Las"Tres cartas" de Emilio de Alvear y el presagio de los debates proteccionistas de 1875 y 1876

Por Juan Odisio*
publicado en diciembre de 2014

Resumen
Las dos crisis de nuestro país desatadas en 1866 y 1873 dieron origen a un incipiente movimiento a favor del proteccionismo industrial, surgido desde el mismo seno de la clase ganadera, dominante en el momento. Esa tendencia encontró su punto culminante en los apasionados debates parlamentarios de 1875 y 1876 sobre la Ley de Aduanas.

En este trabajo intentaremos, en primer lugar, rastrear algunos puntos salientes de esas discusiones, analizando los sectores que impulsaron los planteos a favor de un mayor proteccionismo, los ámbitos en los que se expresaron y las repercusiones que encontraron. De manera accesoria, se pueden vislumbrar los alcances de esas propuestas; tanto como si (a grandes rasgos) respondían a fines solamente fiscales o, por el contrario, intentaban establecer un estímulo a la industria nacional con una visión de más largo aliento.
En particular, nos interesa señalar un temprano aporte al respecto, quizá poco conocido, de uno de los miembros de esa elite dominante, Emilio de Alvear. En una serie de cartas de 1869 muestra sugestivos adelantos sobre los que serán, años más tarde, los principales puntos defendidos por el grupo"proteccionista", personificado en el Parlamento en las figuras de Vicente Fidel López, Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, Miguel Cané, Santiago Alcorta, entre otros. Entonces, la segunda cuestión que abordaremos comprende las ostensibles coincidencias entre ambos puntos de vista. Si bien no permiten inferir directamente la influencia directa del primero sobre los segundos, plantean como mínimo, la necesidad de reconocer el surgimiento de un particular"clima de ideas" propicio a una mayor industrialización del país, crítico de una concepción arancelaria meramente "rentística" y un modelo económico basado exclusivamente en la explotación de sus recursos naturales.


Las crisis y el surgimiento de los planteos proteccionistas

pero si el mismísimo Bastiat, que es el más frenético librecambista,
hubiese escrito para las repúblicas de origen español, habría cambiado de tesis1

 Las dos crisis desatadas en 1866 y 1873 condujeron a la renovación de una cierta conciencia nacionalista en la Argentina, que permitió que algunas propuestas locales que reclamaban el establecimiento de una mayor protección industrial encontraran creciente resonancia.2 Primero con timidez, luego con más fuerza, esas ideas se fueron abriendo paso hasta llegar a los puntos más altos de exposición entre 1875 y 1876, cuando un grupo de legisladores, bajo el mandato ideológico de Vicente Fidel López3, se declaró abiertamente proteccionista, quebrando el consenso a favor del librecambismo económico, aparentemente unánime hasta ese momento.4

La aprehensión de los políticos liberales hacia las barreras aduaneras se vinculaba con el deseo de evitar ser referenciado al régimen rosista5, que había dictado una Ley de Aduanas que establecía gravámenes de hasta el 50% del valor de importación en 1833, frente al pedido de defensa de las actividades regionales (sobre todo correntinas)6; en contraposición fundamental con los dictados ideológicos a favor del librecambismo que se había vuelto hegemónico en Europa a partir de 1860. Francia y fundamentalmente Gran Bretaña eran los principales portavoces de esta política, que habían logrado imponer luego de varias décadas de disputas anti-proteccionistas, llevadas a cabo por los representantes de los sectores manufactureros. Así, en esos países"la lucha por el establecimiento del libre cambio fue pues paralela a la de su expansión industrial"7.

Por el contrario, las adscripciones al proteccionismo en nuestro país tomaban por lo general (con las excepciones de López, Pellegrini y su grupo) características vergonzantes. En todo caso, sus impulsores cultivaban un cierto "liberalismo nacionalista" por el que entendían que para alcanzar la verdadera libertad económica, era necesario apartarse de ella momentáneamente. Los principios políticos y la ideología de todo el grupo, por otra parte, nunca se apartaron de los dictados del liberalismo típico de la época8.

Por el contrario, en el mundo de mediados del siglo XIX, quienes elegían seguir un sendero proteccionista no eran las admiradas potencias europeas sino las naciones (relativamente) rezagadas pero con aspiraciones a desarrollar sus capacidades industriales. Alemania y los Estados Unidos conformaron los casos más notables de ese apartamiento del librecambio y no casualmente, de esos países surgieron los más conocidos defensores de las tesis proteccionistas de aquél tiempo: Friedrich List y Henry Carey, sostuvieron tenazmente que una política aperturista sólo podía resultar benéfica para el país ya desarrollado (v.gr. Gran Bretaña), perjudicando a las industrias del resto del mundo, que se encontraban aún en edad"infantil"9.

De modo que la crisis de 1866 golpeó a una Argentina que había logrado recientemente la centralización del poder,"mediante el fortalecimiento de una de sus provincias, que [impuso] «geopolíticamente» su preeminencia en la medida que [reforzó] su autonomía y en cuanto no [transfirió] a una superestructura nacional los elementos en que [basaba] su supremacía"10. Buenos Aires, la provincia triunfante, insertó al país en el mercado internacional a través de la exportación de lanas, y en menor medida de cueros. El ciclo del lanar tomaría preponderancia a partir de 1852 y ya muy notoriamente desde 1858, cuando, buscando satisfacer la ingente demanda de las industrias textiles europeas (inglesas, francesas y belgas, especialmente11), se reemplazó en las mejores tierras la cría del ganado vacuno por el ovino12.

Como adelantamos, frente a la crisis comenzaron a escucharse algunas voces a favor del proteccionismo y de la instalación local de manufacturas, aún de miembros dirigentes de la naciente Sociedad Rural Argentina como Olivera, Paz y Jurado13. También Emilio de Alvear, en cuyo pensamiento nos detendremos más adelante, era socio de esa institución. Más aún, se ha sostenido que"fue en el grupo de ganaderos que funda la Sociedad [Rural] donde tuvo comienzo el impulso hacia la industrialización que cristaliza en el proteccionismo de la década siguiente"14.

La crisis de 1866 encontró a los productores argentinos en una situación en la que no podían darle salida a sus productos15; se suspendieron las compras europeas y se cerró el mercado estadounidense al año siguiente, al dictarse hacia el fin de la Guerra de Secesión la"Ley de lanas y manufactura de lanas", que sería un emblema de la política proteccionista de la Unión (los estados del Norte)16. El acicate coyuntural al proteccionismo de los sectores ganaderos respondía entonces a la búsqueda de una salida para su producción, propiciando el establecimiento de manufacturas locales que procesaran la lana que ellos proporcionaban y no a consideraciones político-ideológicas más amplias que les llevaran a plantearse la necesidad de contar con industrias en nuestro país.

En ese sentido debe entenderse el apoyo de varios ganaderos al proyecto para levantar una fábrica de paños impulsada por el italiano Francisco Carulla en 1869. La flamante"Sociedad Industrial del Río de la Plata" (con algunos miembros de la Sociedad Rural entre sus accionistas y directivos) pidió auxilio al Congreso para la conformación de su capital y logró entrar en operaciones durante 1873, aunque la suerte le sería esquiva y quebraría pocos años después17. En 1882, recuperándola del abandono, sería puesta nuevamente en marcha bajo la dirección de Adrián Pratt18.

Debe recordarse por otra parte, que la primera agrupación industrial se constituiría en el país recién en 1875, con la organización del Club Industrial; primer antecedente de la Unión Industrial Argentina. Aunque debe mencionarse que el Club estaba conformado mayormente por artesanos extranjeros antes que por verdaderos industriales, ya que las industrias que habían logrado cierta importancia en la época (básicamente saladeros, pero también algunas bodegas e ingenios) no formaban parte del mismo19. De modo que esta entidad"defendió desde el comienzo una alternativa adecuada a la coyuntura que atravesaba el país, en lugar de ubicarse como promotor «a ultranza» de la industrialización"20.

En realidad el Club Industrial era más una plataforma de relaciones políticas (con los medios, el gobierno, los sectores agrarios dominantes) y de debate, antes que una agrupación impulsora de los intereses corporativos industriales21. Las tensiones existentes en su interior llevaron a que en 1878 el sector de socios más relacionados a las actividades agropecuarias formara el Centro Industrial, escindiéndose del Club donde predominaba una línea política de pequeños artesanos más cercana a las posturas anarquistas de Proudhon22. Los siguientes años marcarían un acercamiento del Centro a la Sociedad Rural y los elencos gobernantes, desplazando a su antigua institución madre. Finalmente en 1887 las dos agrupaciones se unieron para dar vida a la Unión Industrial Argentina, donde el representación principal quedaría en manos de los grandes industriales de la época y algunos terratenientes de la Sociedad Rural23.

El fuerte impacto local que tuvo la crisis mundial de 1873 iniciada con la"gran depresión" europea –primera crisis general del capitalismo24-, no haría más que profundizar las inquietudes por el rumbo de la economía nacional. Pero además implicó una fuerte reducción en los ingresos fiscales, de modo que esa"preocupación" se enlazó con la necesidad del gobierno de obtener mayores rentas. Para 1875 los intereses y amortizaciones de la deuda pública representaron un cuarto del presupuesto nacional -también estaban muy endeudados los gobiernos provinciales-, a las que debían sumarse el pago de las"garantías" ferroviarias. Las reservas en oro, que eran de 15 millones de pesos en 1872, habían caído en tres años a un nivel de 2 millones, dada la decisión de mantener en funcionamiento la Caja de Conversión instaurada en 1867 en un contexto fuertemente recesivo y de agudización de la restricción externa. Como el 80% de los préstamos externos dependían del Estado y su capacidad de pago, la elevación de las tarifas aduaneras no resultó una propuesta sorpresiva.

Por otra parte, pueden encontrarse algunos proyectos legislativos presentados desde 1874 más específicamente relacionados con la promoción de industrias. Uno de ellos solicitaba un préstamo estatal para una empresa textil entrerriana, a cambio de la garantía de proveer telas militares a un precio muy bajo y la devolución a largo plazo de la deuda a contraer. El proyecto fue rechazado y sufrió la oposición de Carlos Pellegrini (que sería un contendiente "proteccionista" en debates posteriores25) al marcar los intereses espurios que se podrían generar entre el gobierno y la firma privada en caso de ser aprobado. La otra iniciativa fue presentada el 27 de junio por Vicente Fidel López y proponía el otorgamiento de una ganancia asegurada del 7% por el lapso de una década para las industrias que se dedicaran al procesamiento de ciertas materias primas locales y que tuvieran un capital de entre cien mil y dos millones de pesos fuertes26. El proyecto no recibió debate parlamentario, fue girado a la Comisión de Hacienda y nunca se lo volvió a tratar27.

Por el contrario, dos proyectos de favorecimiento industrial efectivamente aprobados por el Congreso de la Nación fueron, también en 1874, la estipulación de otorgar veinte mil pesos fuertes (provenientes de los fondos públicos) a la primera fábrica que se instalase en el país con la intención de obtener tinte añil y, al año siguiente, la autorización del proyecto que proponía destinar la misma suma (además de dos leguas de tierra) a la empresa que se interesara en destilar aguardiente y producir azúcar en territorio chaqueño, sobre el margen derecho de los ríos Paraguay y Paraná28.

Otro importante antecedente proteccionista puede hallarse en los debates que se venían realizando en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires desde 1874,"tendencia apoyada por los gobernadores Álvaro Barros y sobre todo por Carlos Casares"29, que llegó a ser prácticamente unánime en la Cámara de Diputados Provincial. Sin embargo, el gabinete nacional nunca acogió esa postura, adoptando más bien la línea de acción contraria. Esa situación condujo al periódico El Nacional a decir que"serían efímeros los esfuerzos de un Colbert en el gobierno provincial mientras hubiese un Louvois en el de la Nación"30.

Los debates parlamentarios de 1875 y 1876 referidos a la Ley de Aduanas han sido largamente estudiados. La circunstancia que les dio inicio fue la presentación de un proyecto impulsado por el Poder Ejecutivo, proponiendo un aumento general del 5% sobre los derechos aduaneros de importación con el objeto de apuntalar las rentas nacionales, muy afectadas como consecuencia de la crisis31. Pero"a ese criterio meramente financiero [contrapusieron] los paladines de la industrialización, encabezados por el anciano López y el joven Pellegrini, una enmienda de claros ribetes proteccionistas y de fomento, basada en la introducción de derechos diferenciales"32. Se despertó un fuerte debate en el Parlamento, en el que los ya aludidos diputados López y Pellegrini, fueron secundados por varios otros legisladores, como Miguel Cané y Dardo Rocha (desde el Senado)33. Este grupo impulsó, y logró que se aprobara, una suba en la protección arancelaria aún mayor a la incluida en el proyecto original del Ejecutivo; en general toda mercancía introducida del exterior debería pagar un impuesto del 20%. Para algunos productos (desde bebidas alcohólicas y tabaco hasta armas y carruajes) se fijó un gravamen más elevado, para otros se disminuyó (alhajas, arados, entre otros) y se exceptuó para unos pocos bienes de consumo o maquinarias necesarias parar"establecer industrias nuevas"34.

Al año siguiente, el Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto que reducía esos gravámenes, iniciando durante el mes de agosto el segundo de los grandes debates proteccionistas. En primer lugar la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados (encabezada por Pellegrini) planteó que la reforma no era pertinente, ya que la aplicación de los aranceles dictaminados durante el año anterior tenía sólo seis meses en vigencia, lo que impedía formar un criterio consistente acerca de sus efectos. Se sostuvo además que la política tarifaria debía considerar la obtención de recursos fiscales, pero también el modo en que establecía el país sus relaciones con el extranjero (o el carácter de su comercio), lo que fue uno de los principales puntos de discusión, ya que la opinión contraria sostenía que la Constitución y sus principios (liberales) estaban en contra de dar ese tratamiento a la Ley de Aduanas.

La antedicha Comisión resolvió rechazar el proyecto del Ejecutivo35. La Cámara de Diputados mantuvo los lineamientos generales de la Ley del año anterior, elevó la tarifa un 5% más y aceptó algunas modificaciones en el tratamiento particular36. La Comisión de Hacienda del Senado, en cambio, tomó la postura del Poder Ejecutivo y propuso moderar las subas tarifarias, incluyendo más productos dentro de las excepciones para la imposición del arancel a la importación37. Estas modificaciones al texto aprobado por la Cámara de origen eran defendidas -en clara contraposición al criterio de la otra Cámara- mediante razones eminentemente fiscales. La Ley finalmente sancionada fue el resultado de un punto intermedio entre la postura del gobierno y la de los diputados proteccionistas; el arancel general se estableció en 25% y se ampliaron las excepciones, tanto de bienes que debían pagar una sobretasa como de los que resultaban beneficiados con una rebaja de la tarifa.

Con respecto al carácter de la aparición de este grupo proteccionista, Chiaramonte ha indicado que tenían como objetivo la necesidad de promover en el país un pleno despliegue capitalista buscando la consecución de un régimen moderno de gran industria38. Sin embargo, no debe dejarse de notar que las repercusiones que alcanzaron sus ideas -que excedían el peso político que podía tener el grupo en sí- se basaban en la (momentánea) adscripción de los ganaderos, asociada a su mala situación económica. Si se adopta una perspectiva más amplia puede notarse que la discusión arancelaria de la época fundamentalmente tenía menos que ver con intereses de fomento a la industria nacional que con cuestiones fiscales, más allá de algunos casos puntuales39. En esa dirección, Schvarzer ha expresado que"el debate concreto en la Argentina sobre el proteccionismo a fines del siglo XIX era un debate en torno de la política macroeconómica y su contenido reflejaba dilemas totalmente ajenos a la problemática industrial"40.

Pero si bien ello puede ser cierto para la mayoría de los debates de la época (y sobre todo para la situación imperante entre 1880 y 1930), en lo tocante específicamente a la de estos años previos, aquí reseñados, esa imputación merecería ser matizada. Valga además añadir a esa consideración el hecho de que las tarifas aduaneras en los Estados Unidos (ejemplo largamente reiterado por el grupo industrialista local) se impusieron de hecho en la época de Lincoln con el imperioso objetivo de enfrentar los gastos de la Guerra Civil y no como una medida destinada a fortalecer las manufacturas del país41.

En definitiva, la alternativa por el proteccionismo argentino no logró cuajar en un movimiento con peso específico real como para imponer un cambio en el rumbo económico del país. La polémica no había logrado salirse del"mundo político-cultural" para irrumpir con fuerza en el"político-organizativo"42. Probablemente su significación histórica radique en evidenciar la persistencia de ciertos conflictos político-económicos subyacentes, como los asociados al agotamiento del ciclo del lanar y la presencia permanente de pugnas entre Buenos Aires y el resto de las provincias aún sin solución43.

Políticamente ese proteccionismo tuvo como marco más general la emergencia en 1870 de un grupo de jóvenes reformistas (intelectuales y universitarios mayormente) dentro del alsinismo. Reunidos como fracción del Partido Autonomista en el Club"25 de Mayo", se propusieron transformar las condiciones económico-sociales del país merced a la elaboración de un proyecto político alternativo, teniendo como objetivos políticos el establecimiento de una estrategia principista (en contraposición al caudillismo reinante) y la conformación de un partido verdaderamente orgánico. Entre los líderes reformistas estaban Carlos Pellegrini, Miguel Cané, Lucio Vicente López (hijo de Vicente Fidel), Aristóbulo del Valle y Leandro Alem, varios de ellos enrolados directamente en los debates por la Ley de Aduanas durante 1875 y 1876. Las grandes aspiraciones de su programa incluían"la reforma del sistema político, la transformación del régimen agrario y la instalación de una gran industria nacional como base de la independencia económica que [fundamentara] la independencia política del país"44.

En 1879 se volvió a discutir la Ley de Aduanas en términos que recordaban las discusiones antes aludidas45. Los principales contendientes serán Bartolomé Mitre y Miguel Cané en la Cámara de Diputados46. A pesar de la oposición que había despertado previamente el incipiente proteccionismo, ya para ese año"la elevación de los derechos aduaneros era un hecho consumado, difícil de modificar"47. Sin embargo, tales medidas no fueron complementadas con otras igualmente necesarias (apoyo crediticio, por ejemplo) que pudieran cimentar un proceso de industrialización local más profuso.

La instauración del"proyecto del ´80" y la firme supeditación de la economía argentina a la británica saldarían toda disputa al respecto48; el éxito del modelo agro-exportador acallaría cualquier voz que portase una propuesta alternativa. En 1876 con el arribo al puerto de Buenos Aires del Frigorifique, seguido al año siguiente por el Paraguay (buques franceses con cargamento de carne congelada en buen estado49), se comenzaría a vislumbrar un nuevo ciclo que suplantaría al lanar como centro de la actividad exportadora de la pampa argentina50. Sobre todo a partir de 1883, ese sitial sería ocupado por la carne y, a ella asociados, los cereales51.

Por lo demás, el debate sobre el peso de la industria de la época, las posibilidades concretas de expansión que poseía, la actitud de los sectores dominantes para con ella, la presencia de una clase capitalista moderna e innovadora, la (in)existencia de medidas realmente tendientes al desarrollo industrial, son todas cuestiones que han sido ya discutidas y el intento de reproducirlas aquí excedería ampliamente el espacio que disponemos52. En cambio nos dedicaremos a mostrar las notables coincidencias que se pueden hallar entre las intervenciones de 1875 y 1876 de los legisladores "proteccionistas" y las ideas difundidas previamente por Emilio de Alvear en 1869.


El precursor"olvidado"

Todo nuestro progreso consiste en el lujo, en la molicie, en las fiestas,
y en mascaradas de todo género; es la civilización del Bajo Imperio
aplicada a un pueblo joven, viril y que tiene que desarrollarse todavía53


Emilio de Alvear nació en 1817 en Guanabara (territorio portugués), sin embargo se le otorgó la nacionalidad argentina admitiendo el ius sanguinis54. A los veinte años recibió su título de abogado en la Universidad de Buenos Aires y partió en seguida (en 1838) hacia los Estados Unidos para desempeñarse como secretario de la Legación Argentina. Recordamos que su padre, Carlos María de Alvear, era el embajador de la Confederación Argentina en aquél país. Al morir éste en Nueva York en 1852, Emilio emprendería el retorno al país. Recién llegado a Buenos Aires tomó partido -como sus dos hermanos Diego y Torcuato- por Urquiza pero la revolución del 11 de septiembre lo obligó a emigrar a Montevideo. Vuelto al país, se desempeñó como Juez en lo Civil y Comercial en Entre Ríos, a partir de 1856 representó en la Cámara de Diputados a la provincia de Corrientes y durante un breve período de la Presidencia de Santiago Derqui, fue designado Ministro de Relaciones Exteriores. Luego de Pavón se afincó definitivamente en Buenos Aires, donde continuó con la labor parlamentaria (como Senador y luego nuevamente Diputado) hasta su muerte en abril de 1885, habiéndose volcado en sus últimos años al roquismo.

Paralelamente a su actividad política, de Alvear se dedicó intensamente al periodismo. Hacia finales de la década de 1860 intentó difundir localmente las ideas proteccionistas, inspirado por la experiencia de lo que había visto en el país del Norte. No es improbable que antes de regresar a la Argentina se hubiese topado con los primeros trabajos de Henry Charles Carey, impulsor -como ya dijimos- de políticas abiertamente proteccionistas55. Ya en nuestro país, afirma de Alvear que han caído en sus manos"las cartas de Mr. Carey al Presidente de los Estados Unidos, y en cada página que recorro me sorprende la exactitud de sus apreciaciones, y más que todo, la similitud y fácil aplicación a nuestras circunstancias"56. En igual sentido, el grupo reformador local que enarbolará poco después las banderas proteccionistas absorberá"la influencia del ejemplo norteamericano, recibido sobre todo a través de las teorías de Carey […], dada la simpatía de gran parte de los hombres de entonces por el progreso económico yankee"57.

Como apuntamos, para los liberales el ejemplo a seguir será el camino tomado (y divulgado) por Inglaterra y Francia. Si en cambio para los proteccionistas lo será principalmente Estados Unidos, ello se referirá en lo fundamental al aspecto económico58. Por otra parte, de Alvear, en su tercera carta, rechazará la política exterior expansionista que comienza a vislumbrar en el país del Norte que –sostiene- estaban conduciendo a aquél país"sobre la resbaladiza pendiente de Cartago y Roma".

De modo que en 1869 de Alvear hizo públicas en La Revista de Buenos Aires sus"Tres cartas dirigidas al Dr. Quesada". Éstas fueron reproducidas al año siguiente en El Río de la Plata y también por los Anales de la Sociedad Rural, donde despertarían cierta controversia y traerían aparejadas la publicación de una serie de cinco artículos escritos por Mariano Pelliza, intentando rebatir sus ideas59. Se pueden encontrar en esas cartas numerosos conceptos y ejemplos que serán expuestos varios años más tarde (muchas veces con notable parecido) en el Congreso por los miembros del grupo"proteccionista" encabezado por Vicente Fidel López y Carlos Pellegrini.

Como marco general, puede notarse que a partir de ese año de 1869 comenzarán a expresarse veladas críticas hacia el orden económico vigente desde sectores reformistas, que se volverán más radicales y abiertas hacia 1873 y tocarán su punto más álgido en los debates parlamentarios de 1875 y 187660. Consideramos que las cartas de de Alvear son un importante antecedente en ese sentido. Citaremos a continuación párrafos de esas"Tres cartas" donde se sintetiza su pensamiento"proteccionista", contraponiéndolos con fragmentos de los discursos parlamentarios de los legisladores reformistas, artífices de una política aduanera menos favorable a la importación61.

Apenas comenzada su primera carta, Emilio de Alvear afirma que"el espíritu imprevisor y exageradamente liberal de nuestra legislación mercantil e industrial, ha hecho su tiempo: y es necesario reformarlo si aspiramos a salir de una infancia demasiado prolongada y a emanciparnos de una tutela bochornosa". En el mismo sentido Pellegrini indicará en 1876 que"si estudiamos nuestros antecedentes económicos e industriales, vamos a sacar como consecuencia, la condenación más completa a los sistemas económicos existentes, y que han sido malas las leyes de aduana vigentes" y Alcorta agregará por su parte que"si los que hicieron nuestra Constitución tuvieron el propósito de hacer de este país, un país poblado, no se conseguiría llenar este propósito poniendo en práctica las teorías del librecambio".

Luego señala de Alvear que"nosotros somos todavía pastores. Con el solo producto de nuestros ganados no podemos llegar nunca a ser una nación importante; -con lanas y cueros no se podrá establecer el equilibrio comercial de la exportación con la importación. Y si se considera que estas materias primas dependen todavía del consumo externo, y que ni aún después de cosechadas con el mayor esmero y felicidad podemos estar seguros de su precio cuya tarifa la da necesariamente el consumidor, tendremos que convenir en que, de nada somos dueños ni aún del valor de los dos y únicos productos del país". Un longevo Vicente Fidel López ampliará el concepto siete años después, en una de sus intervenciones, al decir que"tenemos que ponernos en estas condiciones: o dejamos de ser un país reducido a las materias primas, o persistimos en no producir materias primas, para llegar a ser ricos". Mientras que Pellegrini expresará que"en la provincia de Buenos Aires, lo que menos se hace es trabajar, lo último que entra en el cálculo del hombre es la industria, haciendo excepción a la gran industria pastoril que tenemos."

Emilio de Alvear vuelve sobre el punto para interrogarse si"un pueblo que no es sino meramente pastor y cuya agricultura es embrionaria, ¿es un pueblo del siglo en que vivimos?" y Pellegrini, al calor del debate, hará la siguiente interrogación, del mismo tenor:"es evidente que hoy somos simplemente un pueblo pastor, que nuestra única riqueza se reduce al pastoreo y en pequeñísima parte a la agricultura; entonces, en nombre de la experiencia, preguntaría a los librecambistas ¿Cuál es la nación del mundo que ha sido grande y poderosa, siendo únicamente pastora?".

Con respecto a la inmigración, afirma de Alvear que"si este año la inmigración ha sido tan numerosa, en el próximo será mayor y así gradualmente. ¿Cuál será su colocación entonces? Para changadores, criados, puesteros y verduleros muy pronto tendremos bastantes. Y entonces sucederá que, o el jornal bajará tanto que la inmigración cese o ésta cesará por falta de ocupación: nadie se expatría para empeorar". Poco más adelante insiste:"¿Y para qué han de venir si no tenemos talleres, ni fábricas, ni industria? Así sucede que, en vez de que la inmigración europea nos civilice propagando sus industrias y artes, nosotros la embrutecemos rebajando su escala industrial". Dardo Rocha en su discurso de 1875 retomará la idea,"¿Por qué se va la inmigración de otro tiempo? Se va por el abatimiento en que se hallan las pequeñas industrias y desde que entre nosotros no encuentran ocupación lucrativa, se vuelven a sus hogares". Siendo un tema tan sensible para los dirigentes de la época, no es de extrañar las alusiones de Pellegrini y Alcorta al año siguiente. Dirá el primero que"esa inmigración que acudía a nuestras playas a buscar trabajo ¿Qué se le ofrece? Un órgano, una canasta para vender naranjas, a lo más, ser peón de albañil […], era en vano que trajera en su industria, en su arte, en la habilidad de sus manos, un capital inmenso. Ese capital tenía que perderse, no había donde aplicarlo y ese hombre tenía que hacerse jornalero o volver a emigrar". El segundo, por su parte, expondrá que"la inmigración no se radicará entre nosotros si no le ofrecemos más ocupación que la de criar ganado, pues ni la agricultura puede desarrollarse a causa de la competencia que se le hace con los productos del extranjero […]. Los inmigrantes se volverán a su país como se están volviendo ahora, porque vienen de allí con industrias que aquí no pueden ejercer. Al artesano más hábil, sólo podemos ofrecerle el oficio de empedrador de calle, u otro semejante en trabajos públicos; que cuando cesen, por una situación como la que atravesamos, lo obligan a dejar el país".

Adentrándose en la misma cuestión, de Alvear interpela:"¿Quién duda que conviene dar ensanche a esos capitales y a esa inmigración ensanchando la esfera de su colocación y del trabajo?" y luego será nuevamente Pellegrini quien admita que"los argentinos tienen el deber de procurar por todos los medios posibles, que nuestro país deje de ser simplemente una nación de pastores, seamos también una nación de obreros". Continúa aquél estableciendo que"el país más rico no es el más barato sino aquél en que se vive más caro. La moneda es el mejor barómetro. En Inglaterra no se habla sino de guineas y libras esterlinas. En Francia de francos; en España de reales de vellon, y aquí de pesos de papel"; el Diputado Marenco en 1876 confirmará que en ese momento "el trabajo escasea indudablemente, los salarios han disminuido a la mitad, y estos se pagan en una moneda depreciada, que apenas le permite al trabajador vivir miserablemente".

Apuntando al centro de la cuestión, de Alvear vuelve hacia la crítica de la que partió su primera carta, planteando que la penuria que ha descrito"es el resultado en gran parte de la imprevisión de una legislación que tiende a que un pueblo lleno de vigor y juventud, pase por la humillación de renunciar a los trabajos e industrias que constituyen la riqueza y la verdadera civilización del siglo XIX", lo que Pellegrini abonará al decir que"en todas las ramas de la legislación se nota este desdén con que la industria ha sido mirada, este poco aprecio que se ha hecho de la industria".

En relación a las industrias del interior, se lamenta de Alvear:"Yo, no soy muy viejo, y sin embargo, recuerdo que la calle denominada hoy de Rivadavia, estaba poblada de talleres, platerías y talabarterías, de artefactos y tejidos fabricados en Buenos Aires y en las provincias". Alcorta hará más tarde un recuento similar:"yo he alcanzado el tiempo en que ciertas calles de la ciudad, la de Rivadavia, por ejemplo, estaba llena de tiendas de tejidos del país, y de objetos de plata y cuero, igualmente hechos aquí, y una porción de cosas que daban lugar al trabajo en el país. Ahora todo ha desaparecido". Y lanzarán ambos una acusación que no parece ser sino la misma; dice el primero que"hasta el indio pampa contribuía con sus mantas y riendas y otros artículos de trabajo industrial: hoy no sabe sino robar" y reafirmará el segundo que"se ha muerto nuestra industria de tejidos de lana, que hasta a los indios daba ocupación. A los indios no se les ha dejado otra ocupación que la que ejercen con tanto éxito, robar".

La discusión debe centraste entonces en la (insuficiente) capacidad manufacturera del país. Continúa de Alvear apelando a la retórica:"sin agricultura, sin fábricas, sin talleres, sin industrias, sin oro, sin fierro, sin carbón, y sin plata, sin marina y sin ejército propio, ¿Se puede creer seriamente que seamos una nación verdaderamente independiente porque hayamos ganado las batallas de Maipú y Chacabuco? Y cuando desde el calzado hasta el sombrero, todo lo recibimos del extranjero ¿en qué consiste esa independencia sino es en el derecho de exterminarnos fraternalmente?". Vicente Fidel López parecerá responderle al apuntar por su parte que"es preciso tener materia prima, señor Presidente, no para mandarla a Europa y sacar dinero por ella, porque ese dinero se va irremediablemente en los consumos; es preciso tener materia prima para elaborarla".

Se explaya de Alvear sobre el punto, y lo relaciona sagazmente con la situación del balance exterior del país, escribiendo que"reciprocidad y libre cambio son cosas sin significado para nosotros. Con lanas y cueros no equilibramos la balanza". López dirá posteriormente que"no es el cuero mismo no trabajado el que nos ha de dar la suma de riqueza que necesitamos; y tan no nos lo ha de dar, que hoy, en este año de 1876, después de dos siglos que producimos cuero, le estamos debiendo a la Europa de diez a doce millones de patacones, porque no somos manufactureros del cuero, porque nos llevan de aquí los cueros y nos los devuelven manufacturados, porque tenemos que pagar a los manufactureros extraños, por los cueros, mucho más del valor que tenían antes cuando lo mandamos […], la importación ha sido mucho más grande que la exportación, es decir, que todo el dinero que formaba nuestro capital circulante, ha sido necesario, convertirlo en oro y pagar la importación, y entonces nos hemos quedado […] con el papel de deudores". Miguel Cané aportará lo suyo también, al opinar que"se ha introducido en los últimos años una cantidad tal de mercaderías, señor Presidente, que para poder pagarlas con nuestra producción ha sido necesario forzar, ha sido necesario empezar a sacar las fuentes de nuestra producción".

Emilio de Alvear lanza su propuesta novedosa, postulando que es indispensable establecer"una escala móvil de tarifa y un sistema gradual de compensación según el desarrollo de la industria argentina. La ropa hecha, el calzado, los sombreros, los carruajes, la madera y el hierro fabricados, todo eso deberían sujetarlo a derechos fuertes, porque todo eso puede fabricarse inmediatamente en el país y con los mismos operarios extranjeros; al mismo tiempo que debían admitirse sin derechos las materias primas para su fabricación". La Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados marcará en 1876 que"hay que tener presente que no nos es dado ni suponer que sea posible la competencia entre nuestra producción y la inmensa mayoría de los artículos que se importan en el país" y luego Pellegrini, frente a las acusaciones del Ministro de Hacienda contra esa Comisión, dirá que"el aumento de impuestos sobre el calzado, la ropa hecha, los fideos y las galletas, si bien limitará la introducción, no afectará el consumo, porque esa disminución será compensada con la producción del país".

Como ya dijimos, para los proteccionistas el liberalismo era un objetivo deseable a largo plazo, pero no resultaba conveniente postularlo en el nivel de desarrollo que tenía la economía nacional en ese momento62. de Alvear dirá que"cuando nuestra agricultura y fábricas estén a la altura de las de Inglaterra, entonces haremos como ella la propaganda del libre comercio y el libre cambio". Alcorta indicará en 1876 que"la Inglaterra necesita materias primas para dar trabajo a sus obreros y proclama a grandes voces el librecambismo, porque a ella le conviene éste, y que otros países se conserven únicamente como productores de materia prima, consumiéndole en cambio sus artículos industriales", a la que se sumará la intervención de Miguel Cané con mayores detalles:"recién en 1823, Huskisson fue el primero en el Parlamento inglés que se atrevió a decir: «Ahora somos fuertes, podemos cambiar, podemos exigir la reciprocidad, el inundar el mundo entero con los productos de nuestras manufacturas. Pero antes no; era necesario que utilizasen todos las materias primas, que se transformaran en el país, antes de admitir el libre cambio». Reconozco que se debe principiar por ser proteccionista para ir al libre cambio". Nuevamente Pellegrini participará del debate, al enunciar que"la protección no es un sistema permanente sino transitorio, que todas las naciones sin excepción han adoptado en la infancia de su industria". Madero, por otra parte, recordará que para List "siempre se debe hacer sentir a la industria nacional el aguijón de la concurrencia extranjera. La protección no debe extenderse más que a las industrias naturales y de fácil desarrollo en el país".

De Alvear se adelanta en plantear también otro de los que serán los puntos de disputa posteriores, el papel económico que debe jugar la Aduana. Acusa a"los gobiernos [que] no buscan sino rentas y cuando son amovibles como los nuestros, no se ocupan sino en percibir mucho y pronto" y luego indicará que"nuestra tarifa dirán algunos es ya demasiado alta; sí, pero disparatadamente y con tendencia solo a dar fondos al gobierno, no a proteger el desarrollo de la riqueza y prosperidad del país, que sino el principal, es uno de los objetos de la creación de los gobiernos". En 1876 la Comisión de Hacienda del Senado confirmará sus apreciaciones, al establecer que"cree, como el Poder Ejecutivo, que la Aduana no debe ser sino instrumento o medio de renta". Dardo Rocha en cambio, se había pronunciado el año anterior en sentido contrario, manifestando que, en función de la verdadera capacidad económica del país, la reciente Ley de Aduanas poseía nuevas consideraciones que resultaban ya insoslayables, dado que"la cuestión de protección a la industria, que […] se refiere a la otra faz de la ley, es importantísima".

De Alvear toma el ejemplo de lo que ha visto en su juventud:"Los Estados Unidos son el único país que nos debe servir de modelo, porque es el que más se asimila a nosotros en su punto de partida y su misión de porvenir". Pregunta nuevamente:"hemos aceptado las instituciones políticas de los Estados Unidos, ¿Por qué no aceptamos también sus principios económicos? ¿Hay un país donde afluya más la inmigración y que goce de una reputación más alta, como liberal y republicano? ¿Por qué no seguimos su ejemplo en todo? ¿Tendríamos la pretensión de ser más liberales que ellos?". Afirma entonces que no puede pretenderse el absurdo de querer ser más católicos que el mismo Papa y que por lo tanto"como liberales bastaría con serlo tanto como los americanos del norte". Años más tarde, López se explayará sobre la cuestión argumentando similarmente que"por muy adelantadas que crea el Sr. Ministro sus teorías en esta materia, debe reconocer que no están por ellas los hombres de Estado de ninguna parte del mundo, y lo cierto es que semejante aspecto de la cuestión no ha sido aceptado por el pueblo más adelantado y más democrático de nuestra época, en los Estados Unidos ya no tienen valor nuestros cueros ni nuestras lanas. Ellos se han propuesto hacer valer los suyos, y lo cierto es que nuestras lanas no han encontrado valor allí porque ellos se han propuesto proteger las suyas, lo cierto es que no tienen valor los algodones de Inglaterra allí, porque se propusieron proteger sus tejidos y lo cierto es que hasta en las colonias inglesas se ha hecho esto".

Respecto a las"ventajas" del librecambio y los artículos de importación europeos, de Alvear sostiene que"nuestra condición es tan precaria que no solo no fabricamos lo más indispensable al consumo, sino que ni de nuestras lanas nos vestimos; puesto que nuestros trajes son hechos con los harapos europeos, y sin embargo, pagamos los precios más elevados de las mercaderías de primera clase". En el debate de 1876 el diputado Alcorta denunciará que ese tal beneficio"no se ve en ciertas materias, en ciertos productos, por ejemplo en las telas, en los artículos de lana que nos envía tan barato la Europa […]. Lo que sucede es que la tela hecha allí para el consumo interior dura un año para el que la usa, aquí solamente resiste un uso de tres meses […]. Este es el abaratamiento que en esos productos ofrecen nuestros librecambistas al consumidor, y de lo cual hacen tanto alarde". A pesar de ello, la industria nacional sufrirá el descrédito frente a la competencia extranjera. Tanto es así que el hecho de que Pellegrini y sus amigos se presentasen a una fiesta vestidos con trajes, zapatos y sombreros de hechura nacional mereció la especial atención de la prensa63.

De Alvear carga las tintas contra los gobiernos que -continúa diciendo-"se suceden y todos claman su derecho a la gratitud pública, y mientras tanto no tenemos una fundición, una maestranza, un puerto, un colegio militar, un cuerpo de ingenieros, una escuela náutica, un observatorio, un liceo, un jardín de aclimatación, una casa de sellar moneda; nada absolutamente de lo que constituyen los elementos rudimentales de una nación medianamente organizada". Pellegrini apuntará en igual dirección, al lamentar que"tenemos universidades, Facultad de Derecho, de Medicina, de Ciencias Exactas, colegios secundarios, escuelas de música y declamación, eso lo tenemos desde Buenos Aires hasta Jujuy, y sin embargo, en la República Argentina, no hay una Escuela de Artes y Oficios".

Por último, de Alvear remarca la importancia que encierran las consideraciones proteccionistas propuestas:"mis ideas no son nuevas y no faltará quien las considere retrógradas; pero ellas son las que han servido para el engrandecimiento de todas esas grandes naciones de quienes hoy dependemos, y admiramos". El Senador Cortez dirá en 1875 que"no ha habido ni hay nación que no haya pretendido favorecer su propia industria y la historia nos presenta hechos muy prometedores e innegables, lo que nos manifiesta bien a las claras los grandes resultados que puede producir la producción". Para terminar, recordaremos el sombrío vaticinio que Pellegrini formulara ese mismo año, reconociendo que"somos y seremos por mucho tiempo, si no ponemos remedio al mal, la granja de las grandes naciones manufactureras". Seguramente el futuro Presidente no podía imaginar la extensión que alcanzaría su augurio apenas un lustro más tarde.

A modo de epílogo

Como hemos visto, hacia finales de la década de 1860 una triple coincidencia de intereses permitió la emergencia (temporaria) de algunas propuestas proteccionistas en la Argentina64: en primer lugar, la manifestación de intereses de sectores económicos locales, tanto de aquellos que veían peligrar su situación frente a la competencia externa o el cierre de los mercados (los"intereses corporativos" de los ganaderos) como de quienes buscaban fortalecer su incipiente posición productiva (el "interés de clase" de los pequeños industriales); en segundo lugar la emergencia de un discurso"liberal nacionalista" de algunos intelectuales reformadores, reproducido y amplificado desde la prensa y el accionar legislativo y por último; la presencia de funcionarios en el gobierno dispuestos a establecer esta política económica, aunque no fuera por lo general con el mismo objetivo que perseguían los proteccionistas (sino más bien por motivos fiscalistas).

El inicio de ese nuevo proteccionismo puede vislumbrarse hacia 1866, cuando la"crisis del lanar" afectó la rentabilidad de las explotaciones ganaderas. Lentamente se fue fortaleciendo y hacia 1875-1876, frente a las crecientes dificultades de la economía nacional, tocó su punto más alto. Sin embargo, como hemos señalado, más allá del impulso momentáneo que pudo haber tenido el discurso de los proteccionistas dentro del alsinismo, la Aduana (siendo la fuente principal de recursos fiscales) nunca dejó de verse simplemente como el mecanismo del Estado para captar renta dentro de los círculos decisores, en especial del Poder ejecutivo Nacional65. Esa discusión, como vimos, fue planteada por López y sus seguidores en el Congreso, pero no logró modificar el enfoque del gobierno como para transformar la política arancelaria en un verdadero instrumento de fomento industrial.

Para entender esas limitaciones se debe considerar el papel central que jugó en sus comienzos el apoyo de los ganaderos, que luego se apartaron rápidamente de esta propuesta al ver las posibilidades que les ofrecía la llegada del frigorífico durante la segunda mitad de la década del setenta. Más aún, en tanto lograron transitar la nueva crisis (posterior a 1873) de manera más holgada que los demás sectores, su influencia probablemente haya comenzado a perder peso aún antes de los"grandes debates"66. La posta como principal portavoz del proteccionismo la tomó el grupo de legisladores encabezados por López y Pellegrini, quienes incluso lograron ubicarse en el centro de la discusión poco después. Sin embargo, con la desaparición de los soportes que el discurso había establecido previamente, se volvió claro también cuál era su mayor debilidad. Sin el apoyo de una clase con verdadero poder económico sus planteos no podían prosperar mucho más.

Desde un punto de vista más general, las tensiones sobre las cuentas públicas y el resultado externo comenzaron a menguar en el mismo momento en que se producía el debate de 1876 y con ello decayó la imperiosa necesidad del Poder Ejecutivo por obtener mayores rentas. Entre agosto y septiembre el gobierno nacional obtuvo un préstamo del Banco de la Provincia por 15 millones de pesos y la imposición de que ese Banco emitiera también 10 millones de pesos suplementarios para suministrárselos a los gobiernos provinciales en problemas67. En conjunción con el hecho de que por primera vez desde Caseros resultó positivo el saldo de la balanza comercial, se puede entrever el comienzo de salida de la crisis. Específicamente, entre 1878 y 1880 el comercio exterior argentino se incrementó un 60%, donde además debe notarse que desde 1875 habían comenzado a crecer notoriamente las ventas de cereales, especialmente de trigo58.

A partir de entonces, y por más de una década, los problemas que se habían discutido en ocasión de los"grandes debates" quedarían opacados por el éxito del modelo agro-exportador. Las"tradiciones" producciones exportables (lana y cuero) se fortalecerían nuevamente, junto a la de productos novedosos, como cereales, azúcar, vino y madera. Con respecto a las importaciones, perderían creciente peso los textiles y se fortalecerían las de combustibles y manufacturas, especialmente de metal. Comenzaban a delinearse así los rasgos más salientes que la economía argentina mostraría hasta la Primera Guerra Mundial69, en un mismo proceso que explica en última instancia por qué"aquellas proposiciones de la «elite» tendientes a desviar el proceso de los cauces tradicionales fracasaron en su gran mayoría"70.

Más allá de estas consideraciones, creemos que Emilio de Alvear jugó un papel previo muy significativo en aquellos debates, asumiendo abiertamente una postura proteccionista en un momento en que cualquier apartamiento de los dictados del liberalismo económico constituía poco menos que una herejía. Probablemente sus ideas"novedosas" se puedan explicar, en parte al menos, por la experiencia realizada en su larga estancia (de catorce años) en los Estados Unidos, coincidente con el momento en que las discusiones sobre la industrialización de ese país se encontraban en auge.

Concretamente, nos ha interesado señalar los conceptos que de Alvear expone en 1869 en defensa de un incremento tarifario que resultara favorable a una mayor industrialización nacional y hostil a la libre importación, en contra de una Ley de Aduanas puramente"rentística" o más en general, de un andamiaje legal excesivamente liberal, donde plantea además de manera muy perspicaz la relación entre los problemas del sector externo y el insuficiente desarrollo de las manufacturas locales, entre otros temas centrales para la época (como la inmigración y su objeto).


Si bien no es posible establecer una relación unívoca entre estos argumentos y los vertidos años más tarde en el Congreso en ocasión de los grandes debates proteccionistas, creemos que tampoco debe atribuirse enteramente esa concordancia a la casualidad. En todo caso las"Tres cartas" de Emilio de Alvear constituyen un antecedente relevante para comprender una particular coyuntura en la historia de nuestro país, en que las ideas proteccionistas lograron alcanzar un mayor predicamento y llegaron a plantear –poco antes del auge agro-exportador- los límites intrínsecos de un modelo económico basado exclusivamente en la explotación de las riquezas de la pampa húmeda.

Notas:

1. Edición del 1° de noviembre de 1876 de"El Industrial". Citado en José Panettieri, Proteccionismo, liberalismo y desarrollo industrial, Buenos Aires, 1983, p. 24.     

2. Sobre la génesis y el desarrollo de las dos crisis pueden verse los capítulos respectivos en José Carlos Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, Buenos Aires, 1971.         [ Links ] Sobre la segunda, consúltese Eduardo Martiré, La crisis argentina de 1873-1876, Buenos Aires, 1965.        

3. Quien, como discípulo de Esteban Echeverría, hizo propias muchas de las ideas de su maestro. Éste, fiel exponente de la generación del ´37, había señalado"el embrionario estado de la industria  nacional,  reducida  a  exportar  materia  prima  sin  elaboración  alguna", a la vez que proponía la necesidad de alumbrar"una ciencia económica verdaderamente argentina". Citado en Manuel Fernández López,"Vicente Fidel López, profesor de Economía Política en Montevideo y Buenos Aires", en Anales de la Asociación Argentina de Economía Política – XXX Reunión Anual, Universidad Nacional de Río Cuarto, 1995, p. 386.

4. Carlos Pellegrini (uno de los posteriores adalides proteccionistas) dirá más tarde que el proteccionismo argentino había nacido durante 1875. Horacio Juan Cuccorese,"El pensamiento económico industrial proteccionista de Carlos Pellegrini", en Económica, La Plata, 1968, año 12, n° 35, p. 64.        
5. Para una apretada síntesis de la evolución de los impuestos aduaneros en nuestro país, véase Adolfo Dorfman, Historia de la industria argentina. Buenos Aires, 1970, pp. 157-161.         [ Links ] Anotamos por otra parte que la acusación de"rosistas" es de hecho lanzada sobre los diputados proteccionistas por el Ministro Norberto de la Riestra, en el debate parlamentario del 18 de agosto de 1876.

6. Esa disputa excedía en mucho el tema arancelario y se refería más bien al papel que le tocaba jugar a la provincia de Buenos Aires en la incipiente organización del país. En 1830, durante las etapas iniciales de ese debate, el Gobernador correntino Pedro Ferré expresó que"si la libre concurrencia mata algunos ramos nacientes de industria nacional, y el mercado ficticio de Buenos Aires daña a la gran mayoría de los pueblos de la República, debe mirarse como indispensable una variación en el actual sistema del comercio" y propuso la prohibición lisa y llana de importación de artículos producidos localmente y la habilitación para comerciar por otros puertos que no fueran el porteño. Citado en el anexo documental de José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la Nación Argentina (1800-1846). Buenos Aires, 2007.        

7. Ricardo M. Ortiz, Historia económica de la Argentina, 1850-1930. Buenos Aires, 1987, p. 34.         

8. Cfr. Chiaramonte, 1971, pp. 190-191.

9. Cfr. Panettieri, op. cit., pp. 8-11.

10. Oscar Cornblit, Ezequiel Gallo y Alfredo O´Connell,"La generación del ´80 y su proyecto: antecedente y consecuencias", en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 1962, vol. 1, n° 4, p. 22.                                                                             

11. Mario Rapoport y colaboradores, Historia económica, política y social de la Argentina, 1880-2000. Buenos Aires, 2000, p. 64.        

12. En el primer capítulo de Ortiz, op. cit., se encuentra una excelente descripción de ese proceso de reemplazo del ganado vacuno por el ovino. Para un análisis más en detalle del ciclo del lanar véase Hilda Sábato, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre del lanar, 1850-1890, Buenos Aires, 1989.       

13. Oscar Cornblit y Ezequiel Gallo,"El desarrollo argentino y sus etapas", en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 1963, vol. 3, n° 1/2, p. 319.   Allí se mencionan también (en la nota al pie n° 18) los artículos de Emilio de Alvear que son el motivo central de este trabajo.

14. Chiaramonte, 1971, p. 73.

15. Al fenómeno "puramente" económico quizá no resulte impropio adicionarle el efecto inicial negativo de la Guerra con el Paraguay desatada el año anterior (aunque luego serviría como impulso a la economía nacional), la epidemia de cólera del año siguiente y la de fiebre amarilla de 1871.

16. Panettieri, op. cit., pp. 15-16.

17. Chiaramonte, 1971, pp. 73-74 y Panettieri, op. cit., p. 19. Otros intentos de terratenientes por establecer industrias también fracasaron en la misma época, como el de una fábrica de papel impulsada por Antonio Álvarez de Arenales que no pudo concretar su implantación al no conseguir suscribir su capital social.

18. Jorge Schvarzer, La industria que supimos conseguir. Una historia político-social de la industria argentina, Buenos Aires, 2004, p. 74.        

19. Panettieri, op. cit., pp. 22-23.

20. Jorge Schvarzer, Empresarios del pasado. La Unión Industrial Argentina. Buenos Aires, 1991, p. 22.      

21. Dado que"la casi inexistencia de partidos políticos y de otros órganos de opinión alentaba la formación de este tipo de organismos", Jorge Schvarzer, 2004, pp. 76-77.

22. Jorge Schvarzer, 1991, p. 23.

23. Además del ya citado trabajo de Schvarzer de  1991, puede consultarse Chiaramonte, 1971, pp. 213 y ss. o el capítulo cuarto de Adolfo Dorfman, op. cit., para mayores detalles sobre el proceso conducente a la creación de la Unión Industrial Argentina.

24. Rapoport, op. cit., p. 2.

25. Su padre, el ingeniero Carlos Enrique Pellegrini, fue otro temprano defensor de la protección y del desarrollo industrial del país, tanto en la función pública como desde las páginas de"La Revista del Plata", por él fundada en 1853. Cfr. Dorfman, op. cit., pp. 151-152 y Noemí Yunes Zajur,"Proteccionismo y libre cambio en la historia argentina", en Revista de Economía Política, Madrid, 1973, nº 63, p. 155.  

26. Los productos alcanzados eran nueve: algodón, añil, azúcar, café, lana, madera, maíz, pieles y trigo.

27. Un interesante análisis sobre el proyecto puede encontrarse en Cuccorese, op. cit., pp. 51-53. La alocución de López en esa ocasión, por otra parte, fue reproducida en las ediciones del 17 y 20 de diciembre de 1875 por el diario El Nacional, como una forma de apoyar y difundir sus ideas en el momento en que la discusión sobre el proteccionismo tomaba mayor trascendencia.

28. Panettieri, op. cit., p. 50.

29. Chiaramonte, 1971, p. 181. Para el análisis del proteccionismo en la Legislatura bonaerense de esos años, véanse las págs 182 a 186 del mismo libro.

30. Citado en Chiaramonte, 1971, p. 200.

31. Para mejorar la situación externa, se proponía al mismo tiempo una rebaja del 3% sobre las tarifas de exportación.

32. Dorfman, op. cit., pp. 153-154. En el siguiente apartado se encontrarán mayores referencias sobre la postura"proteccionista" específicamente.

33. Una penetrante interpretación de las opiniones vertidas por Pellegrini al respecto se puede hallar en Cuccorese, op. cit., 55-59.

34. Un resumen de las cargas impuestas se encuentra en Panettieri, op. cit., p. 53.

35. Lo que tuvo como efecto secundario la renuncia del Ministro de Hacienda, Norberto de la Riestra, asediado por el peor momento de la crisis.

36. En el anexo documental de Panettieri, op. cit., puede leerse un resumen de los proyectos en pugna en el debate de 1876 (tanto del Ejecutivo, como los de las Cámaras de Diputados y Senadores) y también de la Ley sancionada.

37. Algunas propuestas en el Senado llegaron a sugerir que se rebaje la tarifa a un nivel general del 10%, causando alarma en el Club Industrial. Panettieri, op. cit., pp. 108-109.

38. Chiaramonte, 1971, p. 187.

39. Muchos trabajos que resaltan el"proteccionismo" de las tarifas aduaneras durante el modelo agro-exportador suelen obviar que el análisis económico (de elasticidades-precio) indica que"una estrategia arancelaria cuyo objetivo sea maximizar los recursos para el fisco no resulta automáticamente la más adecuada desde el punto de vista de la política industrial", Jorge Schvarzer,"Política industrial y entorno macroeconómico. Apreciaciones sobre la política arancelaria argentina a comienzos del siglo XX", en Boletín Informativo Techint, Buenos Aires, 1993, n° 275, p. 76.       

40. Jorge Schvarzer, "Terratenientes, industriales y clase dominante en el ya antiguo debate sobre el desarrollo argentino", en Desarrollo Económico, Buenos Aires, 2001, vol. 41, n° 161, p. 123.     

41."En el proceso, sin embargo, los industriales, deseosos de proteger sus productos de la competencia extranjera, encontraron su oportunidad gracias a las necesidades fiscales del gobierno. Se aseguraron un alto grado de protección", Reinhard H. Luthin, "Abraham Lincoln and the tariff", en The American Historical Review, Bloomington, 1944, vol. 49, n° 4, p. 628 (traducción propia).      

42. Parafraseando a Cornblit, Gallo y O´Connell, op. cit., p. 29.

43. Rapoport, op. cit., pp. 11-12.

44. Chiaramonte, 1971, p. 171 (subrayado nuestro).

45. Un resumen de los gravámenes aduaneros implementadas entre 1875 y 1882 para algunos productos seleccionados, puede encontrarse en Chiaramonte, 1971, p. 225.

46. Cfr. Panettieri, op. cit., capítulo VII. El gobierno presentó un proyecto incrementando las tarifas aduaneras que sufrió la oposición de Mitre y la propuesta de elevarlas aún más por parte de Cané.

47. Chiaramonte, 1971, p. 203.

48."El comercio, las finanzas y las armas constituyeron las herramientas que sujetaron desde el vamos a la economía argentina a la metrópoli británica, hasta convencer (a quienes podían haber imaginado otra alternativa) que esa supeditación era buena: la mejor frente a las dificultades planteadas por otros modelos de desarrollo para los cuales faltaban las bases materiales espontáneas", Jorge Schvarzer, 2004, p. 60.

49. El método utilizado en el primero de esos barcos, que permitió"conservar los alimentos mediante una temperatura inferior a 0° fue logrado por el ingeniero francés Carlos Tellier, quién usó amoníaco", Yunes Zajur, op. cit., p. 157. Fue mejorado por el método Carré-Julien, aplicado en el segundo barco, con mejores resultados de conservación y gusto de la carne.

50. Rapoport, op, cit., p. 38.

51. Jorge Schvarzer, 1991, p. 21.

52. La literatura al respecto es más que profusa. Por citar algunos de los trabajos más conocidos (principalmente de puesta a punto del debate) puede mencionarse Juan Carlos Korol e Hilda Sábato,"Incomplete industrialization: an Argentine obsession", en Latin American Research Review, Pittsburgh, 1990, vol. 25, n° 1;     la recopilación de artículos de"Perspectivas sobre la historia de la industrialización argentina" en Anuario IEHS, Tandil, 1998, n° 13 o (el ya mencionado) Schvarzer, 2001.

53. Emilio de Alvear, primera carta al Dr. Quesada.

54. Isidoro J. Ruiz Moreno,"Emilio de Alvear: un argentino de la patria vieja", en Fundación (Política y Letras), Buenos Aires, 1994, año II, n° 3, p. 81.        Seguimos ese artículo para trazar los principales momentos de la apretada biografía de Emilio de Alvear que exponemos en los subsiguientes párrafos.

55."The past, the present and the future", y sobre todo,"Harmony of interests: agricultural, manufacturing & commercial", vieron la luz –respectivamente- en 1848 y 1851. Desde el fin de la guerra de Secesión hasta su muerte, Carey sería una figura pública de primer nivel. Sin embargo antes de alcanzar ese predicamento había tenido que dar una insistente lucha para que el partido Republicano adoptara posturas proteccionistas (cfr. Arthur M. Lee, "Henry C. Carey and the republican tariff", en The Pennsylvania Magazine of History and Biography, Filadelfia, 1957, vol. 81, n° 3).         [ Links ] Más detalles sobre la influencia que alcanzó Carey en su país se pueden hallar en Rodney J. Morrison,"Henry C. Carey and American economic development", en Transactions of the American Philosophical Society, New Series, Filadelfia, 1986, vol. 76, n° 3.         

56. Segunda carta de Emilio de Alvear en la Revista de Buenos Aires (subrayado nuestro). Como dijimos, en los Estados Unidos la tarifa proteccionista se impuso a partir de la presidencia de Lincoln, quien era"un lector de las obras de economía política de Carey", Luthin, op. cit., p. 628 (traducción propia).

57. Chiaramonte, 1971, p. 176.

58. Por ejemplo, Carlos Pellegrini al ver el impresionante crecimiento alcanzado por la industria alemana y estadounidense hacia finales del siglo XIX"reafirmó su convicción proteccionista". Cuccorese, op. cit., p. 75.

59. Panettieri, op. cit., p. 95.

60. Chiaramonte, 1971, p. 181.

61. En lo que sigue, las citas de Emilio de Alvear provienen de su"Reforma Económica. Tres cartas dirigidas al Dr. Quesada", en La Revista de Buenos Aires, Buenos Aires, 1869, t. 21.         [ Links ] Por otra parte, las intervenciones legislativas se tomaron de los Diarios de Sesiones parlamentarios de los años 1875 y 1876. Dejamos constancia de que en vez de utilizar la grafía original, optamos por modernizar la escritura y la gramática en aras de una mayor claridad expositiva (“extranjero" por"estrangero", por caso).

62. Aquí puede entreverse la influencia de los economistas proteccionistas como List, pero especialmente de Carey. Véase el prefacio de su"Harmony of interests", donde establece que su objetivo es"demostrar por qué es necesaria la protección; cómo opera promoviendo la prosperidad, armoniosa, de las distintas porciones de la sociedad; y qué tan cierto es que el verdadero, el más provechoso y el único medio de alcanzar la perfecta libertad de comercio, debe hallarse en la protección eficiente", Henry Charles Carey, Harmony of interests: agricultural, manufacturing & commercial, Filadelfia, 1868, p. iv (traducción propia, subrayado en el original).


63. Dorfman, op. cit., p. 136.


64. Chiaramonte, 1971, p. 15.

65. El pleno funcionamiento del modelo agro-exportador profundizaría esa situación, en tanto "el predominio de los recursos aduaneros en las cuentas del presupuesto generó una elevada y continua dependencia de este último respecto del ciclo importador". Schvarzer, 1993, p. 74.

66. Chiaramonte, 1971, pp. 238 y ss.

67. Esas maniobras implicaron no pocos conflictos entre los funcionarios de la Provincia y la Nación, como asimismo entre el Banco Provincia y el Banco Nacional; Chiaramonte, 1971, pp. 115-116. Dicha emisión del banco provincial nos advertiría por otra parte sobre"la situación de subordinación del gobierno nacional" frente al de Buenos Aires; Cornblit, Gallo y O´Connell, op. cit., p. 23.

68. John Williams, Argentine international trade under inconvertible paper money 1880-1900, Londres, 1920, p. 30.        

69. Henry Stanley Ferns, Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Buenos Aires, 1968, pp. 372-375. 


70. Cornblit, Gallo y O´Connell, op. cit., p. 43.

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Las tres cartas dirigidas a Vicente Quesada que aparecieron en la Revista de Buenos Aires bajo el título “Reforma Económica” y que se pueden leer a continuación.

REFORMA ECONÓMICA 

[Revista de Buenos Aires, Vol. XXI, enero 1870, p.247, 417, 593]
Sr. Dr. D. Vicente G. Quesada. 
Mi estimado amigo:
Hablando de las reformas a la orden del día, cambiamos algunas ideas sobre otras que yo creía también de gran importancia para el país, entonces usted me invitó a publicarlas por el órgano de su importante Revista. Bien sabe que yo no tengo pretensiones a literato ni a economista, y que solo con la esperanza de que mis ideas puedan despertar la atención de hombres pensadores como usted, es que acepto su invitación. Si después de leerlas y meditarlas cree que merecen el honor que usted me brinda, publíquelas que van escritas al correr de la pluma.
El espíritu de reformas se generaliza tanto en nuestra sociedad, que se hace sentir en todos los ramos administrativos.—Reforma de la constitución provincial, reforma de la administración de justicia, reforma de las prácticas electorales, reforma de los juzgados de paz.—Y bien; hay otra reforma de un alto significado político y de mayor influencia, en mi concepto., para la riqueza, para la industria y para el porvenir de la república.
El espíritu imprevisor y exageradamente liberal de nuestra legislación mercantil é industrial, ha hecho su tiempo; y es necesario reformarlo si aspiramos a salir de una infancia demasiado prolongada y a emanciparnos de una tutela bochornosa.
Sabida es la escala gradual que marca los progresos y la civilización de los pueblos. Los salvajes viven de la caza y de la pesca, viene en seguida el pastor, el agricultor, el manufacturero y por último las artes y las ciencias. Nosotros somos todavía pastores. Con el solo producto de nuestros ganados no podemos llegar nunca a ser una nación importante; —con lanas y cueros no se podrá establecer el equilibrio comercial de la exportación con la importación.
Y si se considera que estas materias primas dependen todavía del consumo externo, y que ni aun después de cosechadas con el mayor esmero y felicidad podemos estar seguros de su precio cuya tarifa la da necesariamente el consumidor, tendremos que convenir en que, de nada somos dueños ni aun del valor de los dos y únicos productos del país. 
Cuando la república era completamente ignorada en el exterior y no podíamos racionalmente contar con el contingente de la inmigración, de los capitales y de la civilización europea, pudo ser útil el sistema que nos rige; pero hoy que la corriente de inmigración está establecida, que hemos encontrado capitales europeos para ferrocarriles—¿Quién duda que conviene dar ensanche a esos capitales y a esa inmigración ensanchando la esfera de su colocación y del trabajo?
Si este año la inmigración ha sido tan numerosa, en el próximo será mayor y asi gradualmente. ¿Cuál será su colocación entonces? Para changadores, criados, puesteros y verduleros muy pronto tendremos bastantes.—Y entonces sucederá que, ó el jornal bajará tanto que la inmigración cese ó está cesará por falta de ocupación: nadie se expatría para empeorar.
No está tampoco en los intereses bien entendidos del país que los jornales bajen mucho, sino que el trabajo se haga mas productivo. Con solo economía no se enriquecen sino los ricos; es el mayor producto del tiempo y del trabajo lo que realmente enriquece al pobre y al fuerte.
El país mas rico no es el más barato sino aquel en que se vive más caro.—La moneda es el mejor barómetro.—En Inglaterra no se habla sino de guineas y libras esterlinas—En Francia de francos; en España de reales de vellón y aquí de pesos de papel. 
La América necesita algo mas que la inmigración bruta del hombre—necesita la civilización, la industria, la idea europea—necesitamos agricultores, fabricantes, operarios de todos las industrias, mecánicos, artistas, hombres de ciencia en fin.
¿Y para que han de venir si no tenemos talleres, ni fabricas, ni industria? Asi sucede que, en vez de que la inmigración europea nos civilice propagando sus industrias y artes, nosotros la embrutecemos rebajando su escala industrial, para. dedicarlos a los trabajos mas vulgares.—De un excelente operario de paños hacemos un sereno, de un tejedor de sedas de León un cochero ó cocinero, y de un relojero ó artista un medianero de ovejas.
Y todo esto es el resultado en gran parte de la imprevisión de una legislación que tiende a que un pueblo lleno de vigor y de juventud, pase por la humillación de renunciar a los trabajos é industrias que constituyen la riqueza y la verdadera civilización del siglo XIX.
He culpado expresamente a nuestra legislación, porque nuestros compatriotas no han sido antes tan destituidos como ahora. Yo, no soy muy viejo, y sin embargo, recuerdo que la calle denominada hoy de Rivadavia, estaba poblada de roperías, talleres, platerías y talabarterías, artefactos y tejidos fabricados en Buenos Aires y en las provincias; hasta el indio pampa contribuía con sus mantas, riendas y otros artículos de trabajo industrial:—hoy no sabe sino robar.
Esa indolencia con que renunciamos a los trabajos mas nobles del hombre civilizado—¿es un progreso? Un pueblo que no es sino meramente pastor y cuya agricultura es embrionaria, es un pueblo del siglo en que vivimos?  Sin agricultura, sin fábricas, sin talleres, sin industrias, sin oro, sin fierro, sin carbón, y sin plata, sin marina, y sin ejército propio, se puede creer seriamente que seamos una nación verdaderamente independiente porque hayamos ganado las batallas de Maipú y Chacabuco?

Y cuando desde el calzado hasta el sombrero, todo lo recibimos del extranjero—¿en que consiste esa independencia sino es en el derecho de exterminarnos fraternalmente? Hemos aceptado las instituciones políticas de los Estados Unidos, por qué no aceptamos también sus principios económicos? Hay algún país a donde fluya mas la inmigracion y que goce de una reputación mas alta, como liberal y republicano? Porque no seguimos su ejemplo en todo? Tendríamos la pretensión de ser mas liberales que ellos?
Clay, Webster, Benton, Rives, todos los hombres verdaderamente eminentes de la gran república han estado de acuerdo siempre en la utilidad de un sistema mas ó menos proteccionista para las industrias y habitantes del país, y asi han llegado a la altura en que hoy se encuentran. Solo aquí el hijo de la tierra está en peores condiciones que el extranjero. Es verdad que solo aquí se ha tenido la peregrina idea de declarar que nuestros ríos interiores eran mares y lo que se ha hecho clara y directamente con las aguas, se va haciendo paulatina é indirectamente con la tierra y sus hijos: son propiedad de la humanidad. Por que no estableceríamos una legislación sino del todo protectora al menos compensadora como la llaman los franceses?
Todas las libertades tienen sus límites racionales sin los cuales serian absorbentes, y degenerarían en el caos y la confusión. Esto mismo es aplicable a la libertad comercial. Ante todo, un pueblo debe crearse y ser feliz. La libertad es bella por que contribuye a esos dos fines. Pero una libertad que me despoja de mis protectores naturales para entregarme a extraños, no es sino una servidumbre degradante. El hombre no es independiente de sus padres solo por que tenga la edad de la ley sino por que a esa edad se supone que puede bastarse a si mismo.

Como católico no pretendamos serlo mas que el Papa y como liberales bastaría con serlo tanto como los americanos del norte. Reciprocidad y libre cambio son cosas sin significado para nosotros. Con lanas y cueros no equilibramos la balanza.  Una escala móvile de tarifa y un sistema gradual de compensación según el desarrollo de la industria argentina son indispensables.
La ropa hecha, el calzado, los sombreros, los carruajes, la madera y el hierro fabricados, todo eso debían sujetarlo a derechos fuertes, por que todo eso puede fabricarse inmediatamente en el país y con los mismos operarios extranjeros; al mismo tiempo que debían admitirse sin derechos las materias primas para su fabricación.
En todo establecimiento agrícola, taller, fábrica, laboratorio, en toda asociación industrial ya sea marítima ó terrestre, debían disminuirse los derechos y las contribuciones ó las patentes según el número de hijos del país que interviniesen en ellas, asi tendríamos industrias, asi mejoraríamos la suerte de nuestros conciudadanos y volveríamos a tener marina del cabotaje que mas tarde seria marina de guerra, mientras estamos entregados a contrabandistas, que solo esperan la ocasión de ser otros tantos Coe[1]. Este es el camino que han seguido todos los países del mundo que han llegado a ser algo. No se concede a los ferro carriles toda clase de protección? por que no seria lo mismo con todo lo que representa una utilidad pública?
Cuando nuestra agricultura y fábricas estén a la altura de las de Inglaterra, entonces haremos como ella la propaganda del libre comercio y del libre cambio. Se comprende que en este sistema debe figurar en primera línea la supresión de los derechos de exportación a nuestros productos, que es el mas absurdo de todos los impuestos, y la mejora y baratura de los transportes
Los gobiernos no buscan sino rentas y cuando son amovibles como los nuestros, no se ocupan sino en percibir mucho y pronto; estas reformas no pueden surgir sino del pueblo.

Organícese una sociedad de los amigos del país y cuando ella sea bastante numerosa, influirá en las Cámaras y la reforma se efectuará gradualmente.

En la época de programas electorales que no son sino el mismo tema en distintos tonos, yo pregunto: ¿si no seria posible organizar una asociación de ciudadanos patriotas é independientes de las especulaciones de la política, que trabajasen por la realización de una reforma tan importante como la que acabo de indicar ?
Lo que yo quiero es dar a nuestra política interna una base, un norte seguro, contra los cambios administrativos y oscilaciones de los partidos. Esta base debe ser la misma que han observado invariablemente los norteamericanos, a saber: mejoras interiores y protección a los intereses del país, trabajo, industrias y artes—«internal improvement and protection of American interest.»
Los Estados Unidos son el único país que nos debe servir de modelo, porque es el que mas se asimila a nosotros en su punto de partida y su misión de porvenir. Un puñado de hombres lanzado en medio de las soledades del nuevo mundo, llegando a ser una grande, libre y poderosa nación. Los mismos obstáculos del desierto y las distancias que vencer—las mismas necesidades de inmigración, de industrias, de vida propia y social. La facilidad por su historia reciente de estudiar los elementos y medios que se han servido para su engrandecimiento portentoso. Esas montanas, ese vasto territorio, esos inmensos lagos, serios obstáculos en otro tiempo para el desarrollo de la civilización, de la inmigración y de la unidad nacional, convertidos hoy por el arte y el trabajo en otros tantos elementos de prosperidad, riqueza y unión. Ese fanatismo puritano convertido en la mas amplia tolerancia religiosa; ese babel de todas las razas é idiomas del mundo asimilándose, profesando y practicando el dogma modelo no del órdenen la libertad, y el progreso en el trabajo: esa democracia en fin que en menos de un siglo dicta ya sus instituciones al viejo mundo al frente del movimiento humano.
Nuestra condición es tan precaria que no solo no fabricamos lo mas indispensable al consumo sino que ni de nuestras lanas nos vestimos; puesto que nuestros trajes son hechos con los harapos europeos, y sin embargo, pagamos los precios mas elevados de las mercaderías de primera clase.
Una guerra prolongada, un bloqueo y andaríamos desnudos y descalzos; algo peor, no tendríamos ni pan que comer, por que hasta la harina se importa. El Paraguay en peores condiciones de gobierno, de clima y topografía, se ha bastado a si mismo durante cinco años de guerra tenaz y sin tregua.  Los Paraguayos tuvieron marina que ha peleado con honor, el Paraguay ha sucumbido; pero al menos cada disparo de cañón ó de fusil que resuena en sus montes marcando su agonía, es de pólvora, cañón y armas paraguayas. Tienen conque hacer sus honores fúnebres!…  Entre nosotros, la arma que nos mata, la que nos defiende, hasta el arma con que vencemos es extranjera; la espada de Ituzaingó que me ha legado mi padre lleva el escudo de Jorge II. ¡Cuánto daría yo porque ella fuese tan argentina como es el triunfo que simboliza!
Los gobiernos se suceden y todos claman su derecho a la gratitud pública, y mientras tanto no tenemos una fundición, una maestranza, un puerto, un colegio militar, un cuerpo de ingenieros, una escuela náutica, un observatorio, un liceo, un jardín de aclimatación, una casa de sellar moneda metálica; nada absolutamente de lo que constituye los elementos rudimentales de una nación medianamente organizada.
La educación primaria está todavía a la altura de programa electoral, inaugurando con gran pompa una escuela de primeras letras como para que el mundo se fije que en 60 años de patria recién pensamos en aprender a leer y a escribir. La elección del señor Sarmiento es ya una esperanza de adelanto positivo en estos ramos.
Todo nuestro progreso consiste en el lujo, en la milicia, en las fiestas y en mascaradas de todo género; es la civilización del Bajo Imperio aplicada a un pueblo jóven, viril y que tiene que desarrollarse todavía. Yo no hago el proceso a ningún partido político, bosquejo con dolor la historia de mi país; todos somos responsables.  Lo que pretendo es, que ya que se despierta el espíritu público sobre la necesidad de reformas , se entre con firmeza en esa vía.
El poder judicial está mal servido, de acuerdo—pero lo están mejor los otros poderes? Esas cámaras en sesión permanente todo el año—que hacen?  Esa municipalidad que no satisface nunca la necesidad del pueblo a pesar de cambiar su personal, no dice bien claro que el mal se halla en su organización—porque no se reforma su ley orgánica?
Mis ideas no son nuevas y no faltará quien las considere retrógradas; pero ellas son las que han servido para el engrandecimiento de todos esas grandes naciones de quienes hoy dependemos, y admiramos.
Mientras tanto las teorías absolutas del libre comercio se ensayan recién, y no pasan de bellas utopías, puesto que ningún país nuevo se ha robustecido con ella. La Francia apesar de su posición aventajada, protesta ya y quiere denunciar su tratado comercial con la Inglaterra a los 10 años de celebrado.[2]
Los Norte-Americanos constantes siempre con su sistema protector después de restablecer los plantíos de algodón destruidos por la guerra, tratan ahora de manufacturarlos. «La verdadera satisfacción en la cuestión del «Alabama», dicen, la vamos atener rivalizando y aniquilando las manufacturas inglesas.» Y no tardarán en conseguirlo por que, cuentan con todo el apoyo del país. La industria y la mecánica—he ahí la verdadera fuerza y civilización del siglo 19.
La solidez y la buena fe que caracterizaba las fabricaciones inglesas y era su patente de superioridad, ha sufrido un golpe terrible. Los descubrimientos hechos últimamente en los algodones fabricados por la Gran Bretaña, han hecho vacilar esa reputación. Depósitos y cargamentos enteros de telas de algodón se han encontrado en la India y otros mercados, convertidos en polvo por efecto de una materia expresamente introducida en la fabricación. Si la decadencia de sus fabricaciones se pronuncia, la veremos reaccionar contra su propio sistema.

El gran principio de los economistas modernos consiste en procurar la producción al lado del consumidor. Este mismo principio aplicado a la colonización es el único que puede dar buenos resultados. Todos los ensayos hechos en esta provincia para colonizar, han fracasado por seguir la rutina antigua de la Metrópoli de establecer pequeñas poblaciones a inmensas distancias en el desierto—¿quien concibe hoy que asi se puebla la tierra? En vez de ser hombres destinados a la reproducción, mas parece que lo fuesen a la muerte. La baratura de la tierra lejos de todo gran centro de consumo, es en este caso como el ojo fascinador del basilisco que atrae para matar.
¿Pon que se duda y se desdeña de la capacidad del país? Se profesa por ventura la preocupación de razas privilegiada? La Italia y la España no han sido en un tiempo tan poderosas como lo es la Inglaterra? Esta misma es hoy lo que fue en tiempo de los Estuardos? Si las instituciones y la educación es lo que dan carácter y significado al hombre—por que nuestros conciudadanos bajo iguales condiciones no serían tan buenos como los sajones y normandos? Un práctico correntino salvó a la Escuadra aliada en el combate del Riachuelo, en ese argentino hay la tela de que nacen los Nelson y los Brown.
Concluyo mi amigo, que para indicación basta. Espero sin embargo que no se me atribuya la idea de querer establecer un sistema absoluto y prohibitivo. Nuestra tarifa dirán algunos es ya demasiado alta; si, pero disparatadamente y con tendencia solo a dar fondos al gobierno, no a proteger el desarrollo de la riqueza y prosperidad del país, que sino es el principal, es uno de los objetos de la creación de los gobiernos. Fomentaremos el contrabando dirán otros; mas del que hoy se hace es imposible—Con almacenes de depósito desparramados por toda la ciudad y admitiendo manifiestos ignorando su contenido, ha de haber siempre contrabando aun que la tarifa sea insignificante. No es el hijo del país que tiene que conservar la reputación de su familia el que contrabandea, sino el transeúnte extranjero, y hasta en esto se perjudica el comerciante del país, que, pagando derechos no puede competir en la realización de sus efectos con el que los ha burlado.
Yo cuento con la eficacia de leyes protectoras; pero mas, con la inteligencia y patriotismo bien experimentado de nuestros conciudadanos. Argentinos fueron los que nos legaron patria y libertad, argentinos han de ser los que han de levantar su pais a la altura de la civilización del siglo.
Su affmo. y siempre amigo. 
Emilio de Alvear.
En Villa Olvido a 22 de Febrero de 1870.

Carta II

En Villa Olvido a 11 de Marzo de 1870.
Querido amigo: me ha sucedido lo que era natural y no supe prever, y es, que, en materia tan importante y trascendental para el país, no bastaría con mi primera carta y a pesar de mis hábitos perezosos, me veo obligado a continuar. Si me falta confianza en mi suficiencia para profundizar el asunto, sóbrame patriotismo para ensayarlo y no me arredra ya el trabajo. 
Después de escrita mi anterior ha caído en mis manos las cartas de Mr. Carey[3] al Presidente de los Estados Unidos y en cada página que recorro me sorprende la exactitud de sus apreciaciones, y mas que todo, la similitud y fácil aplicación a nuestras circunstancias.
El libre comercio, dice ese eminente economista americano donde se precisa y debe aplicarse en toca su latitud, es para el comercio de los Estados Unidos entre si. «Es el poder del comercio interno el que solo alimenta y da poder al comercio exterior.»
En efecto, la variedad de productos, la diversidad del trabajo centuplica la producción y el consumo. La ausencia de esta variedad limita la producción y el consumo, y limita necesariamente el comercio. No habiendo que cambiar, no hay comercio propiamente dicho.
No habiendo comercio interior, tiene que buscarse con los mercados lejanos y eso implica un aumento considerable de gastos de transportes, comisiones, derechos etc: este recargo hace estériles las ganancias. Asi sucede que mientras la arroba de lana que vendemos va recargada con un fuerte gasto de transporte por tierra, de otro por agua, corretaje, barraca, comisiones; esa misma arroba condensada en su peso y volumen por la fabricación, no viene a tener sino un recargo de gastos casi nominal: la vendemos por arrobas para comprarla por onzas. De este modo nuestro trabajo y nuestra riqueza se convierten en verdadera ilusión,—puede decirse con propiedad que trabajamos para que otros ganen. Esto mismo es aplicable a la agricultura y a cualquiera otra industria ó productos.
Dije en mi anterior que no teníamos hierro, ni oro, ni plata, ni carbón, no porque carezcamos de minas que lo produzcan, sino porque no pensando sino envíos mercados lejanos de la exportación, todos los gastos consiguientes a esos objetos anulan su valor y convierten en. cero esos minerales preciosos para todos los países del mundo.—¿Se quiere una aberración mas grande? Mientras pagamos esos metales al extranjero con el sudor de nuestras frentes y los desvelos de nuestra inteligencia, los dejamos indolentes en las entrañas de nuestra tierra.
Cuando los Norte Americanos asombraban al mundo con los tesoros metálicos que extraían de California, el general Santana que había gobernado veinte años a Méjico se burlaba diciendo que él conocía todo eso desde mucho tiempo atrás y mostraba enormes trozos de oro. ¿Imitaremos nosotros tan ignorante cinismo? San Juan, San Luis, Mendoza, la Rioja y Catamarca que poseen esos tesoros, son las provincias mas pobres de la República, y quien dice pobreza dice atraso moral y material, dice desorden social, ignorancia política, guerra, ruina y desolación. Mal puede amar el orden y la paz, quien no goza de las ventajas, quien sufre y tiene necesidades. 
¿Y como se remedian esos males? Esperando a que vengan millones de inmigrantes y a que nos hagan ferrocarriles dando por ellos la mitad de nuestro territorio para que todavía esa riqueza de nuestro suelo se vaya al exterior? Ciertamente no; esos millones de habitantes, esos ferrocarriles los queremos y los tendremos por y para nuestra riqueza, el día que tengamos comercio interno, porque cuanto más poderoso sea este, mayor será nuestro comercio con el exterior y mayor nuestra riqueza. Nuestro mal, pues, consiste en el error de tender nuestra vista a lejanas tierras y no querer detenerla en la nuestra. que es por donde debíamos empezar.
Protejamos los productos de todas las provincias, protejamos el cambio entre ellas, desarrollemos el comercio interior, disminuyamos los gastos de transportes, protegiendo la condensación de su volumen por la fabricación; esa disminución en los gastos será un aumento en el valor del producto y esto traerá la abundancia, que consiste en la mayor producción y el mayor consumo; con la variedad en el trabajo, mayor riqueza y con todos estos elementos juntos, los demás adelantos. Este es el verdadero camino, el mas seguro y el único provechoso.
Protejamos la ganadería y los granos de Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba y Entre Ríos; el oro, la plata, el hierro, el cobre, el carbón de San Juan, San Luis, la Rioja y Catamarca; los espíritus y vinos de Cuyo y la Rioja, los ingenios de azúcar, los aguardientes, suelas y las maderas de Tucumán; protejamos el cambio de esa variedad de productos entre si, dentro de la República, que son sus mas próximos mercados, y entonces toda esa riqueza será por y para el país, que con mayores elementos aumentará su expansión y su comercio exterior.
Carey dice: “Cuanto mayor es el comercio interior, mayor es siempre la fuerza de mantener el comercio con los pueblos lejanos y mayor la tendencia hacia el crecimiento de la riqueza y del poder. En prueba de esto no necesitamos sino mirará la Francia, ese país de Europa cuya política ha consistido mas particularmente en la diversidad de los trabajos y la extensión del comercio interno. Si se quiere mayor evidencia, véase la Bélgica, la Suecia, Dinamarca y el Norte de la Alemania; en todos esos países se encontrará la rápida extensión de sus relaciones con el mundo como consecuencia necesaria del poder creciente de su comercio doméstico.”
“La misma historia comercial de Inglaterra, gran apóstol hoy de la libertad comercial que no necesitamos, confirma plenamente nuestra opinión, un siglo atrás, se ocupaba activamente en robar a su suelo de toda materia prima para expoliarla a bajos precios a las manufactureras comunidades del Bajo Rin. Cuanto mas se empobrecía la tierra, menos producía y menor era su valor; y de eso surgió la jactancia común en las ciudades alemanas de que, ellos compraban a los ingleses las pieles de oso fox for a groat y después les revendían la cola for a shilling ……   Por ridículo que parezca esto ahora, es sin embargo justamente lo que nosotros estamos haciendo vendiéndoles la harina por toneles para volverla a comprar por libras en forma de paños y hierro; vendiendo el algodón por balas recomparándolo por “penny weight” y agotando el suelo con tanto esfuerzo para obtener el poco paño y fierro que necesitamos para nuestro consumo. Pero por entonces ya se preparaba un cambio en el sistema ingles. Una eficaz protección desarrollaron las manufacturas de paño y de hierro y ofrecieron pronto al agricultor mercados internos, creando asi ese comercio interior que es el único sólido fundamente para agrandar el comercio exterior. Las materias primas subían de precio al mismo tiempo que las máquinas y los paños abarataban; presentando asi la mas concluyente evidencia de que, el país que quiere avanzar en riqueza y poder, debe seguir una política tendente a disminuir al agricultor los gastos de transporte y aproximar los precios de las materias primas, con el de las comodidades manufacturadas que precise.” (Pág. 65y 66 obra citada.)
Siguiendo el mismo espíritu proteccionista con menos concesiones de las que hacemos a las compañías de ferrocarriles, podemos conseguir todo eso. Empecemos por descentralizar nuestros recursos locales sin lo cual no hay espíritu de asociación posible. El Banco de Buenos Aires debe reformar sus estatutos, y asi como tiene una oficina de papel metálico aquí y sucursales en muchos puntos de su campaña ¿por qué no los tendría también en el Rosario, en Córdoba y otras provincias? Asi duplicaría sus ganancias, y ese aumento de riqueza refluiría en esta provincia que es el emporio comercial. Con este ejemplo el espíritu de empresa y asociación, se extendería también sobre los demás puntos de la República. Esta descentralización del crédito, traería la asociación, la riqueza,, las industrias, las ideas; robustecería la unión y con ella la paz y la fuerza nacional.
Buenos Aires que es la ciudad imperial (estilo americano) seria siempre la intermediaria de ese comercio interno con el exterior, representado con los variados productos de catorce provincias, en vez de reducirse al pastoreo solamente. Que fuente de riqueza no obtendríamos por este medio Cuántas producciones, establecimientos, industrias y ocupaciones para los hijos del país y los extranjeros !
El gobierno Nacional debe pedir a las Cámaras autorización y fondos para la explotación de las minas de carbón que tenemos y organizar en seguida una compañía garantiendo el 7 ó 8 % de interés sobre el capital social, como se hace con las vías férreas y otras concesiones mas. El carbón es el primer elemento, y para su explotación no hemos de encontrar ninguna cooperación externa: ese articulo dicen, no interesa sino a los hijos del país. Lo mismo debe hacerse con el cobre, el hierro, la plata y el oro. No encuentran brazos las compañías de ferrocarriles? lo mismo se encontrarían protegidas aquellas. Debe promover y proteger largamente por medio de subvenciones a empresas de trasportes, que se organizarían fácilmente en las provincias. Debe establecer una casa de acuñar moneda cerca de los distritos mineros, y ofrecer primas a toda fundición de los metales, cuyo transporte serian entonces disminuidos por el aumento de valor. En una palabra, debemos reaccionar completamente del camino que llevamos, concentrando nuestras fuerzas al interior en Tez de perder tiempo no queriendo ver sino al comercio estertor.
Toda nuestra actividad la dirigimos ahora en atraer y consumir, sin calcular que para ello es preciso empezar por producir.
La protección es de derecho natural. Protege el padre y la madre haciendo los mayores sacrificios para dar a sus hijos la mejor educación posible y tratar por todos los medios a su alcance de colocarlos en la posición de las personas mas aventajadas en conocimientos, artes, industrias y ciencias— ¿por que no haría lo mismo el estado que es el jefe de la familia, que se llama nación ? Como puede llamarse libertad al abandono que hiciera el jefe de una familia dejando a sus hijos entregados a ellos mismos, sin haberles procurado de antemano los medios necesarios para poder luchar con las necesidades, y poder competir con los demás hombres que lo rodean ? El derecho al trabajo es libre, por que todos lo precisan; pero los medios para trabajar con ventaja, es decir, la educación, constituye el primer deber del padre de familia para los suyos.
¿Por qué procuran todas las sociedades cultas generalizar las escuelas y academias, sino para levantar el hombre a la altura de los conocimientos humanos en su provecho y ventaja. La educación literaria multiplica los conocimientos y ensancha la esfera del trabajo intelectual, cuyas ventajas están en la proporción del capital de conocimientos adquiridos—por que no ha de aplicarse este mismo principio a la agricultura, a las artes y las industrias? Si esos establecimientos que se llaman Universidades, Liceos, Academias, bibliotecas, hacen honor a la cultura de un país, y le proporciona, grande capital de conocimientos—porque las fábricas, escuelas agrícolas, no han de ser dignas de la misma protección ? El trabajo manual y mecánico no es por su naturaleza mas indispensable a la vida del hombre que el trabajo intelectual ? Todo trabajo industrial va acompañado de un cierto trabajo de inteligencia. Un agricultor, un manufacturero, un mecánico, es un hombre educado. Coarta la libertad de la educación el Estado, que cría y sostiene Universidades, academias, bibliotecas y museos? Ciertamente no. Véase, pues, como la protección en vez de ser un obstáculo a la libertad, por el contrario es la fuente creadora de los elementos de lucha y de independencia de los hombres entre si, corno loes del mismo modo de la independencia de las naciones. ¿Qué derecho tiene la Gran Bretaña, ni la Francia, ni la Alemania, para ser superior a otros pueblos que aspiren a sus adelantos y que cuentan con las materias primas que le son precisas ? ¿ Por qué se ha de vestir y calzar el pueblo argentino a 2.600 leguas de distancia pudiendo hacerlo en su propio país ? ¿ Cómo ha de ser libertad el monopolio de ese derecho concedido a una ó varias naciones sobre otras? La libertad positiva y substancial es la que se deriva de la igualdad, no de la abstracción de un derecho. Decir, que el pueblo argentino tiene la libertad de no vestirse y calzarse del extranjero, es lo mismo que decir que tiene la libertad de andar desnudo y descalzo, lo que seria tan absurdo como decir que tiene la libertad de morirse de hambre no comprando sus alimentos. Esas hipótesis extremas no pertenecen a ningún sistema; son insostenibles.
Fomente el Estado un gran establecimiento fabril, haga palpable sus ventajas: esta será su mejor propaganda y el pueblo con conocimiento práctico y en aptitud de deliberar,. tendrá entonces la libertad de vestirse y calzarse fuera ó dentro del país.
Ya se ve que al pedir protección yo no me limito a su forma común que es la alza de las tarifas de Aduana, ese medio es uno, pero no es ele exclusivo. El gobierno ha protegido la construcción de ferrocarriles y el establecimiento del gas; hoy ya se construyen otras vías, y se entabla otra empresa de gas, lo mismo sucederá con otra industria de las que carecemos. La dirección de una empresa para establecer una fábrica de paños corre en vano las oficinas del gobierno nacional y provincial sin obtener de ninguno ni su suscripción como accionista: el Estado no la considera digna de figurar en su presupuesto, ni como gastos de oficina. 
Se encuentra más natural que sigamos vendiendo la lana a centavos para recompararla después al extranjero a peso de oro. Esto me recuerda lo que me contaba un amigo que ha estado en el Paraguay; los indios de aquel país, me decía, vienen a la botica de la Asunción con sus cargas de una madera que llaman “palo santo” y la venden por casi nada y al mismo tiempo invierten su precio en papelitos de “Guayaco” que es un polvo de la raspadura del mismo palo. Asi hacemos nosotros vendemos las cargas de lana por ínfimo precio y la compramos tejida a precios elevados.
Si la libertad del comercio como la llaman los monopolistas es un principio tan natural como benéfico— ¿por qué le ponen restricciones? Por qué la misma Inglaterra que es su apóstol, protege todavía ciertos artículos como lo son la plata fabricada por ellos y aun sus producciones literarias, que mas que ninguna otra son propiedad del genio y no producción de localidades ? La Francia misma en su ensayo reciente se ha limitado a los artículos designados en el tratado con la Inglaterra.
La verdad es, que la tal libertad es una verdadera protección acordada a sus fábricas, por que se traduce en nuevos mercados para su mayor consumo. La Inglaterra impone al mundo libre sus telas y paños como le impone a la India el opio, en protección de sus intereses, no como libertad comercial. 
La libertad dejaría de ser un bien absoluto, desde que ella pudiese dañar, y en su aplicación al comercio esa libertad sin la igualdad es falaz, por que tiende a desarmar y entregar indefensos a unos pueblos a la disposición y rapacidad de otros.
En el siglo del movimiento, de la mecánica y de la química los países no deben limitar sus industrias sino multiplicarlas. Hoy se puede y se debe aspirar a todo ala vez, la agricultura, las fábricas, las ciencias y artes, todo viaja a favor. Las chispas que arrojan las locomotoras, prenden por do quiera hornallas, fraguas, laboratorios y hasta la palabra corre por las profundidades del mar, en esas cadenas gigantescas que se llaman telégrafos submarinos. Para no producir sino cueros y lanas no se precisa volar en las alas del siglo XIX; para tan bruta materia basta el bruto buey.
Chile insiste en querer aniquilar nuestra naciente agricultura, en ventaja de la suya, está en su derecho; pero nosotros hacemos mejor en defenderla. Cuando vea que no precisamos de sus graneros no tendrá inconveniente en hacer tratados con nosotros porque habrá perdido su esperanza.
Nosotros estamos en un error creyendo que todo depende exclusivamente de la población. Los estados publicados por Carey demuestran que mientras la población continuaba aumentando prodigiosamente en los Estados-Unidos , su industria y riqueza decayó según se relajaba el sistema protector. “De 1810 a 1815, dice, molinos y hornallas se levantaban por todas partes; pero con la paz sus propietarios grandes y pequeños capitalistas, y trabajadores, la mas útil porción de la comunidad, se arruinaron y el pueblo destituido tuvo que emigrar al Oeste en busca del sustento que le faltaba. Las tierras se ofrecían entonces en grandes lotes y el agricultor sufrió a su turno como el manufacturero. De 1828 a 1834 esos establecimientos volvieron a levantarse y los tesoros metálicos de la tierra se desarrollaron; pero, como antes el sistema proteccionista fue otra vez abandonado con ruina para las manufacturas, acompañada con enormes ventas de tierras públicas y seguida de la ruina del agricultor. De 1842 a 1847 molinos y hornallas volvieron otra vez a construirse; y entonces de 1848 a 1850 volvieron a cerrarse; los resultados se vieron palpablemente de 1850 a 52 en la baja de la harina a un precio como nunca se había conocido. La perfecta armonía de todos los verdaderos intereses, y la absoluta necesidad de protección para el agricultor, en sus esfuerzos por atraer el artesano a su inmediación y aliviarse de este modo de las pesadas cargas de la distancia a que están aquí demostradas a la luz de lamas clara evidencia. Nadie que estudie la regular serie de estos hechos pueden fluctuar en dar fe a esa parte de la doctrina de “The Wealth of Nations” (La riqueza de las naciones), que enseña que el sistema inglés basado como está sobre la idea de la baratura de toda materia rústica para manufacturarse, es una manifiesta violación de los mas sagrados derechos de la humanidad.” [Carey carta XI Pág.6I.]
La idea de comprar barato las comodidades[4] que nos vienen del extranjero es otra de las muchas ilusiones de nuestro candor. En vano se recorrerán las ciudades europeas, que en ninguna de ellas encontraríamos los artículos que consumimos, al bajo precio que aquí se encuentran a pesar de las 2,000 leguas que nos separa de sus manufacturas y del recargo de gastos que eso implica—¿será que tenemos el privilegio de arruinarlas? Nada de eso, es que nuestra indolencia ha creado a la civilización europea nuevas industrias y fábricas especiales para nuestro mercado. Las comodidades que nos traen revisten la forma de las que consume los otros países; pero son de una calidad y condición que no aceptaría ningún otro mercado.
En vez de vestirnos dos veces al año tenemos que hacerlo cuatro veces,—en vez de amueblar nuestras casas una vez en la vida del hombre como sucede en todas partes, tenemos que renovarlos cada cinco ó seis años, en vez de dos sombreros, compramos ocho, y asi con lo demás: la mala calidad y peor trabajo de esos efectos explica lo barato del precio en que se venden y demuestra lo caro que en realidad nos cuestan —y sino como es que cuando encargamos especialmente esos artículos a Europa nos cuestan mucho mas caros? Porque esos efectos son realmente los que consume la civilización que sabe calcular lo que paga con lo que recibe, mientras que, lo que nos trae el comercio es calculado para producir esa ilusión de comprar barato lo que en realidad no tiene valor, por que es malo y sin consistencia. Yo dije en mi carta anterior que nuestros trajes no se fabricaban con nuestras lanas sino con los harapos europeos, esto lo saben bien todos los introductores, de otro modo valdrían mas, pero gastaríamos menos por su duración y calidad.
Todas nuestras materias primas, todos nuestros metales preciosos, todo en fin lo que tiene un valor efectivo sale del país para no volver mas sino trocado en imitaciones, falsificación y chucherias. Donde está el oro, plata y piedras preciosas de nuestros abuelos? Donde el producto de ese trabajo corto pero constante de tres siglos desde la conquista hasta la emancipación? ¿Ha cambiado de familia solamente? No, se ha ido lejos y ha vuelto en plomo, lata y piedras falsas. En Buenos Aires y demás provincias un objeto de plata es una curiosidad si es antiguo, y si es moderno es comprado del extranjero y sin embargo en esas chucherias de mal gusto invertimos mas dinero que nuestros padres cuando tenían su vajilla de pura plata.
Si la tesis de comprar mas barato todo lo que se fabrica lejos y en el extranjero fuera cierta, no habria fábricas ni manufacturas en el mundo porque ellas solo serian la excepción de esa feliz teoría.
“Cada mina, cada hornalla y cada molino ayuda a la creación de nuevos caminos y al mejoramiento de los viejos, facilitando la explotación de nuevas minas, se aumenta las ventajas de las fuerzas productivas de la naturaleza y el desarrollo de la inteligencia y asi aumenta el valor del hombre al mismo tiempo que se disminuye el valor de las comodidades que requiere para su uso.”
“La política actual tiende a subordinar el agricultor y el estanciero al mercader, y a edificar grandes ciudades para ser sostenidas a costa de los que producen trigo y algodones y necesitan consumir ropa y hierro, remarquemos solamente el hecho de que el gobierno de la provincia de New York solamente gasta al año 8 millones—¿quién paga esos millones? el mercader, el especulador, el propietario? Ninguno de esos; todos ellos ejercen el poder de tasar al infortunado productor que se ve obligado a depender de lejanos mercados y a aceptar una yarda de paño por las arrobas de algodón y granos que remite. El que va al mercado tiene necesariamente que pagar el costo de ir a él.”
“La fuerza de toda comunidad crece en proporción de la aproximación del precio de las materias primas con las fabricadas, en Francia, Alemania, Suecia y Rusia y todos los países que han adoptado la política proteccionista, progresan diariamente con el equilibrio de sus tareas, mientras que en Portugal, Turquía, India y Méjico son cada día mas desproporcionados y por eso declinan en riqueza y poder; el hombre es menos libre y necesita pagar mas alto interés cuando precisa dinero.”
Si los economistas Norte Americanos encuentran verdaderos y sanos estos principios y de una apremiante aplicación para su país, calcule usted si lo será para nosotros. ¿Si ellos con treinta millones de habitantes, con canales, ríos y lagos navegados, ferrocarriles, puertos, marina mercante y de guerra, y su genio activo, fecundo y enérgico, necesitan y claman por protección para su industria, trabajo y comercio interior, cuanto no precisaremos nosotros tan absolutamente destituidos de sus ventajas y condiciones?
La mayoría de nuestras provincias son agrícolas y tuvieron telares que llenaban las necesidades de su pueblo bajo, a que grado de abundancia, y perfección no habrían alcanzado hasta la fecha debidamente protegidas.
“La evidencia de una creciente civilización debe buscarse en dos direcciones, primero en el alza de precios de los productos rústicos de la tierra, y segundo en la baja de los precios de todas aquellas cosas manufacturadas que exigen la comodidades indispensables a la humanidad.” El sistema que seguimos tiende al efecto contrario:. Nuestras materias primas bajan de precio y los artefactos indispensables al consumo suben de valor. Vendemos barato para comprar caro. A este paso se concibe que marchamos a una ruina segura. Concluyo esta exclamando como Carey: “Si es posible que los deberes de los gobiernos civilizados se han de limitar únicamente a la protección ellos mismos y ala compensación de sus miembros y servidores dejando completamente fuera de toda protección. a los pueblos en cuyo interés han sido criados? Disminuyen. sus gatos en la proporción que baja el valor. de las tierras y de sus frutos?” ¿El estanciero que vendía sus lanas a 80 pesos y solo obtiene ahora 40, paga menos impuestos hoy que entonces?
El cambio de productos de las provincias entre si, resolvería en gran parte el problema de la aproximación de los mercados y disminuiría los gastos del transporte. Para conseguirlo, solo hay dos medios, o cruzar toda la república por ferrocarriles, lo que está muy remoto y no bastaría, ó proteger eficazmente sus productos buscando por ese medio la aproximación del consumidor y que su aumento de valor compense su transporte. Cual de estos dos está a nuestro alcance? El primero es por ahora imposible, para el segundo basta que nos persuadamos de su utilidad y que queramos ensayarlo.
¿Como es que en la crisis que hemos atravesado, el ganado vacuno se ha mantenido mejor que el lanar? Porque para el primero tenemos consumo inmediato y para el otro no, solo asimilando por la matanza y elaboración el lanar con el vacuno, hemos podido salvarnos de una ruina total.
Vote el Congreso un millón de pesos anualmente para fomentar la agricultura, las fábricas y el comercio interior del país, facilitando el transporte con la seguridad y mejora de los caminos. Asi tendrían la variedad de nuestros productos mercados próximos y el productor al lado del consumidor.
Dedicados exclusivamente a la exportación de materias primas no hacemos sino empobrecer la tierra por mezquinas ó ilusorias ganancias, desde que tenemos que volverlas a comprar bajo otras formas a precios infinitamente mas altos.
El propietario que arrendaba su campo en 60,000 $ la legua, que le costaba un millón, y la ve hoy desocupada, sin precio—¿paga menos impuestos que antes?—Todo lo contrario. Los gastos anuales de la administración se aumentan sin relación a la decadencia de la riqueza pública, de este modo los gobiernos pesan cada día mas sobre el pueblo, que los paga con sus contribuciones sin consideración de su decadencia ó prosperidad—¿puede creerse que tan enormes sacrificios se hagan sin compensación alguna?
Su affmo.
Emilio de Alvear

Carta III
Villa Olvido 10 de abril de 1870.

Mi amigo: Voy a tratar de concentrar en esta, mis mas importantes referencias tratando por este medio indirecto de contestar á la oposición que se ha hecho a mis cartas anteriores. Usted comprende que no puede entrar en mi ánimo la tarea interminable de entablar una polémica sobre materia tan extensa y discutida. Esto nos llevaría a escribir volúmenes que serian la reproducción de obras publicadas.
Basta a mi propósito, por ahora, la exposición que he hecho de los principios generales y de los sostenedores, cuya inteligencia, talentos y práctica merecen más confianza; mis adversarios harán las suyas y el buen criterio público y las necesidades del país la elección. Una de las cosas que hacen mas penosa esta es que habiendo sido tan discutida por talentos diversos, ya impremeditado ó expresamente tropieza uno con ideas ajenas.
Las estadísticas y las demostraciones son ahora los argumentos de preferencia; y sin embargo, esto mismo puede ser sujeto a tantas circunstancias accidentales y extrañas que para ser concluyentes precisan representar un lapso de tiempo bastante prolongado. Esta es la superioridad incontestable del sistema proteccionista que cuenta con los ejemplos de la experiencia antiquísima de todas las naciones que han florecido y florecen en las artes y manufacturas. En los Estados Unidos ella ha tomado el carácter de política nacional a despecho de periodos intermitentes, cuya estadística ciertamente no es seductora como lo he demostrado con los estrados del publicista americano (H. Carey). Ahora paso a sostenerlas con el peso de hombres públicos que habiendo ejercido los cargos mas eminentes en su país, han tenido la oportunidad de estudiar prácticamente las verdaderas necesidades é intereses de los pueblos que han gobernado—Yo cité en mi primera a Clay, Webster, Calhoun y Rives[5], no porque todos ellos estuviesen perfectamente de acuerdo en los medios, pero si en el principio que se llama política americana. Los dos últimos, hijos del Sur, fueron dejándose mas y mas del sistema general por motivos é intereses, cuyo secreto nos ha revelado al fin la gran conspiración de esos estados contra la Unión Nacional. Antes de seguir adelante debo hacer una declaración.
Yo soy entusiasta admirador de los Estados Unidos; pero no tanto que no haga distinción entre las variadas épocas de su historia. Asi desde su independencia hasta la presidencia del General Jackson, mi admiración sube y raya en la pasión. Ese gran cuadro exhibido a la contemplación del mundo, de la mágica transición de una pequeña colonia convertida en pocos años en una rica, fuerte, libre y virtuosa nación: Esa sencillez y candorosa modestia de los fundadores del gran imperio de la democracia moderna por medio de la convicción y libre voluntad del pueblo, contrastando en el vano y petulante orgullo de los déspotas del viejo mundo: Esos hombres tan serenos después de terminar la tarea mas trascendental para la humanidad que hombre ni pueblo alguno ha cumplido jamás: esos filósofos sin jactancia; esos propagandistas mudos pero irresistibles—Esa asociación admirable de la vida pública con la privada, como si la una no fuese sino un incidente de la otra: Ese pacifico amalgama de la libertad con el orden; del interés individual con el social y de la soberanía colectiva con la particular: Esa república, en fin, sin tacha y vaporosamente envuelta en un espíritu religioso, parco, austero y tolerante. Convenga, mi amigo, que tal espectáculo era bastante para fascinar la vista no solo de los que la contemplaron de cerca pero aun de los mas remotos.
Pero llega la época de la administración de Jackson y asoman los síntomas de la descomposición moral. La armonía se turba. Ese presidente no se contenta ya con ser como sus antecesores un simple padre de la gran familia. El se ahoga en la que era ancha esfera para Washington, Adams, Jefferson, Monroe etc. etc. é invade a los otros poderes del estado. El pueblo a su turno se contamina é invade a sus vecinos. El atentado cometido en nuestras Islas Malvinas preludia ya los que deben sufrir mas tarde Méjico y Cuba. Jackson explota su popularidad para usurpar sus atribuciones al Congreso y los Estados en particular explotan el buen crédito de la Nación para contraer deudas fuera del país que repudian mas tarde. La moral se relaja y los intereses individuales desbordan. Con los bancos y las emisiones de papel moneda vienen las bancarrotas: luego la revolución del Sur y la guerra fratricida más tremenda y sanguinaria que registra la historia. El asesinato de Lincoln pone su negro sello a ese periodo funesto. La república norte americana, pierde su originalidad y marcha ya sobre la resbaladiza pendiente de Cartago y Roma.
Es por esto que usted observará que mis citas y modelos los escojo de preferencia entre esos hombres, llamados hoy antiguos y retrógrados. En los Estados Unidos hay también pretendidos liberales que no son otra cosa que demagogos de la peor especie.
Nada de verdaderamente grande a los ojos de la moral y de la filosofía han producido estas generaciones subsiguientes, cuya idea primitiva se encuentra en sus antepasados. A fuerza de una actividad febril y mecánica pretenden ocultar la estéril paralisis de su genio. Viven de la reflexión de una luz extinguida, como la claridad del día se prolonga en el ocaso, aun después de puesto el sol . 
Y ahora, que conoce usted a mis doctores, ellos explicarán las materias de la ciencia. Henry Clay, la figura mas noble, mas patriótica, mas independiente: la inteligencia mas clara y bien nutrida, ayudada de una elocuencia persuasiva, enérgica y simple, que fue Senador por Kentucky casi a perpetuidad. Presidente de la Cámara de Diputados, Secretario de Estado y candidato ala presidencia por ocasiones varias, decía en el Senado de 1834: “Hace ocho años que tuve el ingrato deber de presentar a la otra Cámara del Congreso una pintura sin exageración del estado angustioso que prevalecía en toda la extensión del país. Podemos aun recordar algunas de sus temibles calamidades. Todos sabemos que el pueblo entonces se hallaba oprimido con el peso de una enorme deuda; que el valor de las propiedades estaba despreciado al mas bajo precio; que ruinosas ventas y sacrificios de bienes raíces se hacían por todas partes, que el extremo recurso del papel moneda se adoptó para salvar el país de una apremiante destrucción. En una palabra, si hubiera de escoger el término de siete años después de establecida la constitución actual, donde se escribiese la mas extensa desolación y desaliento, seria precisamente ese término de siete años que precedió al establecimiento de la tarifa de 1824.  Tengo ahora que desempeñar una tarea mas agradable haciendo aunque ligeramente una reseña de la prosperidad sin igual que ofrece hoy la república. Examinándola en globo veremos extendido el cultivo, las artes florecientes, la faz del país en progreso y el pueblo completo y provechosamente ocupado, existiendo tranquilidad, contento, dicha. Y si descendemos a los detalles tenemos la agradable contemplación de un pueblo libre de deudas, las tierras subiendo gradual pero sólidamente de valor: un mercado pronto y bien provisto sin extravagancia para todo el con solo producto de nuestra industria; innumerables rebaños pastando y saltando en diez mil colinas y valles cubiertos con verde y rico pasto; nuestras ciudades extendiéndose y las aldeas brotando como por encanto; nuestra importación y exportación creciendo: nuestro tonelaje adentro y fuera de las costas aumentando y lleno de ocupación, nuestros ríos interiores animados con el ruido y las luces de innumerables vapores; el cambio sólido y abundante; la deuda pública de dos guerras redimida; y para coronar todo eso, el tesoro público rebozando y preocupando al Congreso, no, sobre los objetos que gravar sino sobre la elección de aquellos que deba librar de impuestos. Si hubiéramos de elegir siete años de la mayor prosperidad para este país después la constitución actual, serian precisamente los siete años que han seguido a la tarifa de 1824.”
Me parece, que con las estadísticas comparadas de Carey, de que hice un extracto en mi carta anterior y esta reseña histórica presentada al Senado de los Estados Unidos por un hombre del carácter y antecedentes de Henry Clay, queda bien neutralizada la cita de Carlos V., el informe de Mr. Wells, cuyo documento no me ha sido posible obtener y no conoce el público sino por la referencia que se hace en la última nota del señor García. Los fundamentos conocidos respecto ala decadencia de los ganados lanares y de las manufacturas americanas, pierden toda su fuerza desde que sabemos que aquí, en el Estado Oriental y en Australia, se ha producido la misma decadencia sin intervención del sistema proteccionista. Y en cuanto a las manufacturas, no podrá ser en los Estados Unidos mas calamitosa su situación que lo que es en Inglaterra actualmente. Jamás ni en tiempo de la escasez del algodón por la guerra del Sur, se han visto reducidas al estado precario y ruinoso que hoy se hallan. Las sociedades filantrópicas se ocupan de proporcionar en distritos enteros, los medios de emigrar para salvarlos de los horrores de la muerte. El Parlamento, la prensa europea, se ocupan seriamente de ello, y sin embargo la Inglaterra es el país del libre comercio y del libre cambio; luego es preciso atribuir a otra causa esa similitud de males desde que el mismo fenómeno se opera bajo dos legislaciones radicalmente distintas.
Después de este paréntesis en contestación al nuevo argumento que me han suscitado los opositores en los diarios, pasó a continuar la exposición de las doctrinas que mas simpatizan con mis ideas.
“El libre cambio,” dice Clay, “es un clamor tan vano, como el de un niño que en los brazos de su nodriza gritare por la luna y por las estrellas que ve brillar en el firmamento. Nunca lo ha habido, nunca lo habrá. Tráfico supone por lo menos dos partes. Para ser libre debiera ser igual y reciproco. Pero, si abrimos completamente nuestros puertos para admitir los productos extranjeros libres de derechos, que puertos extranjeros encontraremos abiertos para el excedente de nuestros productos? Podemos derribar todas las barreras al libre comercio por nuestra parte, pero la obra no seria completa hasta que los otros pueblos no hayan derribado las suyas. Es posible en verdad, que nuestro comercio é industria se habituase a tan desigual é injusto estado de cosas, porque tales la flexibilidad de nuestra naturaleza que se acomoda a todas las circunstancias. El miserable prisionero encerrado en una cárcel después de largo tiempo se conforma con su soledad y saluda regularmente los días pasados en su reclusión.” A los que constantemente citaban las autoridades inglesas en defensa del libre comercio Mr. Clay les arrojó al rostro la cita siguiente sacada de las discusiones del Parlamento: “Es inútil tratar de persuadir a las otras naciones de que adopten los principios de lo que llamamos libre comercio. Ellas saben también como nosotros que lo que pretendemos por libro cambio y libre comercio no es, mas ni menos, sino obtener por medio de esta ventaja de que disfrutamos el monopolio de otros mercados é impedir a una y a todas las naciones el poder ser nunca naciones manufactureras.”
Lord Chatham decía: “no he de consentir que los americanos hagan un clavo”, y Lord Morthon—ni una navaja con que afeitarse. Estas eran las ideas que engendraba el famoso sistema británico.
Dije en mi anterior que solo multiplicándolas industrias se multiplicaba el trabajo y vice versa, y llamo sobre este punto la atención, porque la experiencia de esta verdad la sentimos ya. En efecto, cuales son las artes, los oficios, las profesiones a que podemos dedicarnos ahora con prospecto de asegurar nuestra subsistencia? La campaña pastora ha cesado de ofrecernos ventajas, ella es ya mas bien un objeto de renta para los ricos que un recurso para los pobres. Artes y agricultura no tenemos. El comercio exterior está en poder de extranjeros; en el foro, la medicina y el corretaje, ya tropezamos unos con otros. Cuál es pues el porvenir reservada a nuestros hijos ? El ejército, la marina, la iglesia y la administración, no son carreras entre nosotros, y sin embargo la necesidad es mas poderosa que todo—los gobiernos se ven abrumados de solicitudes por empleos. Es prudente seguir asi, y no tratar de ensanchar el campo de las ocupaciones ?
Pero, se dice, las industrias, artes y manufacturas se crearán por si solas sin necesidad de protección. A esto contestaré con Mr. Clay que el hecho no ha existido nunca, y esta seria bastante respuesta que la uniforme experiencia ha demostrado, que ellas no pueden luchar en tan desigual competencia. Ahora si especulamos con las causas de esta verdad universal, podemos discordar sobre ellas sin que esto altere lo incontestable del hecho. Y seriamos por lo tanto tan insensatos en no servirnos de su guía, como el que rehusado calentarse al Sol por que no pudiese estar de acuerdo con las opiniones de Wodward acerca de la naturaleza de la sustancia de ese planeta al que somos deudores del calor y de la luz? Si intentase particularizar las causas que impiden el progreso de las artes y manufacturas sin protección, yo diría que consisten: 1.° En la fuerza de hábitos inveterados. Ningún individuo ni nación cambia fácilmente el curso de sus ocupaciones establecidas, aun cuando lleguen a no serle productivas. 2.° La incertidumbre, fluctuación y poca firmeza del mercado cuando está expuesto a una ilimitada invasión de los objetos fabricados en el exterior; y 3.° Por la superioridad del trabajo y de los capitales que las otras naciones han adquirido con la protección de las industrias.
A los que niegan el poder de los medios artificiales para aumentar la riqueza de los pueblos diré: La Inglaterra es una prueba evidente de lo contrario. Con el poder artificial de sus máquinas el producto de cada ingles se calcula equivalente al de 200 individuos de otros países, asi, suponiendo que emplee un millón de habitantes en efectivo, estos representan el trabajo de 200 millones de hombres. Será pues que su poder artificial es tan poderoso que el efectivo no vale la pena de tomarse en consideración.
Diré también, que las instituciones políticas, civiles y criminales son otros tantos medios artificiales que promueven los bienes positivos como la libertad, la regularidad, la garantía de las naciones, de la sociedad y de los pueblos.
A los escrupulosos que crean que el sistema proteccionista pugna con la libertad política y las democracias, les diré, que abran los mensajes de Washington, Adams, Jefferson, Madison etc. etc. los refiero también a las opiniones de Franklin, Hamilton, Webster, el primer abogado del foro americano, Secretario de Estado y Senador favorito de Boston, la Atenas americana decía en pública asamblea en Albany. “Estoy por la protección amplia, permanente y fundada en los principios del acta de 1842. Derechos específicos tales que sean adecuados al objeto de i.e. protección.”
A los que puedan dudar de los poderes del Congreso para legislar en este sentido, citaré al mismo Senador quien refiriéndose al primer Congreso instalado después de la Constitución actual y de hacer una elocuente reseña de los nobles y puros caracteres de que se componía con Washington a su centro, decía — “Y ahora caballeros, que hemos vuelto la vista para contemplar esa primera Asamblea de magistrados y legisladores, lo que hay que indagar es: ¿Qué sistema de administración adoptaron, cuales las medidas de las reclamadas por el pueblo les pareció a ellos mas conforme con el objeto de la Constitución? Y hago esta pregunta sin preludios; la hago a todos los Whigs (partido político) a los que no lo sean y se hallen presentes, a todos en fin a los que llegue mi palabra:— la hago a su conciencia, a su amor a la verdad, que me digan si Washington y su Congreso empezaron por negarse toda facultad para estimular el trabajo y las industrias de los Estados Unidos, como prohibido por la Constitución? Negaron que el Congreso tuviese poderes sobre el cambio, que tuviese facultades para adoptar las medidas adecuadas para percibir y emplear sus rentas, y de promover con el tesoro, todos los adelantos que fuesen convenientes a facilitar el comercio, y en resumen, entraron ellos a la administración con las nociones de que después de todo lo que se había hecho para promover la unión resultase que los lazos de la actual constitución fuesen tan flojos como los de la Confederación?”… .Y entra a contar como las primeras solicitudes que fueron presentadas al Congreso el primer día de la instalación, fueron de los distritos manufactureros pidiendo protección, lo que el gobierno aceptó y promovió.
A los que crean todavía que los principios del libre cambio son practicables, les citaré las palabras del genio mas positivo y fecundo de los tiempos modernos: Napoleón l.° en Santa Helena decía a Las Cases: “Estoy en oposición al sistema de los nuevos economistas a pesar de reconocerlo correcto en su teoría, pero es erróneo en su aplicación. La constitución política de los diversos estados hace defectivo el principio; circunstancias locales tienen necesariamente que alterar su uniformidad. Los impuestos que tan severamente condenan los economistas no deben en verdad tener por objeto el tesoro, sino la garantía y protección de la nación y deben corresponder con la naturaleza y objetos de su comercio. La Holanda destituida de todo producto y que solo tiene un comercio de tránsito y comisiones, debe librarse de toda barrera y trabas. Francia por el contrario, debe guardarse constantemente contra la importación de un rival que puede todavía continuar siendo superior a ella y también contra la avaricia y egoísmo de meros agentes de negocios. No he caído en el error de los modernos sistemáticos que se imaginan que toda la sabiduría está reconcentrada en ellos. La experiencia es la verdadera sabiduría de la Naciones. En Francia estamos todavía muy distantes en este delicado punto. Y sin embargo, cuanta exactitud en las ideas no se ha introducido con mi escala gradual de la agricultura que es el alma, la primera base del imperio; la industria que es el confort y felicidad de la población; del comercio extranjero que es la superabundancia, la verdadera aplicación del suplo dé la agricultura y de la industria, objetos tan distintos y que presentan tan grande y positiva graduación. Cuando vine a la cabeza del gobierno los buques americanos a quienes con motivo de la neutralidad se permitía entrar a nuestros puertos, nos traían materias primas y tenían la impudencia de hacerse a la vela sin flete y de ir a tomar su carga en Londres con efectos ingleses. A más, tenían la insolencia de hacer sus pagos cuando tenían alguno que hacer, con giros sobre personas en Londres con gran provecho de las manufacturas y corretaje inglés y perjuicio nuestro. Entonces di una ley para que a ningún buque americano se le permitiese importar efectos por ninguna suma sin exportar inmediatamente su exacto equivalente. Un gran clamor se abrió contra esto. Se dijo que yo arruinaba al comercio. Pero cual fue el resultado? No obstante la clausura de mis puertos y a despecho de los ingleses que dominaban en el mar, los americanos volvieron y se sometieron a mi reglamento. Asi también naturalizó en Francia la manufactura del algodón que incluye 1.º el algodón hilado, lo que no se hacia antes en Francia y de lo cual nos suplían los ingleses como de favor: 2.° el té no lo hacíamos entonces, nos venia de afuera: 3.° la impresión. Esta era la única parte de la manufactura que hacíamos nosotros—Quise naturalizar los dos primeros ramos y propuse al Consejo que su importación fuese prohibida. Esto excitó una grande alarma. Llamé a Oberkamp [Ouvrard?] y conversé con él largo tiempo. Aprendí de él que esa medida produciría indudablemente un gran choque; pero que después de un año ó dos de perseverancia sería un triunfo cuando obtuviésemos sus inmensas ventajas. Entonces di el decreto a despecho de todo; este fue un verdadero golpe de hombre de estado. Primeramente me limité a prohibir el web—después me extendí hasta el algodón hilado, con gran ventaja de nuestra población y sentimiento de los ingleses; lo que prueba, que en el gobierno civil como en la guerra la decisión de carácter son a menudo indispensables.”
A los que se sorprenden de que en este siglo haya quien hable de balanza comercial, diré con Clay y Colton, que cualquiera que sean las opiniones al respecto, no se puede negar que haya comercio favorable y adverso, y que negar la balanza que de eso resulta es lo mismo que negar que dos y tres son cinco. Una nación que habitualmente compra más de lo que vende está tan ciertamente en pérdida como una persona cualquiera que hiciera lo mismo, se verá en dificultades y tarde ó temprano se hará insolvente. La balanza del comercio entre cualquiera nación y las otras, es prácticamente la misma cosa que los libros de un banco cuando todos los ítems están consignados con propiedad.
A los que pretenden la completa emancipación de los gobiernos y dejan todo a la iniciativa individual, les diré: Para que quieren y sustentan gobiernos entonces? Tan exagerada es esa doctrina como la contraria de esperarlo todo de la iniciativa del poder. Pero, el cuerpo legislativo no es parte integrante del gobierno—no representa al pueblo? Y en sus funciones, no están combinada esa iniciativa individual que ejerce cada diputado en particular con la colectiva que resulta de la mayoría? la voluntad popular con los recursos oficiales? Es que la acción del Poder Ejecutivo ha sido tan poderosa entre nosotros y la legislativa tan pálida, que al hablar de gobierno comprendemos solo al primero. Pero esta anomalía tiene que desaparecer y en la reforma que se haga a la Constitución de la Provincia, es de esperar que se acuerde a los representantes del pueblo la importancia y supremacía que deben tener los representantes legítimos de su Soberanía.
A los que nieguen la necesidad de artes y manufacturas y se consideren satisfechos con los productos brutos de la tierra, les diré con la misma autoridad, que una nación que no produce sino materias primas no puede reclamar igualdad con las naciones que por la ciencia y las artes aumentan tanto el valor de esas materias y las devuelven como un impuesto a aquellos que consienten en hacerles tal servicio.
A los que desean inmigración útil, les diré que el verdadero y seguro medio de obtenerla es proporcionarles aquí el trabajo que les pagamos fuera del país: supongamos que para proveer a nuestros dos millones de habitantes de todo lo que precisamos actualmente, desde el calzado hasta la harina, no se empleen en el exterior sino doscientas mil almas. No seria mejor tenerlas aquí ocupadas en lo mismo aumentando nuestra población y consumo—y se puede dudar que ellas siguiesen al trabajo que los mantiene?
Basta, mi amigo Quesada: que el trabajo se hace pesado y el asunto es poco ameno y yo mismo me sorprendo de la paciencia que he tenido para extenderme tanto, sabiendo de antemano que muy pocos leerán mi trabajo: 1.º por que cada uno tiene algo más importante que hacer: 2.° por que vivimos en completa ilusión de felicidad y engrandecimiento, y principalmente por que mi nombre no es bastante caracterizado para llamar la atención. Me consuela sin embargo el encontrarme en tan buena compañía, y usted, concibe que opinar con hombres como Napoleón, Colbert y Thiers en Francia, y con republicanos como Washington, Adams, Jefferson, Madison, Franklin, Hamilton, Clay, Webster y Carey—no debe ser del todo malo.
Emilio de Alvear 

 [1] Nota: John Halstead Coe, marino norteamericano que combatió en la Expedición Libertadora del Perú, en la Guerra del Brasil y en las Guerras civiles argentinas.
[2] Después de recibida la carta del doctor Alvear leemos en los diarios del 22 del corriente, que en las cámaras francesas se ocupan de la cuestion comercial con Inglaterra, habiendo pronunciado un brillante discurso el eminente estadista Mr. Thiers en favor del sistema proteccionista. Llamamos la atencion sobre las ideas contenidas en ese artículo, del cual nos ocuparemos en el próximo numero.
[3] Nota: Henry Charles Carey (Filadelfia, 15 de diciembre de 1793 - 13 de octubre de 1879) fue un economista  estadounidense, uno de los principales representantes de la escuela americana de economía política, en el siglo XIX. Fue el principal asesor económico del presidente Abraham Lincoln. In March 1865, Carey published a series of letters to the Speaker of the House of Representatives, Rep. Schuyler Colfax, entitled “The Way to Outdo England Without Fighting Her”. In these letters, Carey advocated the continuance of Abraham Lincoln’s Greenbacks policy of debt-free, government-issued money as a way of freeing America’s economy from British capitalists, who sought to control America’s wealth.
[4] Nota: Commodities.
[5] El senador William C. Rives de Virginia.

*Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias Sociales