Entrevista al Profesor Luiz Alberto Moniz Bandeira. Brasil, el golpe y la geopolítica

Sergio Lirio
Carta Capital
A los 80 años, hace algún tiempo establecido en Alemania, el historiador Luiz Alberto Moniz Bandeira acompaña a la distancia, aunque con avidez, el complot para derrocar a Dilma Rousseff del gobierno. El golpe militar de 1964, el académico nacido en Salvador de Bahía, lo sintió en la piel y en el alma, como preso político y exiliado. La manera de derrocar  a un mandatario electo cambió desde entonces, indica, pero los intereses involucrados continúan siendo los mismos. Preparado para lanzar un nuevo libro, A Desordem Mundial, por la editorial  Civilização Brasileira, Moniz Bandeira advierte intereses internacionales en el impeachment a Dilma Rousseff. “El golpe está orientado desde afuera”, afirma en la entrevista que sigue.

 Carta Capital: Los países de América Latina substituyen los golpes militares por destituciones a través de la Justicia, en el caso de Honduras, o del Parlamento, como son los ejemplos de Paraguay y ahora de Brasil. ¿Cómo se produjo esa inflexión?

Luiz Alberto Moniz Bandeira: Ocurrió en Washington. Desde 1900 a 2003, cuando se produjo la invasión de Irak, los Estados Unidos habían realizado más de 200 intervenciones militares, operaciones de regime change, y derribado innumerables gobiernos. Fracasaron, no obstante, en el proyecto de nation building, la construcción de naciones. Las dictaduras surgidas de los golpes militares produjeron, la mayoría de las veces, resultados contrarios a sus designios, con pésima repercusión para su imagen, tanto internamente cuanto en el exterior, un fuerte desgaste para la ideología del American exceptionalism, anchor of global security, el mito del papel estadounidense en favor de la humanidad. En Chile, en la Argentina y en Indonesia, entre otros, ocurrieron brutales violaciones a los derechos humanos. En Brasil también. En el caso brasileño, el mariscal Humberto Castello Branco no consiguió privatizar todo -conforme deseaba- y el régimen evolucionó hacia un nacionalismo de derecha, manifestado de forma contundente durante el período de Ernesto Geisel, que rompió, en la segunda mitad de los años 1970, el acuerdo militar con los Estados Unidos y firmó otro, nuclear, con la entonces Alemania Occidental. En esa época, como forma de recuperar la imagen de los Estados Unidos, enteramente desgastada en el contexto del conflicto con la Unión Soviética, el presidente Jimmy Carter emprendió la defensa de los derechos humanos, hasta entonces “categoría residual” en la política de Washington en relación a América Latina. La potencia que más promovió operaciones de regime change en el mundo trató de modificar los métodos de intervención en otros países.

CC: ¿Cómo se da esa intervención actualmente?

LAMB: Los alemanes, resaltó Max Weber, consideraban a Heuchelei (hipocresía) la esencia de las “virtudes” norteamericanas. Efectivamente, la plausible deniability, realizar un acto dañino, después negarlo de forma convincente, se volvió la característica esencial de la política exterior de los Estados Unidos, con el propósito de eludir acusaciones de intromisión en los asuntos internos de otros países. Los medios de comunicación, en los Estados Unidos, se manifestaron duramente contra el impeachment a Dilma Rousseff. Lo calificaron como golpe de Estado. Pero el capital financiero nacional e internacional, ciertamente la CIA y la National Endowment for Democracy (NED), estuvieron por detrás de la crisis política e institucional, al avivar en el Brasil una feroz lucha de clases. Lo que ocurrió en el caso de Dilma Rousseff fue similar a lo que el presidente Getúlio Vargas denunció en la carta-testamento, antes de suicidarse, el 24 de agosto de 1954: “La campaña subterránea de los grupos internacionales se alió a los grupos nacionales rebelados contra el régimen de libertad y garantía del trabajo”. La Agencia Nacional de Seguridad de los EUA, todo indica, monitoreó las comunicaciones de la Petrobrás y descubrió los indicios de irregularidades y corrupción de militantes del PT. Posiblemente, entregó informaciones sobre el “doleiro” (que compra y vende dólares en el mercado paralelo) Alberto Youssef a la Policía Federal y al juez Sergio Moro. Este condujo la Operação Lava Jato como un reality show. Dejó filtrar selectivamente informaciones tendenciosas, de carácter político-partidario, sobre la base de las delaciones obtenidas posiblemente bajo coerción y amenazas, para comprometer al ex-presidente Lula. Corrió mucho dinero, vastos recursos extranjeros y nacionales fueron la savia de la campaña en favor del impeachment, en los medios de comunicación corporativa, en el Congreso y en otras instituciones.

CC: ¿Cuáles son los costos del impeachment para Brasil?

 LAMB: Es difícil calcular. Las inversiones extranjeras no corren para un país en recesión. Va a ser difícil recuperar la economía brasileña en dos años. El programa anunciado por el vicepresidente  Michel Temer consiste, por lo que parece, en vender al extranjero todo lo que sea posible, comenzando por la Petrobras, y adecuar la legislación y los programas sociales a los intereses y conveniencias del gran capital. Con todo, no será fácil.

CC: El proceso contra Dilma Rousseff fue muy mal evaluado fuera del Brasil. ¿Cómo afecta eso nuestra credibilidad y el margen de maniobra del futuro gobierno de Michel Temer?

LAMB: Los periódicos que leí, de los Estados Unidos y de Alemania, hablaron de golpe. El proceso de impeachment, apuntó el reportaje del New York Times publicado el 14 de abril, fue conducido por parlamentarios corruptos, acusados de abusos a los derechos humanos, contra una presidente, Rousseff, que no era objeto de investigación. El artículo, firmado por Simon Romero y Vinod Sreeharsha, apuntaba al propio vice-presidente Michel Temer como uno de los acusados de corrupción. Der Spiegel, la más importante revista de Alemania, y otros importantes diarios publicaron artículos en el mismo tono. El poder judicial y el Congreso enlodaron la imagen del Brasil y será muy difícil rescatarla, un país sin ley y en el cual hasta el poder judicial está vinculado a los golpistas. No sólo la imagen del Congreso, sino también la del Supremo Tribunal Federal están desquiciadas.

CC: ¿Cómo podría reaccionar Dilma Rousseff a ese proceso? ¿Usted considera posible que una denuncia más contundente en el exterior pueda generar algún tipo de efecto internamente?

LAMB: No creo. El golpe está orientado desde afuera. Se aprovecha, claro, de las circunstancias domésticas, la oposición de las clases medias y altas, que jamás digirieron los rumbos sociales a partir del gobierno Lula. El Brasil entró en recesión, agravada por la caída del precio de las commodities y por los errores económicos de la administración de Dilma que limitó los recursos y no invirtió en la infraestructura, al mismo tiempo que sufrió dura oposición en el Congreso desde el inicio del segundo mandato y no contó con apoyo para hacer el ajuste fiscal y la reforma política.

CC: El gobierno Temer busca cambiar claramente el rumbo en varios puntos, inclusive en la política exterior. Es probable un distanciamiento de los llamados BRICS y un intento de aproximación del Brasil a los EUA e incluso a los  mega-acuerdos internacionales en negociación. ¿Cómo evalúa usted  esa posibilidad?

LAMB: El Brasil está en medio de una guerra geoeconómica, una segunda Guerra Fría, peleada por diferentes medios en la cual los Estados Unidos tratan de preservar a cualquier costo su hegemonía, sustentada por el dólar como única moneda de reserva internacional. El Trans-Pacific Partnership (TPP) es una de las armas de Washington. Su aprobación por todos los países todavía es, no obstante, incierta. Por otro lado, el Banco de Desarrollo de China y el BNDES del Brasil poseen una cartera de empréstitos que superan a los del Banco Mundial, controlado por los Estados Unidos. El Banco de los BRICS, inaugurado en Shanghái con un capital de 100 billones de dólares, no sólo constituye una alternativa al Banco Mundial. Hubo una señal de que la asistencia a otros países ya no sería concedida en los términos dictados por los Estados Unidos y la Unión Europea. Son armas potencialmente importantes y, además, Washington supuso que la prioridad del Banco de los BRICS, otro instrumento de la expansión geoeconómica de China, con dimensión geopolítica y estratégica, serían las empresas estatales. El Brasil es el mayor socio comercial de China y, como cierta vez dijo el ex-presidente Richard Nixon, para donde vaya Brasil irá toda la América Latina. Por eso era preciso mudar su dirección.

CC: Después de Brasil, Venezuela debe realizar un referendo revocatorio del mandato de Nicolás Maduro. ¿Qué es lo que provocó ese reflujo de los proyectos progresistas en América del Sur?

LAMB: El problema de Venezuela, país fundamentalmente petrolero, es muy diferente de lo que acontece en Brasil y aquí no hay espacio para evaluarlo, dada su complejidad.

CC: Cómo el impeachment de Dilma Rousseff va a afectar a las izquierdas en Brasil? O sus chances de recuperar el poder?

LAMB: La izquierda en Brasil estuvo en el gobierno, pero no tuvo el poder. Como dije antes, el país es objeto de una guerra geoeconómica, en la cual los Estados Unidos, una vez más luchan por la influencia global, no sólo contra China y Rusia. También luchan contra las potencias regionales emergentes. El hecho de que los Estados Unidos y la Unión Europa formaron un cartel ultra-imperialista no excluye a las contradicciones intestinas, como están por emerger, en el caso de las sanciones contra Rusia, dados los perjuicios causados al comercio y a las inversiones de Alemania. Es difícil prever las consecuencias. La economía capitalista es esencialmente inestable. La “teología” del libre-mercado global, desregulado, llevó una vez a la Argentina, Brasil y a otros países a profundas crisis económicas y sociales. De cualquier forma, Eric Hobsbawm observó cierta vez: ya no existe la izquierda tal como era, social-demócrata o comunista. O está fragmentada o desapareció.

Traducción: Amersur