Gran Bretaña. Fueron vencidos los muertos vivientes del laborismo

Tariq Ali
The Independent

Las ironías de la historia nunca dejan de sorprender. Bajo cualquier criterio, Jeremy Corbyn es el líder más izquierdista en la historia del Partido Laborista. Él entiende que quienes hacen el mal en el extranjero no tienen muchas posibilidades de hacer el bien en casa. Es el antimperialista más férreo dentro del Parlamento.

El contraste con sus antecesores refrenda esta afirmación. El socialismo de Keir Hardie se tambaleó en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Clement Attlee fue un gran reformista doméstico, pero en lo exterior su gobierno aprobó el ataque nuclear contra Hiroshima y Nagasaki. Michael Foot, como líder de la oposición, fue un rabioso defensor de la guerra de Margaret Thatcher para recuperar las islas Malvinas/Falklands.

Los gemelos thatcheristas, Blair y Brown, acordaron compartirse el poder y crear así dos facciones hambrientas de poder sin diferencias políticas, salvo que Tony Blair estaba hambriento tanto de poder como de dinero. Él nos dio las guerras en la ex Yugoslavia e Irak.

Mientras, Gordon Brown se mostró totalmente ajeno a las vulnerabiliades del capitalismo financiado y gastó miles de millones de libras de los contribuyentes para rescatar a bancos que bien pudieron haberse dejado morir (después de devolverles sus depósitos a los ahorradores).

Ambos burocratizaron al Partido Laborista al neutralizar a la conferencia del partido, al que redujeron a una versión barata de los Demócratas de Estados Unidos: pura apariencia, cero sustancia. Despojaron de circunscripciones a los laboristas de la derecha para elegir a sus propios candidatos al Paralmento. Esta fue la única manera que encontraron para transformar a gran parte de Partido Laborista Parlamentario (PLP) en una colección de oficinistas, tanto hombres como mujeres, que gozaron de un exceso de promociones y se convirtieron en oportunistas de carrera.

Tres de ellos estuvieron en constante exhibición durante la campaña para sustituir a Ed Miliband, otro de la misma pandilla. Lo que resulta paradójico es que la reforma del sistema electoral interno del partido realizada por Miliband para apaciguar a los blairitas y a sus amigos de los medios tenía por objeto eliminar lo que quedaba del poder de los sindicatos dentro del partido y abrir las elecciones a agentes externos con la torpe esperanza de obtener a más electores indulgentes. ¿Quién hubiera pensado que esta estrategia daría resultados tan sensacionalmente opuestos a lo planeado? De seguro Corbyn no. Ni nadie más.

El diario The Guardian se alineó con Yvette Cooper, y sus columnistas blairitas se dedicaron a fustigar al dinosaurio de Islington olvidando que, para los más jóvenes, los dinosaurios son una de las especies más fascinantes y los echan de menos. El Daily Mirror respaldó a Andy Burnham.

Nadie que conozca, vea o escuche a Corbyn puede dudar de su autenticidad. Yo he compartido con él varias plataformas durante los últimos 40 años. En los temas claves se ha mantenido firme. Lo que atrajo a los jóvenes y transformó su campaña en un movimiento social fue precisamente lo que aisló a las pandillas políticas tradicionales, siempre asociadas con los medios. Corbyn no está amaestrado, es discursivo y demasiado de izquierda; quiere revertir la privatización de los trenes, los servicios, etcétera. Muchos de los que se empadronaron lo hicieron sólo para votar por él y para romper con el desabrido Nuevo Laborismo, carente de imaginación y visión.

Corbyn subestimó los cambios en Escocia, pero esto de hecho ayudó a su campaña. Un miembro del Partido Nacional Escocés que quería eliminar el redundante y exageradamente costoso programa Trident (de armas nucleares N de la T) es la representante escocesa Mhairi Black, de 20 años, quien dio un electrificante discurso que destruyó la postura de los tories sobre el tema.

Todo esto ayudó a la campaña de Corbyn. Si se ganó a Escocia, ¿por qué no a Inglaterra? Al tiempo que los miembros del laborismo eligen a su líder más izquierdista, la enorme mayoría del PLP es estrangulada por la derecha. Cualquiera que haya escuchado el discurso de Sadiq Khan tiene que haber notado las diferencias con la campaña de Corbyn. Las frases hechas de Khan fueron un recordatorio de lo aislado que se encontraba Corbyn dentro del PLP, pero ahora el nuevo líder llamará a reunificar el partido.

No hay manera de escapar al hecho de que la mayoría de los laboristas se opone a sus políticas. Me parece que tratarán de agotarlo, y de obligarlo a ceder una y otra vez hasta desacreditarlo (acuérdense de Alexis Tsipras en Grecia), pero dudo que estas tácticas funcionen. Corbyn entiende que en los temas claves no es posible ceder. Su cercanía a la agenda ecologista no es ningún secreto, y el único diputado Verde del Parlamento ahora tiene un apoyo sólido con el nuevo líder del laborismo.

Recuperar el transporte público de las manos de quienes quieren hacer negocio con él es otro elemento; hogares públicos económicos para los jóvenes y los ancianos ayudarán a reconstruir las comunidades. Un robusto régimen fiscal que pueda revertir décadas de privilegios otorgados a los ricos desatará una fiera ofensiva de Londes y sus acólitos mediáticos y políticos, pero Corbyn lo considera absolutamente necesario.

Desde finales de los años 70 la redistribución de la prosperidad en favor de los ricos y los muy ricos se ha elevado en Gran Bretaña a mayor velocidad que en cualquier otro país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

Corbyn no está interesado en el poder por el poder mismo ni en amasar una fortuna personal. Dentro del partido, Jeremy Corbyn sin duda trabajará para restaurar la democracia. Es la única manera en que los simpatizantes del laborismo en el país estén representados apropiadamente en el Parlamento. Nada de esto es fácil y por eso un movimiento poderoso, un nuevo modelo de ejército de campaña externo al Parlamento, seguirá siendo esencial. Es la única manera de garantizar que la agenda de Corbyn se cumpla. Nada de esto ocurrirá de la noche a la mañana, y sus simpatizantes deben ser pacientes y no ponerse a gritar desde la tribuna. Algunos diputados laboristas desertarán... después de todo, ellos en algún momento dieron su alegre respaldo a la austeridad.

Pero pase lo que pase, ya no será posible para la autocensura de la BBC dejar fuera de la pantalla las opiniones del nuevo líder del Partido Laborista. Los muertos viventes fueron vencidos, si bien sólo temporalmente. La política británica ha vuelto a la vida.

Traducción: Gabriela Fonseca (La Jornada)