a fondos especiales y a comercio ilimitado.

Nada de esto ha pasado desapercibido en Israel. Un informe confidencial del ministerio de Exteriores filtrado el mes pasado presenta un futuro sombrío. Concluye que se puede contar con que el apoyo occidental a los palestinos aumente, la amenaza de sanciones europeas crezca y que incluso EE.UU. podría negarse a “proteger Israel con su veto” en la ONU.

Israel está particularmente preocupado por el impacto económico, ya que Europa es su principal socio comercial. Sanciones serias podrían causar estragos en la economía.

Se podría pensar que frente a estos drásticos cálculos Israel reconsideraría su actitud obstruccionista a las negociaciones de paz y la calidad de Estado de Palestina. De ninguna manera.

Los funcionarios de Netanyahu culpan a Obama de la crisis con Washington, implicando que esperarán hasta el fin de su presidencia para que vuelvan los buenos tiempos.

En cuanto a Europa Netanyahu culpa del cambio a lo que califica de “islamización”, sugiriendo que la creciente población musulmana de Europa presiona a los políticos de la región. Al respecto el precio pagado por los recientes ataques terroristas en París y Copenhague es el apoyo de Europa para Israel.

En vez de reconsiderar su actuación Netanyahu ha comenzado a buscar en otros sitios benefactores económicos y –en última instancia– políticos.

Al hacerlo vuelve a una antigua tradición israelí. Los fundadores del Estado fueron inspirados por los ideales colectivistas de la Unión Soviética, no por el individualismo de EE.UU. Y a cambio del ataque a Egipto en 1956 Israel recibió ayuda secreta de Gran Bretaña y Francia para construir armas nucleares a pesar de la dura oposición de EE.UU.

Como reacción a los recientes eventos Netanyahu anunció el mes pasado que está atrayendo comercio con China, India y Japón, que representan cerca de un 40% de la población del planeta.

El año pasado, por primera vez, Israel comerció más con esos gigantes asiáticos que con EE.UU. En gran parte se concentró en el creciente mercado de armas, en el cual Israel suministró casi 4.000 millones de dólares en armas en 2013. Una región otrora implacablemente hostil a Israel le está abriendo sus puertas.

India, asediada por tensiones fronterizas con Pakistán y China, es ahora el mayor cliente de armas israelíes y se espera que ese comercio se siga expandiendo después de la elección el año pasado de Narendra Modi, conocido por sus puntos de vista antimusulmanes.

Ha levantado el velo de la creciente cooperación de India en la defensa con Israel, motivo por el cual Moshe Yaalon se convirtió la semana pasada en el primer ministro de Defensa israelí que visitó oficialmente ese país.

Los vínculos entre Israel y China también se profundizan rápidamente. Pekín se ha convertido en el tercer socio comercial de Israel mientras Israel es el segundo proveedor de tecnología militar de China después de Rusia.

El mes pasado los dos países firmaron un plan de cooperación de tres años, porque China tiene interés en aprovechar –fuera del equipamiento militar de Israel– sus innovaciones en energía solar, irrigación y desalinización.

Emmanuel Navon, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Tel Aviv, afirma que a pesar de su mala imagen pública Israel goza ahora de una “influencia global” sin precedentes en su historia.

El objetivo inmediato de Israel es asegurarse económicamente el futuro contra la creciente presión popular en Europa y EE.UU. para que se actúe a favor de la causa palestina.

Pero a largo plazo Israel espera convertir la dependencia de China e India de armamentos israelíes –basados en tecnología que prueba y refina contra una población palestina cautiva– en cobertura diplomática. Algún día podría suceder que Israel dependa de un veto chino en la ONU, no de EE.UU.

*Jonathan Cook es un periodista basado en Nazaret galardonado con el Premio Especial para Periodismo Martha Gellhorn: www.jonathan-cook.net

Una versión de este artículo apareció en The National, Abu Dabi.

Fuente y traducción Germán Leyens (Rebelión)