Folke Bernadotte, el aristócrata pacifista

Por Roberto Bardini 
Grita “devastación” y suelta los perros de la guerra. 
WILLIAM SHAKESPEARE, Macbeth (1606)
El 17 de septiembre de 1948 el conde Folke Bernardotte, comisionado de la Organización de Naciones Unidas en Palestina, fue asesinado a tiros por terroristas judíos en Jerusalén. Su ayudante, el coronel André Serot, de la fuerza aérea francesa, también murió en el atentado. Los atacantes pertenecían al grupo Irgun, famoso por sus crímenes punitivos y ataques con explosivos contra los árabes. Después de 1948, cuando Israel rescribió la historia de aquellos turbulentos años, este grupo fue presentado como un “movimiento de liberación nacional”.
Bernardotte, un diplomático sueco, había sido designado por la ONU como mediador en el conflicto entre palestinos y judíos. Un día antes de su muerte había entregado un informe a la organización mundial en el que describía la destrucción de aldeas encabezada por los sionistas y la situación de 750 mil palestinos nativos, desplazados de sus tierras y convertidos en refugiados.

“Sería ofender a los principios elementales impedir a estas víctimas inocentes del conflicto volver a sus hogares, mientras que los inmigrantes judíos afluyen a Palestina y, además, amenazan, de forma constante, reemplazar a los refugiados árabes enraizados en esta tierra desde hace siglos”, escribió el diplomático. El sector “ultra” de los recién llegados no se lo perdonó.

Poco antes del arribo del conde Folke Bernadotte, en la madrugada del viernes 9 de abril de 1948, pistoleros del grupo Lehi (más conocido como banda Stern) y comandos del Irgun Zevai Leumi (conocido como Irgun), atacaron Deir Yassin, una aldea de 750 palestinos. Cuatro atacantes murieron a manos de los habitantes que usaron viejos rifles Mauser. Más de 200 personas –entre ellas 50 mujeres y niños– fueron ultimadas sistemáticamente. A veinticinco prisioneros se les obligó a subir a camiones que los trasladaron a una cantera de piedra, donde fueron asesinados a sangre fría. Se dinamitaron diez casas. Al conocer la noticia de la masacre, los palestinos de pueblos cercanos comenzaron a huir a lo largo del país. Uno de los jefes del Irgun era el polaco Menagen Begin, ex sargento del ejército inglés durante la Segunda Guerra Mundial, quien con el paso de los años llegará a primer ministro de Israel. Y paradójicamente más tarde recibirá en Estocolmo el premio Nobel de la Paz.

“Durante todo el día del 9 de abril de 1948, Irgun y Lehi realizaron la matanza de una manera fría y premeditada (...). Los atacantes alinearon a hombres, mujeres y niños contra los muros y los fusilaron (...). La crueldad del ataque contra Deir Yassin horrorizó por igual a la opinión pública judía y mundial, llenó de miedo y pánico a la población árabe, y llevó a la huida de sus hogares de civiles desarmados en todo el país”, escribió el israelí Simha Flapan en El nacimiento de Israel.

El conde Folke Bernadotte había nacido el 2 de enero de 1895 en Estocolmo. Descendía de Jean Baptiste Bernadotte (1763-1844), originario de la ciudad francesa de Pau, capital del departamento de los Pirineos Atlánticos. Hijo de un abogado, Jean Baptiste se convirtió en mariscal a las órdenes de Napoleón Bonaparte y en 1810 llegó al trono de Suecia como Carlos XIV, fundador de la actual casa reinante sueca. Como monarca, Carlos XIV estableció los cimientos de una política exterior que perdura hasta hoy. Puso fin a la antigua enemistad con Rusia y aceptó que Finlandia -integrante del reino de Suecia desde el siglo XII- se convirtiera en un Gran Ducado bajo la égida del zar ruso. Desde entonces, Suecia es un pacífico país con fronteras bien definidas, sin reclamos territoriales ni amenazas contra su seguridad, que logró permanecer al margen de las dos guerras mundiales del siglo XX.

Folke Bernadotte era nieto del rey Oscar II de Suecia (1829-1907), un experto en temas navales que impulsó el progreso industrial, y sobrino de rey Gustavo V (1907-1950), un destacado arqueólogo. A pesar de la neutralidad sueca durante los dos conflictos, Gustavo V creó un fuerte sistema de defensa militar. El Partido Socialdemócrata, en el poder durante su reinado, promulgó una legislación progresista en materia social, que incluía la ampliación del derecho a voto, la introducción de la jornada laboral de ocho horas y la concesión de un subsidio de vivienda financiado por el Estado. Los suecos le apreciaban porque era un monarca sencillo, alejado de la ostentación.

Luego de graduarse en la academia militar de Karlberg, Bernadotte ingresó en los Guardias Reales a caballo. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, fue dirigente de los Sveriges Scoutforbund (Muchachos Exploradores Suecos), a quienes integró en el sistema de defensa antiaérea como ayudantes médicos. También fue presidente de la Cruz Roja sueca.

Durante el conflicto internacional, Bernardotte se movilizó en favor de los judíos que huían del nazismo. En 1943 Suecia abandonó la neutralidad y abrió sus fronteras a los perseguidos en países vecinos: recibió alrededor de 200 mil refugiados provenientes de países escandinavos, entre los que se contaban 6 mil 500 judíos. Desde la Cruz Roja, el conde gestionó la liberación de miles de prisioneros condenados a muerte en los campos de concentración alemanes.

Bernardotte también negoció el intercambio de prisioneros de guerra alemanes e ingleses inválidos y heridos. Sus gestiones ante un bando y otro lo llevaron a desplazarse constantemente entre Londres y Berlín. El 24 de abril de 1945 se entrevistó en Lübeck (Alemania) con Heinrich Himmler, jefe de las SS. Himmler -para entonces convencido del inevitable desmoronamiento del nazismo- intentaba negociar en secreto la rendición de Alemania ante Gran Bretaña y Estados Unidos, a cambio de que le permitieran continuar la guerra contra la Unión Soviética. Como muestra de buena voluntad, el jerarca nazi liberó a casi 10 mil judíos que llegaron a Suecia en tren. 

El 20 mayo de 1948, los cinco países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU coincidieron en que Bernadotte fuera el mediador para buscar la paz en Palestina. Diez días después, el conde inició negociaciones en tres países: se reunió con líderes palestinos y judíos en Tierra Santa y con los dirigentes árabes en El Cairo (Egipto) y Ammán (Jordania). Rápidamente logró imponer una tregua de cuatro semanas que comenzó el 11 de junio. Dos meses después fue emboscado y acribillado a balazos junto al coronel Serot, su asistente.

Ni el asesinato del diplomático sueco ni la masacre de aldeanos en Deir Yassin fueron los únicos crímenes que se cometieron en aquellos turbulentos años. El 9 de junio de 1942, lord Walter Moyne, ministro residente británico en Egipto, declaró en la Cámara de los Lores que los judíos no eran descendientes de los antiguos hebreos y que su reivindicación sobre Tierra Santa no era legítima. El funcionario, partidario de moderar la inmigración en Palestina, fue muerto a tiros el 6 de noviembre de 1944 por dos pistoleros de la banda Stern, en la que revistaba Isaac Shamir.

El 22 de julio de 1946, los hombres del Irgun detonaron una bomba en el hotel King David, de Jerusalén, donde funcionaba la sede del estado mayor militar británico. En el criminal atentado murieron 91 árabes, judíos e ingleses, mayoritariamente civiles. El 29 de julio del año siguiente, Menahem Begin mandó ahorcar a dos sargentos británicos que habían sido secuestrados e hizo ocultar explosivos en sus cuerpos; al intentar moverlos, un oficial británico fue despedazado. El Times, de Londres, afirmó: “La brutalidad nazi no lo hubiera sabido hacer mejor”.

En Imagen y realidad del conflicto israelí-palestino, Norman Finkelstein escribe: “Al llegar 1948, los judíos no sólo estuvieron en condiciones de «defenderse» sino que también de cometer atrocidades masivas. Por cierto, según el ex director de los archivos del ejército israelí, «se cometieron actos que son definidos como crímenes de guerra, masacres, y violaciones en cada aldea que ocupamos durante la Guerra de Independencia». Uri Milstein, el respetado historiador militar israelí de la guerra de 1948, va aún más allá, sosteniendo que «cada escaramuza terminaba en una masacre de árabes»”.

El esfuerzo negociador del conde Folke Bernadotte fue absolutamente en vano. Como también fue en vano, más de medio siglo después, la pasión pacifista de la hermosa Rachel Corrie, de 23 años, estudiante de la Universidad de Olympia (Washington). El 16 de marzo pasado, ella murió aplastada por un bulldozer en Rafah, al sur de la franja de Gaza. Fue un asesinato y existe una secuencia fotográfica que lo demuestra. Desde que comenzó la ocupación en Gaza hasta el día en que el conductor de la excavadora decidió acabar fríamente con la muchacha, 10 mil casas habían sido demolidas. En distintos mensajes electrónicos a sus amigos, Rachel había escrito: “Abaten la casas aunque haya gente dentro, no tienen respeto por nada y por nadie”.